Instituto Español de Analistas Financieros (IEAF- FEF)
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Crisis y financiación de nuevas empresas: ¿quién plantará la semilla del emprendimiento en España?

Crisis y financiación de nuevas empresas: ¿quién plantará la semilla del emprendimiento en España?

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A lo largo de la historia, las crisis financieras han tenido entre sus grandes perjudicados a la actividad empresarial, particularmente por lo que se refiere a su impacto en la financiación. Sin embargo, mientras que para las grandes empresas ese impacto ha derivado en cambios en los patrones de su financiación, a quien realmente han afectado con consecuencias muchas veces dramáticas es a las estructuras más pequeñas.

La cultura financiera en nuestro país tiene, entre sus señas de identidad, un elevado nivel de bancarización, un fenómeno que tras la crisis de 2008 ha afectado a la salud financiera particularmente de las empresas pequeñas, y llevando a muchas de ellas al borde del abismo. En el caso de las grandes cotizadas, esta crisis ha provocado cambios en la estructura financiera de las compañías, tal y como se refleja en el peso de la deuda financiera sobre el activo, ratio que, en 2017, para las empresas del IBEX, fue del 33,8%, frente a un promedio del 40,2% entre 2011 y 2016 (García Coto et al, 2018).

En términos generales, el patrón evolutivo postcrisis de la financiación de la empresa española se ha caracterizado por un proceso de desapalancamiento derivado de la caída de inversiones, -por caída de la actividad económica-, y el estrechamiento de las vías de financiación externas (Garrote, Llopis y Vallés, 2013). La proporción de empresas españolas con restricciones a la financiación externa, que durante el peor momento de la crisis llegó a ser muy superior a la observada en el conjunto de la UEM, se ha ido reduciendo progresivamente, llegando a converger con los registros promedio del área del euro (Banco de España, 2016). Aún con esto, el nivel de deuda financiera en España continúa por encima del promedio de la UE-10 (Gil de San Vicente et al, 2018).

Esta situación desencadenó un proceso de desintermediación de la financiación de las empresas españolas. Aunque se trata de un fenómeno global, la intensidad de ese proceso ha sido, precisamente por ese mayor grado de bancarización, algo más marcada en España que en otras economías de nuestro entorno. Así, a partir de 2012 se eleva la financiación a través de acciones y otras participaciones (incluyendo los beneficios retenidos), y su peso alcanza casi el 60% del pasivo total (Martínez-Pina García, 2019, p. 110).

Sin embargo, en el caso de las PYMES la situación todavía no ha cambiado sustancialmente, si nos comparamos con el caso de otras economías de corte anglosajón. El panorama financiero para estas empresas supone una realidad particular que dista mucho de poder alcanzar los beneficios que a las grandes empresas les aportan los mercados de capitales. Este sector representa el 99,98% de las empresas españolas y del 74% del empleo del país, lo que según CEPYME, sitúa a la economía española como una de las más dependientes de las PYMES de toda Europa1. A estos datos hay que añadir que España se encuentra en el segundo puesto del ranking europeo (solo por detrás de Irlanda) en términos de contribución al empleo de las “empresas de alto crecimiento”, que representan el 15%, y que, además, crecen anualmente por encima del 25%, lo que nos sitúa en el cuarto puesto por esta ratio2. Por tanto, se trata de un sector que merece una atención especial, al haber sufrido las peores consecuencias de la crisis y no lograr beneficiarse de los avances positivos que las fórmulas de financiación alternativas ofrecen a las empresas que pueden acceder a los mercados de capitales.

Por otro lado, en los últimos años hemos sido testigos de un intensísimo apoyo por parte de las instituciones públicas a la puesta en marcha de nuevos proyectos y favorecer la creación de nuevas empresas. El fomento del emprendimiento ha sido seña y bandera de muchas y diversas políticas de ámbito nacional y regional, dado el papel que juega como motor de desarrollo de una economía. Esto le ha convertido en el foco principal de estudio de una vasta literatura en torno al fenómeno que supone el paso de un proyecto nuevo a una realidad empresarial, hasta el punto de que surge un campo de estudio propio que parece no tener relación con el sector empresarial al que aspira llegar cada proyecto de emprendimiento.

Entre los elementos principales de estudio se encuentra, sin duda, la problemática financiera específica que caracteriza al origen del proceso emprendedor. Así lo indican los expertos consultados por el proyecto Global Entrepreneuship Monitor (GEM) a lo largo de los últimos años que, al valorar las condiciones del entorno para emprender en España, mantienen entre los principales obstáculos para crear una nueva empresa las dificultades financieras. Se trata del factor más citado, concretamente, en el año 2018, por un 63% de los expertos consultados (GEM España, Informe 2018-2019).

Según los resultados de este Observatorio3, el origen de los recursos que los emprendedores emplean como capital semilla muestra cierto cambio de patrón significativo en los últimos años (gráfico 1). Más allá del radical peso relativo que tienen los ahorros personales en esta fase inicial, se observa una paulatina reducción de la financiación proveniente de las instituciones financieras en los últimos tres años analizados, y un incremento en el peso de los inversores especializados. Aunque todavía poco significativo (8,5% en 2018), este dato confirma el papel que adquirieren las fuentes de inversión privada profesional (venture capital y business angels) en nuestro país, aunque sea con gran retraso a lo que ya ocurre en otros países de nuestro entorno, en los que estas alternativas de financiación tienen una presencia mucho más destacada entre emprendedores.

Por su parte, los informes sobre actividad de los inversores privados profesionales en España muestran el crecimiento de esta financiación alternativa a la bancaria como un importante reactivo al fuerte período de sequía del crédito que siguió a la crisis financiera. Y, a pesar de que la banca ya está reaccionando ante la mejora de las condiciones económicas, existía la tesis de que ya el terreno había quedado abonado a los nuevos actores y estos llegaban para quedarse, con vocación, además, de incrementar su protagonismo.

Como es sabido la actividad de estos inversores se dirige a proyectos con un fuerte componente innovador y que ostentan un alto potencial de crecimiento rápido, y, por tanto, de beneficios elevados que compensen los riesgos asumidos. Los fondos son destinados a distintas fases de desarrollo de la empresa: el venture capital a las fases más tempranas de desarrollo (semilla y lanzamiento o startup) y private equity a las fases posteriores (de crecimiento y consolidación). En los gráficos 2a y 2b se observa, según datos de ASCRI, como esta actividad en 2018 alcanzó cifras muy destacables respecto del año anterior: el segundo mejor registro en captación de fondos nuevos desde los comienzos de la crisis financiera, y record histórico en inversión, tanto en volumen como en nº de inversiones (740 en 601 empresas, siendo el 92% PYMES). Aun así, son cifras muy alejadas de las de países de nuestro entorno (solo Reino Unido capta más de la mitad de los €97.000M captados en toda Europa).

Tanto en captación de fondos nuevos (crecimiento del 16,8%) como en capital invertido (incremento del 21,3%), la evolución positiva se debe al comportamiento de la actividad de private equity, lo que a priori es lógico dadas las mayores necesidades de capital en esas fases de desarrollo. Si observamos la apuesta del capital privado en las fases más tempranas de un proyecto empresarial, vemos que solo un 8,41% corresponde a fondos de venture capital, y es precisamente ahí, en las fases de siembra y lanzamiento del proyecto donde el capital necesario ha de ir más allá de los recursos financieros. Los inicios de un proyecto con alto potencial de crecimiento requieren inversores capaces de ofrecer financiación acompañada de asesoramiento y apoyo profesional en la gestión, así como su red de contactos, recursos tan valiosos como los financieros en el contexto de la actividad emprendedora.

En estas fases la figura del business angel viene a complementar la actividad de las firmas de venture capital, pero en niveles de financiación mucho menos exigentes. Según datos de AEBAN, en 2018 la cantidad media que cada inversor invierte en una startup se ha reducido a 37.600 euros, siendo el ticket más habitual 20.000 euros por inversión. Además, si bien es significativo el porcentaje de inversores que han ampliado su participación en una startup que ya formaba parte de su cartera (el 59%), no es menos importante el porcentaje de los que no han realizado ninguna inversión en el año, el 16%.

En definitiva, el diagnóstico de la capacidad inversora del capital privado en España es claro. Estamos lejos de que la inversión privada profesional se pueda considerar una fuente real de financiación semilla, fase en la que el emprendedor está todavía huérfano de una solución real al problema que viene arrastrando tradicionalmente. Si las fuentes de financiación tradicionales han quedado heridas por la herencia que dejan los años de sufrimiento postcrisis, es necesario crear las condiciones adecuadas para que el capital privado pueda desarrollar su actividad como complemento efectivo del sistema financiero tradicional. Lograr situar el apoyo financiero necesario en las fases más tempranas es una apuesta imprescindible para ofrecer oportunidades de inversión más interesantes para las fases de crecimiento.

Y, de repente… una nueva crisis

Y, de repente, una nueva crisis, sin preaviso, viene a empañar aún más el panorama de la financiación semilla descrito hasta aquí. Si el diagnóstico ya no era halagüeño, nos encontramos ahora en el punto de arranque de un nuevo contexto en el que cualquier previsión acerca del impacto que el Covid-19 tendrá sobre el orden mundial está cargada de interrogantes.

Sobre el impacto de la pandemia en la actividad emprendedora surgen los primeros análisis basados, por un lado, en información extraída de forma puntual de las empresas, y, por otro, de inversores privados, que afrontan un panorama radicalmente nuevo y desconocido. Si ya es escasa su representatividad en nuestro país como fuente impulsora de nuevos proyectos, ¿qué futuro cabe esperar si tenemos en cuenta este cisne negro que ha irrumpido en la vida de los emprendedores? Estamos todavía en una fase muy temprana para avanzar posibles escenarios, pero podemos vislumbrar algunas consecuencias esperadas.

En España, se detecta ya una clara preocupación en el ámbito de las startups por la financiación. Un estudio de la aceleradora Wayra, elaborado en este mes de abril, muestra que casi un 30% de las empresas esperan fuertes caídas de sus ingresos (casi un 30% estiman que caerán más de un 50% respecto de lo previsto), y una mayor dificultad para financiarse en los próximos meses. Precisamente los negocios que se enfrentan a un mayor riesgo son aquellos que están en búsqueda activa de inversión (54%), y, aunque ante esta crisis un 36,4% de las empresas están buscando financiación a través de programas de ayuda pública y subvenciones, hay un 32,2% que está recurriendo al capital privado especializado procedente de business angels y venture capital, y solo el 17% recurriendo a préstamos bancarios.

Del lado de la oferta de financiación, el Observatorio Pitchbook de Morningstar, ofrece algunos indicios sobre el impacto en la financiación de las startups en EEUU. Según esta fuente, los dos últimos años fueron récords en el ecosistema de inversión de riesgo, tanto en términos de número de acuerdos de financiación como del valor de los mismo. Las buenas cifras continuaron durante el primer trimestre de 2020, con un valor total de $34.200 millones. Pero en el “nuevo mundo”, transformado por el coronavirus, las startups y el ventura capital está entrando en un período de transición, y se espera que estas tendencias disminuyan debido a las consecuencias de Covid-19 y el clima económico actual4.

Por su parte, la compañía 500 Startups ofrece una visión preliminar a partir de las opiniones de una muestra de inversores, siendo tres de cada cuatro identificados como empresas de venture capital y business angels. Un 83% afirman que la crisis sanitaria está teniendo un impacto en su actividad actual o lo tiene en sus planes de inversión. Aunque muchos aún no han decidido cómo van a cambiar sus estrategias de inversión, el 26% mantendrá el volumen de inversión previsto antes del Covid-19 y un 42% prevé reducir su inversión. Al preguntar por posibles cambios en cuanto a la fase de inversión, el 53% invertirá en las mismas etapas que tenía planificadas, y con respecto a las fases más tempranas, un 20% prevé una reducción en su inversión semilla, y solo un 11% planifica incrementar su inversión en esta fase. En su opinión mayoritaria (un 84%) el impacto en las fases tempranas será, en mayor o menor medida, negativo, y este impacto durará para la mayoría (63%) entre uno y dos años.

Un aspecto común en los análisis presentados parece ser un cambio de interés en los sectores hacia los que se dirige el capital privado. El estudio de 500 Startups muestra que para más del 80% de los inversores se ha incrementado el interés por industrias específicas afectados por el Covid-19, destacando entre estos la atención médica (47%) y las soluciones de trabajo remoto (42%). En nuestro país, los datos de AEBAN mostraban en 2019 un dato significativo ya en el mismo sentido, ya que las actividades relacionadas con las ciencias de la vida (salud, biotecnología, farmacia) ocupan un destacado tercer puesto en el interés de los business angels.

Así pues, visto que una de las consecuencias más inminentes que ya están sufriendo las empresas de nueva creación es la falta de recursos para financiar sus operaciones, nunca como ahora se pone de manifiesto la necesaria complementariedad entre distintos proveedores de financiación. Ante las dificultades de acceso a otras fuentes de recursos, los emprendedores pasan a depender totalmente de sus ahorros personales, de las subvenciones y de la inversión privada para financiar su crecimiento y desarrollo.

En este contexto, tanto la UE como los Estados miembros deberían adoptar inmediatamente medidas extraordinarias para proporcionar al ecosistema de investigación, innovación y emprendimiento el acceso a los recursos necesarios para financiar sus necesidades de capital y evitar las pérdidas masivas de puestos de trabajo, garantizando la continuidad de las empresas e innovaciones. Con unas bases sólidas la inversión privada podrá mantener su apuesta por aportar la simiente que necesitan los proyectos empresariales que hoy, en medio de esta pandemia, se revelan como verdaderos motores del nuevo contexto de la actividad emprendedora y que aportan rendimiento para el conjunto de la sociedad.

[1] “La economía española es una de las más dependientes de las pymes de toda Europa”, 30/01/2018. CEPYME. Recuperar.
[2] Según definición de Eurostat, aquellas que experimentan un crecimiento medio anualizado del número de empleados superior al 10% anual durante un período de tres años y al menos 10 empleados cuando comenzó el crecimiento. Recuperar.
[3] El Observatorio de Emprendimiento de España es un proyecto creado por la red de 19 equipos regionales de investigadores del entorno académico y empresarial que conforman el proyecto GEM España, y analiza anualmente la actividad emprendedora de nuestro país (www.gem-spain.com).
[4] Venture Monitor Report, Abril 2020. Recuperar.
REFERENCIAS CITADAS
AEBAN (2019). Informe Business Angels 2019: La inversion en Start ups: actividad y tendencias. Recuperado de www.aeban.es
ASCRI (2019). Informe de actividad Ventura Capital & Private Equity en España. www.ascri.org. Recuperar.
Banco de España (2016). Informe anual 2016, cap. 2. La financiación de las sociedades no financieras españolas y sus decisiones de inversión. Recuperar.
García Coto, D.; Carbonell, J.; Gómez, A. y Gallar, J. (2018). “La estructura de financiación de las grandes cotizadas se acerca al modelo anglosajón”. Servicio de Estudios de BME. Recuperar.
Garrote, D., Llopis, J. y Vallés, J. (2013). Los canales del desapalancamiento del sector privado: Una comparación internacional. Documentos Ocasionales, 1302. Banco de España.
Gil de San Vicente, I; Murciego, A.; Sisti, E. y Vivanco, D. (2018). Informe económico-financiero y riesgo de crédito de la empresa vasca. Cuadernos Orkestra num. 36, Instituto Vasco de Competitividad - Fundación Deusto. Recuperar.
Global Entrepreneuship Monitor (GEM): Informe GEM España, 2016, 2017-2018, 2018-2019. RedGEM España, CISE, Edita Universidad de Camtabria.
Martínez-Pina García, A.M. (2019). Intermediación financiera no bancaria, Revista Estabilidad Financiera, num. 37. Recuperar.
Wayra (2020). “Impacto económico COVID-19 en Startups”. Recuperar
500 Startups (2020). “The Impact of Covid-19 on the Early-Stage Investment Climate”. Recuperar.
 
Autor:

Loreto Fernández Fernández. Profesora del departamento de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidade de Santiago de Compostela. Directora del equipo GEM Galicia. Presidenta de IEAF Galicia.

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