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Fisher Investments España duda que las malas noticias condenen de antemano a la renta variable
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Fisher Investments España duda que las malas noticias condenen de antemano a la renta variable

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Entre recesiones económicas, tasas altas de desempleo, tensiones geopolíticas y conflictos regionales, este verano ha circulado todo tipo de malas noticias por doquier. Con todo, para pasmo general de los analistas por una supuesta desconexión entre la realidad subyacente y el mercado, la negatividad no ha conseguido hacer descarrilar la senda positiva de la renta variable internacional iniciada en marzo. Sea como fuere, para Fisher Investments España las acciones no requieren un mundo perfecto –ni siquiera buenas noticias– para revalorizarse.

Cuando examinamos la prensa económica internacional, a menudo encontramos titulares en que se advierte de que determinados eventos lastrarán los parqués. Entre los que suele nombrarse están los pobres datos económicos, como un PIB deficiente; la coyuntura política, como el acceso al poder de un partido o mandatario determinados; otros advierten de que son las tragedias humanas, como los desastres naturales o los ataques terroristas, las que desatan tormentas en los mercados.

Las investigaciones de Fisher Investments España demuestran que la realidad es mucho más compleja. En ningún caso afirmamos que las noticias negativas no pesen en la bolsa; de hecho, si se desencadenara una guerra a escala planetaria, las acciones seguramente se resentirían de ello. De forma similar, un suceso preocupante puede erosionar la confianza de los inversores, provocando correcciones a corto plazo, si bien en los mercados alcistas –periodos largos de alzas generalizadas– esos elementos negativos integran el muro de preocupación que la renta variable debe escalar. Forman parte del entorno de desilusión al que se refería John Templeton en su célebre sentencia: «Los mercados alcistas nacen en el pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren con la euforia».

En Fisher Investments España creemos que un motivo por el que la influencia de las malas noticias apenas dura es la eficiencia de los mercados, ya que estos descuentan todos los datos disponibles públicamente, es decir, las cotizaciones rápidamente incorporan toda la información divulgada. Esta incluye, entre otras, las opiniones de los expertos, las predicciones de los analistas y cualquier otro análisis, las cuales, en conjunto, modelan las expectativas de los inversores y orientan sus decisiones. Aparte de las personas de carne y hueso que siguen la actualidad y reaccionan a ella, los algoritmos informáticos también toman decisiones de inversión de forma automática en base a diferentes datos. Estas herramientas, que tienen los sesgos de sus creadores humanos, pueden comprar o vender instrumentos de inversión rápidamente con arreglo a una miríada de factores que van desde la volatilidad del mercado hasta las tendencias más populares en las redes sociales. Al ser este proceso continuo e instantáneo, el precio de las acciones incorpora inmediatamente todo aquello que es vox populi. Si un inversor está inquieto por algún asunto, seguramente muchos otros hayan reaccionado ya ante la misma noticia adoptando decisiones fundamentadas en su propia opinión: unos comprarán y otros venderán, resultando las cotizaciones del conflicto entre todas esas ideas y predicciones. El desenlace es el veredicto del mercado sobre si esas cuestiones que suscitan temor suponen realmente un riesgo considerable para los beneficios empresariales en el futuro próximo.

Tomemos como ejemplo la temporada de presentación de resultados empresariales en EE.UU. del segundo trimestre, en que las compañías cotizadas informan de sus beneficios, ingresos y estimaciones para los meses de abril, mayo y junio. Antes de que salieran a la luz los datos oficiales, FactSet estimaba que las ganancias de las empresas del índice S&P 500 retrocederían un 43,8% respecto al mismo periodo de 2019i . El principal argumento es de sobra conocido: los confinamientos generales impuestos por las autoridades para frenar el avance del coronavirus provocaron la parálisis de los negocios en todo el mundo. Las empresas no tardaron en alertar de que sus resultados se hundirían y los analistas extrapolaron estos anuncios al conjunto de la economía estadounidense. Así fue cómo se formaron las expectativas de los inversores antes de que se publicaran las cifras oficiales del segundo trimestre. Cuando estas se revelaron, su capacidad de sorprender había desaparecido. Junio y julio fueron los meses centrales de la presentación de resultados, habiéndola efectuado a 31 de julio el 62% de las firmasii . La caída de los beneficios en el grupo del S&P 500 fue del 35,8%iii  y, aun así, en el mismo periodo la bolsa se apreció un 7,7%iv . Los informes de pérdidas fueron la confirmación del varapalo, al que, en nuestra opinión, los mercados ya habían puesto precio en su caída del invierno.

La misma lógica se aplica a los datos del PIB. Desde que comenzaron los confinamientos, los comentaristas financieros que seguimos advertían de una contracción profunda. Somos de la opinión de que esto constituyó la esencia de lo que los mercados estaban cotizando en febrero y marzo. Las perspectivas de los expertos sobre el PIB del segundo trimestre, unánimemente negativas, se divulgaron a los cuatro vientos durante meses. La comunicación oficial del Eurostat, que dio a conocer una contracción trimestral del 12,1%, no vino sino a confirmar lo que todo el mundo esperabav .

Según los estudios de Fisher Investments España, la cotización de las acciones depende de sus expectativas de futuro y lo que más influye en ella son los factores económicos y políticos con una posible repercusión en sus beneficios a entre 3 y 30 meses vista, no las noticias negativas de un determinado día. No obstante, a la hora de crear las expectativas de los inversores, el estado de ánimo desempeña una importante función y las noticias no le son ajenas. Por ejemplo, los primeros compases de los mercados alcistas suelen teñirse de pesimismo. En los titulares se alerta de que las alzas bursátiles no se mantendrán o de que un nuevo declive aguarda a la vuelta de la esquina, como sucede en la actualidad. La desconfianza generalizada presiona a la baja los niveles de valoración, conque, si la realidad se revela menos aciaga de lo que se barruntaba puede provocar una sorpresa positiva que impulse a las acciones a cotas superiores: algo habitual en las primeras fases de los mercados alcistas. En Fisher Investments España abogamos por revisar continuamente la correspondencia entre las noticias y las expectativas como una práctica potencialmente muy valiosa para los inversores.

Fisher Investments España es el nombre comercial utilizado por la sucursal en España de Fisher Investments Ireland Limited,   (“Fisher Investments España”). Fisher Investments España está inscrita con domicilio social en calle Junta de Castilla y León, 8, 28660 Boadilla del Monte (Madrid), con NIF W0074497I, inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, en el tomo 39501, folio 110, inscripción 1, hoja M-701327, y en el Registro de la Comisión Nacional del Mercado de Valores de Empresas de Servicios de Inversión del Espacio Económico Europeo con Sucursal en España, con el número 126.
El presente documento recoge la opinión general de Fisher Investments España y Fisher Investments Europe, y no debe ser considerado como un servicio de asesoramiento personalizado en materia de inversiones o fiscal, ni un reflejo de la rentabilidad de sus clientes. No existe garantía alguna de que Fisher Investments España o Fisher Investments Europe sigan sosteniendo estas opiniones, que pueden cambiar en cualquier momento a partir de nuevos datos, análisis o consideraciones. La información aquí contenida no pretende ser una recomendación o pronóstico de las condiciones del mercado. En su lugar, tiene por objeto esclarecer los aspectos tratados. Los mercados actuales y futuros pueden diferir ampliamente de los que se describen en este documento. Asimismo, no se garantiza la exactitud de ninguna de las hipótesis empleadas en los ejemplos contenidos en este documento. Invertir en los mercados financieros implica un riesgo de pérdida, y no hay garantías de que todo o parte del capital invertido sea reembolsado. La rentabilidad pasada no garantiza ni indica los resultados futuros de manera fiable. El valor de las inversiones y los ingresos procedentes de ellas están sometidos a la fluctuación de los mercados financieros mundiales y de los tipos de cambio internacionales.

 

iFuente: FactSet a fecha 26/6/2020.
iiFuente: FactSet a fecha 11/8/2020.
iiiIbid. 
ivIbid. Índice S&P 500 Total Return (31/5/2020-31/7/2020, en dólares estadounidenses). Las fluctuaciones entre el dólar y el euro podrían hacer variar las rentabilidades expresadas.
vFuente: Eurostat, 11/8/2020.

 
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