“¿Empezar a invertir ya? Eso cuando tenga más dinero...” El GRAN error

“¿Empezar a invertir ya? Eso cuando tenga más dinero...” El GRAN error

“Suena muy bien, pero yo ahí no tendría nada que hacer, eso es para los que tienen mucho dinero”. Esta es una frase habitual cuando les cuento a mis conocidos ajenos al mundo de las finanzas dónde trabajo, en una red social de inversores. “Cuando tenga más dinero entraré a ver”… Pues entonces, no entrarás nunca, les suelo decir yo. Y no es por pesimismo.
 
La mejor forma de “tener mucho dinero” es precisamente empezar a invertir bien lo poquito que puedas ir ahorrando desde muy pronto. “¿Pero muy poco?” Sí, lo que puedas. 
 
Vamos a comparar a dos amigos con vidas paralelas, les llamaremos Juan y John, que desde pequeños han tenido el mismo sueño: comprarse una casita en la playa como muy tarde a los 60 años.  
 
Pongamos que el precio actual de su casa soñada ronda los 150.000 euros y que subirá un 2% anual durante estos próximos 30 años.  Es decir, que en 2044 el apartamento le costará unos 270.000 euros. 
 
¿Como conseguir ese dinero para cumplir esta meta a los 60?. Si hacemos una encuesta, la mayoría de españoles responderán que básicamente hay dos opciones: 1) Recibir una buena herencia.) 2) Que “me toque la lotería”.  
 
Lo de la herencia depende de otros… Es difícil contar con ello y, además, la mayoría de las veces ocasiona no pocos litigios legales con otros herederos, que también suponen tiempo y dinero (y sobre todo, salud y paz).  Y lo de la lotería… Pues para el 99% de los ciudadanos supone de facto perder dinero a largo plazo (ya sé que tienes mucha ilusión, pero también un 99,9% de posibilidades de que no te toque el gordo).
 
Imaginemos que Juan y John tienen la misma suerte laboral en su vida.  Desde que se licenciaron han ido consiguiendo una beca por aquí y una práctica por allá. Y han logrado ahorrar cada uno 10.000 euros porque todavía vivían con sus padres. 
 
A los 30 años se van de casa y consiguen un empleo de mileurista, con el que logran ahorrar 100 euros al mes. 
 
Imaginemos que van teniendo subidas de sueldo, pero no consiguen o no quieren ahorrar más que esos 1.200 euros anuales porque se han casado y han tenido hijos. 
 
A los 40 tienen un ascenso, el salario ha ido subiendo y son capaces de ahorrar 2.000 euros al año.
 
Tienen suerte, logran mantener su trabajo, y a los 50 son nombrados jefes de departamento, con lo que pueden ahorrar 3.000 euros al año. 
 
Juan no se fiaba de la bolsa, porque sus padres le habían dicho que ellos habían perdido mucho dinero con las acciones que le habían recomendado en el banco. Sí, Juan tiene el dinero la primera década en una cuenta corriente, que de media le da el 1% de interés; cuando cumple los 40 los depósitos empezaron a pagar más intereses y logra tener un 3% de media durante esos años, y a los 50,  se mete en un fondo que le da un 5% de rentabilidad media.  
 
Al llegar a los 60, Juan mira el dinero que tiene en el fondo: cerca de 125.000 euros, casi el doble que si lo hubiera tenido bajo el colchón, pero justo la mitad de lo que le cuesta la casa. Es decir, o abandona su sueño por el momento y sigue trabajando al menos otros 10 años o pide una hipoteca de 130.000 euros (que tendrá que ir pagando con intereses, por lo que tendrá que dedicarle aún más años de trabajo).
 
John, en cambio, metió los 10.000 euros iniciales en cinco fondos de bolsa, a los que cada año iba dando una orden automática de entrada por el ahorro que iba generando. Aunque a veces los mercados le daban buenos sustos, tenía muy claro que debía ser disciplinado y resistía la tentación de sacarlo. Logró un 8% de rentabilidad media anual.
 
Al soplar las velas de los 60 años, tenía acumulados unos 290.000 euros. Quizá al pagar los impuestos por las plusvalías logradas le bajaría unos cuantos miles de euros, pero aún así estaria cerca de comprar su casita soñada al contado.
 
Quizá, si Juan hubiera hecho estos cálculos a tiempo, se habría dado cuenta de que: o ahorraba más al mes si quería mantener el bajo riesgo en sus inversiones, o tenía que arriesgar más con el dinero que iba ahorrando, como había hecho John. Eso… O renunciar a su meta de la casa en la playa y buscar otra ‘más barata’.
 
¿Sabemos cuáles son nuestras metas? ¿Para qué queremos el dinero que ahorramos? ¿Cuánto nos costará alcanzarlas? ¿Cuánto tendremos que ahorrar para ello? ¿Y qué rentabilidad hemos de sacarle a ese ahorro? ¿Estamos dispuestos a ahorrar más al mes, tener una vida más austera, a cambio de alcanzar nuestra meta futura? ¿O preferimos disfrutar más la vida ahora y renunciar a objetivos a largo plazo?
 
Quizá cada cual tenga sus respuestas a estas preguntas pero, como mínimo, que pensemos sobre ellas. Y, salvo que la respuesta sea un carpe diem total y el mañana ya veremos (opción de vida muy respetable), empezar a invertir ya para alcanzarlas, aunque sea empezando con muy poco dinero.
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