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Invertir bajo la punta del iceberg: Por qué la tecnología sigue siendo el futuro
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Invertir bajo la punta del iceberg: Por qué la tecnología sigue siendo el futuro

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Aditya Khowala, gestor de fondos de renta variable estadounidense de Fidelity, comenta las amplias posibilidades de inversión que ofrecen las empresas tecnológicas que se encuentran a la sombra de las más conocidas (FAAMG, etc.).

"La atención casi exclusiva de los inversores a un puñado de valores tecnológicos estrella está ensombreciendo lo que considero que es una oportunidad escasamente aprovechada para invertir en algunos negocios que ofrecen tecnologías empresariales innovadoras.

El mercado alcista actual es el segundo más largo en los anales y presenta similitudes claras con el mercado alcista más largo de la historia: el de la década de 1990. Entonces, como ahora, la tecnología aparece como el factor único más importante detrás de las rentabilidades superiores y los grandes nombres de esta industria dominan los primeros puestos de la tabla de mayores valores del S&P 500, copando las cinco primeras posiciones.

 

Este grado de representación de un único sector a la cabeza del índice general de la bolsa estadounidense no tiene precedentes y ha llevado a muchos a pensar que nos encontramos ante otra “burbuja” tecnológica que podría terminar en un hundimiento inminente. Sin embargo, está pasando algo mucho más grande en el plano fundamental; la verdad es que la tecnología está calando en todos los aspectos de nuestras vidas y el ritmo acelerado de la innovación tecnológica disruptiva que estamos observando actualmente no se parece a nada que hayamos vivido antes.

Nunca antes me habían ilusionado tanto las perspectivas del sector tecnológico a medio y largo plazo. Aunque un puñado de valores, los FAAMG (Facebook, Apple, Amazon, Microsoft, Google) han suscitado mucha atención, mi visión positiva se basa sobre todo en lo que estoy viendo bajo la estrecha y más visible cúspide de esta industria. Me resulta muy interesante que los ingresos de los FAAMG procedan principalmente de los consumidores, mientras que algunas de las nuevas ideas más innovadoras que estoy encontrando están dirigidas a las empresas.

Para aquellos que se han perdido la importante racha alcista de estos megavalores tecnológicos desde comienzos de año, por valoración no existen suficientes evidencias atractivas para justificar la inversión en ellos en estos momentos. Para conseguir una rentabilidad compuesta del 10% durante los próximos 6-7 años en Apple o Google, es preciso creer que su capitalización rondará los 6 billones de dólares en 2024 y que cotizarán ¡a unas 15-20 veces un flujo de caja libre de entre 300.000 y 400.000 millones de dólares! Aunque podría suceder, las probabilidades son escasas.

 

El cambio es duro al principio, complicado entre medias y hermoso al final

 

Si miramos más allá de estos megavalores, resulta evidente que las infraestructuras tecnológicas están evolucionando rápidamente y que nos encontramos en una etapa muy temprana de este proceso. En la década de 1990, el mundo pasó de los ordenadores centrales o mainframes a la era de la arquitectura cliente-servidor. Esta transición trajo consigo una debacle para algunos de los pesos pesados de la tecnología en la década de 1980, como DEC, ICL, BMC, Sun y la vieja IBM, y el nacimiento de una nueva generación de empresas como Microsoft, Intel, Cisco y Oracle.

El paso hacia la nube o las infraestructuras como servicio (IaaS) supone un cambio similar en ámbito y magnitud, y está empezando a tener profundas implicaciones en toda la cadena de valor de la tecnología.

Una gran empresa cuenta actualmente con toda la pila de arquitectura tecnológica, desde los servidores hasta la capa de aplicaciones. En el entorno IaaS, los equipos y los ordenadores se convierten en un producto sin valor añadido gestionado por los proveedores de servicios en la nube (pensemos en las empresas que suministran electricidad), mientras que el foco de las empresas se desplaza hacia la capa de software y la conectividad.

Aunque la informática en la nube ha despertado cierta expectación, a día de hoy la transición real a la nube se encuentra todavía en pañales, ya que su penetración asciende a apenas el 5% de los 1,3 billones de dólares que suman los presupuestos tecnológicos de las empresas. Se prevé que este porcentaje crezca a razón de más del 25% anual hasta alcanzar una penetración de más del 15% en 2021.

Nuestros análisis sugieren que la mayor parte de clientes empresariales únicamente trasladarán las nuevas cargas de trabajo a la nube, en lugar de desmantelar y sustituir toda su infraestructura actual. Este hecho creará algo que se ha descrito de forma acertada con el término “nube híbrida”.

En realidad, el proceso de pasar de una infraestructura in situ a un modelo puro en la nube tardará años (puede que décadas) y lo más probable es que la mayoría de las empresas utilicen ambas arquitecturas simultáneamente.

Creo que existe una oportunidad de inversión escasamente aprovechada en empresas que pueden ayudar a otras empresas a gestionar la “nube híbrida”. Gigantes del software como VMWare y Red Hat, que pasan por ser negocios “convencionales”, cotizan actualmente a unas razonables 15 veces su flujo de caja libre en 2019, pero están presentando nuevos productos que permiten a las empresas gestionar sus necesidades de infraestructura en el nuevo mundo híbrido. VMWare se mantendrá en primera línea gracias a su alianza con AWS (Amazon Web Services) y su paquete SDN (Software-Defined Networking), mientras que Red Hat está beneficiándose de su plataforma de aplicaciones Openshift y de la transición a una “arquitectura sin servidores”. Ambas empresas pueden crecer durante años y el perfil de riesgo y recompensa continúa siendo atractivo en estos momentos.

 

Los datos hablan, pero ¿alguien escucha?

 

Los datos son la próxima gran oportunidad, como bien es sabido. Sin embargo, el despliegue de infraestructuras “siempre conectadas” creará enormes retos en materia de gestión de datos.

Por ejemplo, un coche totalmente autónomo genera alrededor de un terabyte de datos cada hora y un petabyte al año. ¡Un solo coche! Se están instalando sensores por todas partes, desde los aviones hasta los tractores, desde los frigoríficos hasta los termostatos y desde los teléfonos móviles hasta los relojes, y estos envían datos constantemente a algún lugar en la nube. Con la denominada Internet de las cosas cada vez más cerca, la
cantidad de datos generados será ingente y sacarles partido será el santo grial de las empresas tecnológicas.

Google está trabajando para enlazar los mapas GPS con el itinerario y está usando el teléfono para gestionar el tráfico a través de Waze, y todo ello debería permitir en última instancia la conducción automatizada a través de Waymo. Las posibilidades son infinitas, pero por ahora son virtualmente imposibles de gestionar.

Los datos crecen, y los problemas también. La seguridad se perfila como la cuestión primordial y sigue siendo un área de gran crecimiento en la que conviven empresas consolidadas como Checkpoint y Fortinet con aspirantes a líderes como Proofpoint y Palo Alto.

Las infraestructuras necesarias para transmitir estos datos también deben desarrollarse: necesitamos más ancho de banda (más torres) y mejor conectividad (la inversión en 5G y banda ancha aumentará). Estas son todas las áreas donde he tomado posiciones, pero es un viaje que durará muchos años.

 

Conclusión


Asistimos a uno de los periodos empresarialmente más disruptivos de la historia económica. Al mismo tiempo, el contexto de bajas tasas de crecimiento anima a los inversores a premiar la certidumbre y el crecimiento allí donde lo encuentran.

El liderazgo de los gigantes tecnológicos orientados al consumo ha acaparado titulares, pero en mi opinión es demasiado estrecho. Se avecina una segunda oleada de crecimiento, liderada esta vez por los negocios que ofrecen tecnologías a las empresas.

Ciertamente, la tecnología se mantiene como una de las áreas más atractivas a medio y largo plazo y, más allá de lo obvio, existen importantes oportunidades de inversión en diferentes segmentos que transformarán la forma en que las empresas gestionan sus actividades".

 

 

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