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¿Y si los bancos centrales se está enfrentando al enemigo equivocado?
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¿Y si los bancos centrales se está enfrentando al enemigo equivocado?

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No sólo los inversores, sino también los bancos centrales se enfrentan a una situación sin precedentes, que supone todo un reto para sus políticas convencionales y extraordinarias, Paras Anand, director de renta variable europea de Fidelity, reflexiona en este análisis sobre el riesgo de centrarse en un problema que quizá no es el principal:

"Al parecer, los principales bancos centrales están dando un paso atrás, bien frenando el avance del naciente ciclo de endurecimiento o bien, en los casos del Banco de Japón y el BCE, manteniendo sus actuales programas de expansión cuantitativa con el fin de reducirlos a su debido tiempo.  

Las turbulencias de los mercados y los datos económicos desiguales han frenado a los halcones y tanto las acciones como las declaraciones de los principales bancos centrales reflejan el temor a que el cumplimiento de los objetivos de inflación declarados sea una posibilidad cada vez más remota.

De hecho, existe un argumento para decir que este fracaso es en parte culpable de las recientes turbulencias de los mercados; dado que los tipos de referencia son negativos en muchas zonas del mundo, existe el temor a que se hayan utilizado todas las palancas y, sin embargo, parece que la economía mundial tiene las mismas probabilidades de contraerse que de crecer.

¿Podría ser que los bancos centrales se estén enfrentando al enemigo equivocado, dada la que parece una concentración relativamente limitada sobre la inflación, y puedan estar contribuyendo a su propio fracaso por su recurso a una política monetaria cada vez más expansiva?
 
En un discurso pronunciado en Chatham House en el otoño del año pasado, el General Sir Nick Houghton disertó sobre la función de las fuerzas armadas en un mundo cada vez más complejo, donde la amenaza y la ocasión de enfrentamientos entre fuerzas simétricas están retrocediendo en comparación con la delincuencia organizada, los ataques cibernéticos, las catástrofes naturales, las migraciones masivas y otros fenómenos.  

En referencia a este nuevo panorama, el General Houghton se refiere a la idea de que "...es absolutamente posible que dos países estén en una situación de colaboración, competencia, confrontación y conflicto al mismo tiempo". El riesgo que pone de relieve es que tenemos una caja de herramientas del siglo XX para problemas del siglo XXI. Me pregunto si algo similar está ocurriendo actualmente en los bancos centrales.  

Comencemos por la concentración en la inflación. Primero, el objetivo de los bancos centrales no es la inflación per se, sino el logro de la estabilidad de los precios.  Se considera que unos precios suavemente crecientes son un indicador de una economía que crece de manera constante, y que una inflación excesiva o galopante es negativa; por tanto, el valor de una inflación modesta está en la sensación de confianza que puede generar en relación con la evolución de la economía y la autoridad (a falta de una palabra más adecuada) del banco central.

Volviendo a la complejidad del entorno a la que se refiere el General Houghton, existe el riesgo de que las fuerzas desinflacionistas de la economía sean un fenómeno del siglo XXI (el impacto del avance tecnológico) y que sean de naturaleza en gran parte positiva con respecto a la actividad económica, la productividad y el poder adquisitivo individual, pero que se estén juzgando a través de una lente del siglo XX como indicativas de falta de demanda.

Ahora bien, si dicha evolución es estructural y, en gran medida benigna, ¿por qué se convierte en algo contra lo que luchar? Más importante, al hacerlo, existe el riesgo de que los bancos centrales estén transmitiendo un mensaje erróneo acerca de la fortaleza fundamental de la economía subyacente y, en consecuencia, creando una falsa sensación de inseguridad.
 
Los mercados están sufriendo turbulencias por la hipótesis de que existe una relación lineal entre la relajación de la política monetaria y la actividad económica, y el temor a que una confianza frágil pueda dar lugar a un desplome de la velocidad del dinero.

Los bancos centrales harían bien en reconsiderar si “ganar” la batalla contra la inflación es deseable o necesario y, en cambio, considerar otras vías para fomentar una sensación de confianza en la economía mundial que, si bien no deja de tener problemas, conlleva un riesgo sistémico mucho menor que el que presentaba inmediatamente después de la crisis financiera. Esto reafirmaría la autoridad que, me temo, se está debilitando en este momento".

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