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El riesgo de longevidad en finanzas explicado en 5 puntos
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El riesgo de longevidad en finanzas explicado en 5 puntos

Vivir más es sin duda algo positivo. Sin embargo, puede llegar a convertirse en un factor de desequilibrio para las entidades financieras, los estados y los ahorradores.

¿Es la longevidad un riesgo? Sí. Desde luego, no porque vivir más tiempo y con buena salud sea malo, sino porque una población más envejecida puede desencadenar una serie de desequilibrios. Aquí explicamos qué es el riesgo de longevidad y cómo podemos protegernos de él.

Qué es el riesgo de longevidad
El riesgo de longevidad es el riesgo asociado al hecho de que una persona o un grupo de personas vivan más de lo previsto. Si, desde un punto de vista social, no cabe duda de que tener una vida más larga es un factor positivo, por otra parte, esto puede crear desequilibrios financieros a causa de una discrepancia entre las expectativas, las previsiones y la realidad. Se trata de un riesgo aplicable tanto a las instituciones financieras como a los ahorradores y los inversores.

Porque tendrá un peso cada vez mayor
El riesgo de longevidad está asociado al aumento de la esperanza de vida, que desde el siglo XX ha experimentado un aumento considerable. Esto se debe a diversos factores, desde los avances de la medicina hasta la mejora de las condiciones de vida. No es solo una cuestión de edad, sino también de efectos colaterales, ya que una población con una edad media más avanzada tendrá mayor necesidad de asistencia médica. Y, salvo que se modifique la edad de acceso a la jubilación, se reduciría el porcentaje de población activa. Por otro lado, el envejecimiento es una tendencia que se irá acelerando, incrementando el peso del riesgo de longevidad.

El riesgo para las instituciones
El riesgo de longevidad puede pesar sobre las instituciones financieras que prevean ofrecer a un determinado individuo prestaciones o pagos desde una cierta edad hasta el momento de su fallecimiento. Este es el caso, por ejemplo, de algunas coberturas de seguros (como aquellos asociados a las prestaciones sanitarias) o de algunos planes de pensiones.      

El riesgo de longevidad también puede tener un impacto sobre los organismos públicos. Pagar una pensión durante más tiempo y garantizar prestaciones sanitarias y sociales (que cada vez se van haciendo más onerosas conforme avanza la edad) más cuantiosas de lo previsto es uno de los grandes factores de potencial desequilibrio en las cuentas de un Estado o de un organismo de Seguridad Social.

El riesgo para ahorradores e inversores
El riesgo de longevidad no afecta solo a los estados, organismos de seguridad social, cajas de seguros sociales para determinadas profesiones, seguros y gestores de fondos, sino también a los inversores y ahorradores. Los llamados «ahorros de una vida», acumulados sobre todo durante la vida laboral, podrían no ser suficientes para afrontar con tranquilidad una tercera edad que ha llegado a convertirse en una parte sustancial de nuestra existencia.

Herramientas de protección
Aunque no es posible eliminar completamente el riesgo de longevidad, tanto las instituciones financieras como los ahorradores y los inversores recurren (o deberían recurrir) a herramientas de protección capaces de mitigarlo. Los seguros pueden protegerse equilibrando su cartera mediante una combinación de productos muy expuestos al riesgo de longevidad (como las rentas vitalicias) con otros que, por el contrario, reduzcan su impacto conforme aumente la edad. Los fondos pueden recurrir a bonos que reflejen la esperanza de vida.    

Por su parte, los ahorradores y los inversores también deberían orientar sus decisiones en función del riesgo de longevidad, adoptando, por ejemplo, pensiones complementarias o planes que puedan permitir disponer de una «reserva» durante la vida post laboral.

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