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Inflación: busque protección barata antes de que sea un problema
La inflación no plantea problemas actualmente. Las materias primas
han caído recientemente y el crecimiento económico lucha para cobrar
impulso. Sin embargo, los mercados de bonos están
cada vez más pendientes de este panorama de debilidad a corto plazo,
lo que crea una oportunidad atractiva para los
inversores dispuestos a adoptar una perspectiva ligeramente a
más largo plazo que el mercado.
La oportunidad que presenta la inflación en estos momentos
La falta de presiones inflacionistas a corto plazo y una
evaluación más optimista de los riesgos hace que el
coste de la protección frente a la inflación sea
barato actualmente. El mercado mantiene una actitud
cortoplacista y sigue pendiente de lo que está ocurriendo hoy y
del cuadro de debilidad económica e inflación baja a corto plazo.
No obstante, l os bancos centrales siguen inyectando
ingentes cantidades de dinero en el sistema financiero
mundial a través de la relajación cuantitativa. A medida que el
crecimiento vaya acelerándose, estos bancos centrales —empezando
por la Reserva Federal estadounidense— se enfrentarán al delicado
reto de drenar esa ingente cantidad de liquidez del
sistema financiero mundial. Este proceso, del
que prácticamente no existen precedentes y que plantea importantes
retos en términos de magnitudes y plazos, genera un riesgo de
inflación potencialmente elevado.
Para los inversores dispuestos a adoptar una perspectiva a
medio plazo y considerar cómo podría evolucionar la inflación a
2-3 años vista, el momento actual constituye un
excelente punto de entrada en el mercado. Para
los inversores que desean diversificar sus carteras invirtiendo en
bonos indexados a la inflación, es también un momento oportuno
para tomar esa posición estratégica.
Como muestra el gráfico que figura debajo, las tasas de
equilibrio parecen bajas a pesar de los importantes riesgos de
cola implícitos en las estrategias de los bancos centrales. El
mejor momento para comprar bonos indexados a la inflación es antes
de que la inflación se convierta en un problema.
Relajación cuantitativa: El final se vislumbra ya en el horizonte
Los bancos centrales del mundo desarrollado han aplicado medidas de
política monetaria agresivas y nunca probadas
antes, la más prolífica y amplia de las cuales ha sido la relajación
cuantitativa. Aunque gracias a la relajación cuantitativa posiblemente
se ha evitado una depresión deflacionista devastadora como la de la
década de 1930, también ha provocado una explosión en el
crecimiento de la oferta monetaria mundial.
Cuando la banca dejó de prestar durante el apogeo de la crisis
financiera, los bancos centrales tuvieron que reaccionar rápidamente.
No hacerlo habría provocado una contracción importante de la oferta
monetaria al desactivarse el efecto multiplicador,
que se basa en el principio de que cuando los bancos prestan, el
dinero se vuelve a depositar en el sistema bancario
y se vuelve a prestar, creando un crecimiento (multiplicado) de la
oferta monetaria. Si se hubiera permitido esa contracción,
probablemente se habría generado deflación y una grave recesión económica.
Para impedirlo, los bancos centrales como la Reserva Federal
estadounidense y el Banco de Inglaterra pusieron en marcha medidas de
relajación cuantitativa para compensar la contracción
prevista del crédito en el sistema financiero. Esto supuso
imprimir dinero y comprar deuda pública, que está
principalmente en poder de los bancos. Como resultado de ello, los
balances de los bancos centrales se han inflado con las rondas
sucesivas de relajación cuantitativa y otras formas de estímulo
mediante compras de bonos.
Esta marea de dinero genera importantes riesgos inflacionistas si
no ha desaparecido del sistema financiero cuando el crecimiento se
acelere y los efectos multiplicadores del dinero se reactiven por el
aumento de la concesión de préstamos y una mayor velocidad de
circulación del dinero (el ritmo al que el dinero se mueve
de una transacción a otra).
Sin embargo, aunque la relajación cuantitativa ha conseguido
estimular el crecimiento de la oferta monetaria a través de la
impresión de dinero, ha sido menos eficaz a la hora de animar
a los bancos a usar esta nueva liquidez para prestar más.
Los bancos han optado por reducir los riesgos en sus balances y
acumular capital en un momento en el que la demanda de los hogares y
las empresas sigue siendo débil. La falta de crecimiento del crédito
es una de las razones por las que la velocidad de circulación del
dinero no se ha recuperado todavía.
El panorama económico está empezando a cambiar lenta y
gradualmente. A pesar de la disparidad de algunos datos,
existen señales positivas: el crecimiento está empezando a
coger impulso en EE.UU. junto con el crédito bancario y, lo
que es más importante, el mercado de la vivienda se está recuperando.
El problema es que la relajación cuantitativa ha creado una gran
marea de dinero que ahora será difícil de achicar de la economía
mundial. Si la oferta monetaria sigue creciendo a medida que se vaya
recuperando el crédito bancario y la velocidad de circulación
del dinero, los resultados podrían ser inflacionistas.
Aunque es un riesgo extremo, las implicaciones podrían ser
importantes, lo que justifica que estudie la
protección contra la inflación y el uso de los bonos indexados.
Energía y alimentación
Los picos de inflación imprevisibles
provocados por crisis de oferta plantean otro riesgo para los
inversores. En el pasado, las subidas repentinas e imprevistas de
los precios de la energía han provocado episodios de inflación.
Los avances tecnológicos en la explotación del petróleo y el gas
en aguas profundas y en los yacimientos de esquisto de EE.UU. han
mejorado la dinámica de la oferta, pero los factores
geopolíticos siguen siendo una fuente importante de riesgos para
los inversores.
Existen otras posibles crisis de oferta a tener en cuenta, como
el encarecimiento potencial de los alimentos. La
combinación de crecimiento demográfico, descenso de las tierras
cultivables, cambios en la dieta y aumento de la renta en los
países en vías de desarrollo podría poner presión de forma
sostenida sobre los precios de los alimentos en el futuro.
La inflación alimentaria es un problema de especial relevancia
para muchos mercados emergentes donde los alimentos suponen una
gran parte de la cesta de precios al consumo.
De hecho, mientras que el crecimiento de la población
estimulará la demanda de alimentos en todo el mundo, la transición
hacia una dieta más rica en proteínas en las economías emergentes
también pondrá mucha presión sobre la cadena de producción de
alimentos. En los últimos 30 años, sólo la demanda
china de carne se ha multiplicado por cuatro, según
cifras publicadas en 2012 por el Departamento de Agricultura de EE.UU.
El país se come ahora una cuarta parte de la oferta mundial,
equivalente a 71 millones de toneladas (alrededor de 52 kg por
persona) cada año. Por el contrario, en 1982 China sólo comía 13
kg de carne por persona y año.
Desafortunadamente, este incremento de la demanda de
carne suele tener un efecto multiplicador en el precio del
grano, que se utiliza como alimento para el ganado. Este
es un buen ejemplo de cómo la inflación demandará un enfoque
internacional a medida que se vaya dejando sentir en los alimentos
y las diferentes regiones.
Riesgos potenciales: el momento para invertir y cómo abordar la duración
No llegue tarde: Creemos que los bonos indexados a la
inflación tienen una valoración atractiva en estos momentos.
El riesgo al que se enfrentan los inversores es que la
inflación comience a subir y que, cuando finalmente se
planteen conseguir protección frente a ella ya sea demasiado tarde.
Las tasas de inflación de equilibrio habrán subido y los
bonos indexados a la inflación serán más caros. El momento
para invertir es antes de que la inflación sea un problema.
Duración: Otro riesgo que existe es que se produzca una
salida desordenada de la relajación cuantitativa o un
endurecimiento imprevisto de la política monetaria. A medida
que se vayan normalizando los tipos de interés en EE.UU., los
rendimientos reales de los bonos podrían subir de forma
apreciable, lo que afectaría a los bonos indexados a la inflación.
La forma que tienen los inversores de protegerse frente a
las alzas de los rendimientos es reduciendo la duración en su
exposición a los bonos indexados a la inflación. Aunque las
probabilidades de una explosión descontrolada de los
rendimientos de la deuda pública en el mundo desarrollado son
reducidas, gracias en parte a la flexibilidad de la estrategia
de reducción de estímulos de la Reserva Federal, no deja de
ser un riesgo extremo importante.
CONCLUSIÓN
Los inversores deben tener en cuenta el riesgo que
plantea la inflación futura para las rentabilidades de sus
carteras desde la perspectiva de sus objetivos de
inversión, aunque la inflación actual sea leve.
Para los inversores, el entorno actual es especialmente
oportuno para realizar una inversión estratégica en bonos
indexados a la inflación. Las tasas de equilibrio son
atractivas, ya que los mercados siguen pendientes de los
bajos niveles actuales de inflación. Sin embargo, sabemos
que existen muchos riesgos inflacionistas
potenciales en el horizonte, por no hablar de
la marea de dinero creada mediante la relajación
cuantitativa y que se tardará muchos años en achicar de la
economía mundial.
Los bonos indexados a la inflación deben verse
como una inversión estructural a largo plazo.
La oportunidad que existe actualmente en términos de
valoración simplemente quiere decir que es un momento
ideal para realizar esa inversión.