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¿De qué forma afectarán las negociaciones del Brexit a los mercados europeos?
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¿De qué forma afectarán las negociaciones del Brexit a los mercados europeos?

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Inmediatamente después del referéndum sobre la salida del Reino Unido de la UE muchos analistas rebajaron drásticamente sus previsiones de crecimiento sobre el PIB británico. Sin embargo, la economía ha excedido muchos de estos pronósticos al mantenerse el crecimiento más o menos constante en porcentajes de entorno al 1,5%. No obstante, la estabilidad de la expansión económica del Reino Unido contrasta con la aceleración de la actividad que hemos podido observar en muchas otras partes del mundo. Así, el país ha pasado de compartir el primer puesto de la clasificación del G7 en 2016 a ser el penúltimo en 2017. El repunte de la libra, el consiguiente incremento en la inflación, y la contracción de los ingresos reales han sido factores determinantes para este peor comportamiento. Por su parte, las mediocres cifras de gasto corporativo –fruto de la postergación de inversiones por parte de las empresas– han jugado también un importante papel en el mismo.

Las negociaciones avanzan tras acordarse un periodo de transición hasta diciembre de 2020

Aunque el Reino Unido abandonará formalmente la UE en menos de un año, ambas partes han pactado un periodo de transición que abarcará del 29 de marzo de 2019 al 31 de diciembre de 2020 y dará a las empresas tiempo para adaptarse a la nueva relación comercial. 

Ahora, todas las miradas están puestas en el principio de acuerdo sobre los términos de la relación comercial definitiva entre ambas regiones. El objetivo es alcanzar un pacto general antes de octubre para que el “Acuerdo de Retirada” pueda ratificarse legalmente antes de marzo de 2019. Una vez cerrado este, los detalles del mismo irán concretándose durante el periodo de transición.

El desafío de la relación futura

Para poder alcanzar un acuerdo sobre la relación futura, ambas partes deberán asumir compromisos desde su situación actual. La postura de la UE consiste en impedir que el Reino Unido adopte un enfoque de “selección a conveniencia” y hacer valer la indivisibilidad de las cuatro libertades fundamentales de la UE, es decir, las relativas a la circulación de bienes, servicios, mano de obra y capitales. En términos generales, la lista de aspiraciones del Reino Unido incluye:

  • continuar accediendo al libre comercio de bienes y servicios con la UE;
  • no establecer fronteras físicas entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda;
  • poder suscribir tratados de libre comercio con otras regiones del mundo;
  • someterse a la jurisdicción de los tribunales británicos en lugar de a la del Tribunal de Justicia Europeo;
  • controlar la inmigración; y
  • no contribuir de manera significativa al presupuesto de la UE.

Si bien el Reino Unido deberá renunciar o, en su defecto, flexibilizar en gran medida algunas de estas “líneas rojas”, la negociación se antoja complicada a la vista de las férreas posturas que el Partido Conservador posee respecto de ellas. Que el Reino Unido disponga de capacidad para negociar tratados comerciales con otras regiones del mundo complica enormemente el establecimiento de un pacto aduanero con la UE, ya que esta última dejaría de contar con una frontera claramente definida desde la que supervisar la entrada de mercancías. En caso de que no se alcance dicho pacto aduanero, el problema de la frontera con Irlanda del Norte será difícil de solucionar (si bien el gobierno considera que, llegado el momento, podrá encontrarse una solución tecnológica al problema). 

No obstante, existe la posibilidad de prever soluciones “mutuamente aceptables” sobre otras cuestiones. Por ejemplo, en lo que respecta al estado de derecho, ya se ha acordado la formación de un comité conjunto de representantes del Reino Unido y la UE que se encargará de supervisar la implantación del Acuerdo de Retirada. Además, este podría conformar la base de un tribunal de arbitraje con mayor recorrido. Por otra parte, uno de los compromisos en materia migratoria podría consistir en que los ciudadanos de la UE disfrutasen de un trato preferente en el marco de un eventual nuevo sistema migratorio. Y en último término, el Reino Unido podría tener que aceptar que, si desea acceder al mercado de 10 billones de GBP que representará la UE una vez consumada su salida, deberá contribuir a su mantenimiento mediante aportaciones al presupuesto comunitario.

Razones para el optimismo

Son varios los motivos que invitan a confiar en que se alcanzará un acuerdo que permitirá al Reino Unido y la UE seguir comerciando libremente con sus bienes y servicios sin incurrir en excesivas desavenencias. Dado el gran superávit comercial de bienes que la UE posee con respecto al Reino Unido, redunda en el interés de la primera alcanzar un pacto sobre esta cuestión. 

Sin embargo, la Unión también podría beneficiarse de que el eventual tratado incluyese también los servicios. El sector de los servicios financieros británico –cuyo grueso de actividad se concentra en Londres– es un importante ecosistema que contribuye a satisfacer los requisitos de financiación de las empresas de toda Europa. Los planes de contingencia que cada banco estableció poco después del referéndum revelaron que era altamente probable que dicha industria se fragmentarse por diferentes países europeos tras el brexit. Es muy probable que la desintegración de dicho ecosistema suponga un incremento del coste de capital para las empresas. Además, muchos de los planes de contingencia señalaron a Fráncfort como destino preferente. En cambio, previamente Alemania consideró poco conveniente desarrollar un sector financiero potente a la vista de que este pudiese requerir de la inyección de fondos públicos en el supuesto de una crisis financiera (tal y como se puso de claro manifiesto en 2008). Por ende, mantener al Reino Unido como centro financiero podría ser favorable para los intereses de la UE. 

Desde nuestro punto de vista, el acuerdo preliminar sobre la transición apunta en esta dirección, ya que la industria de los servicios financieros era uno de los sectores clave que demandaban su adopción.

Al comienzo del ejercicio éramos de la opinión de que los mercados británicos seguían aplicando una importante prima al “hard Brexit”. Aunque la libra esterlina se había revalorizado frente al dólar, tal evolución era, en gran parte, reflejo del descenso generalizado experimentado por la moneda estadounidense. En comparación con una canasta de otras divisas y el euro, la libra no se encontraba excesivamente lejos de los mínimos alcanzados inmediatamente después de la recesión.

Las expectativas sobre los tipos de interés en el país también han permanecido en niveles bajos. Antes del referéndum, el pronóstico generalizado era que el Banco de Inglaterra replicaría las políticas de la Reserva Federal estadounidense. Tras este, en cambio, ambos organismos tomaron caminos distintos, ya que el Banco de Inglaterra aplicó políticas más expansivas con el fin de respaldar la economía en un periodo de contracción de los salarios reales y debilidad en la inversión empresarial.

Implicaciones para la inversión

El acuerdo de transición ya ha supuesto subidas tanto en la libra esterlina frente a la mayoría de pares de divisas como en las expectativas de aumento de los tipos de interés en el Reino Unido. A día de hoy, creemos que el Banco de Inglaterra incrementará los tipos en el mes de mayo. Así las cosas, si las negociaciones de los próximos meses dan como resultado compromisos y pactos sobre el principio de acuerdo, no descartamos que se produzcan subidas adicionales en la moneda y en las previsiones de incremento de los tipos de interés en el Reino Unido. 

En cambio, el impacto de todo lo anterior sobre la renta variable británica es más difícil de evaluar. El 70% de las ganancias del FTSE 100 proceden del extranjero. En consecuencia, la subida de la libra esterlina conlleva una reducción de los beneficios repatriados y, muy probablemente, ejercería presión bajista sobre el precio de estos valores. Sin embargo, el precio de los títulos de pequeña capitalización domésticos podría evolucionar al alza en caso de que hubiera indicios sobre un posible acuerdo. 

Aunque hay razones para ser optimistas sobre la consecución de dicho pacto, su formalización puede demorarse varios meses, durante los cuales la volatilidad política y bursátil podría ser importante. De hecho, las cosas aún podrían ir mucho peor antes de mejorar.

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