¿Qué se entiende por sistema financiero? ¿Es importante rescatarlo? ¿Cómo lo regulamos?

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El sistema financiero de una economía puede definirse como el conjunto de instituciones, medios y mercados cuyo fin primordial es canalizar el ahorro que generan los agentes económicos con capacidad de financiación hacia aquellos otros que, en un momento dado, tienen necesidad de financiación.

En resumidas cuentas, el sistema financiero es el conjunto de mecanismos a través de los que se ponen en contacto ahorradores e inversores, y que permiten compatibilizar las preferencias y las necesidades de unos y otros en cuanto a importe, plazo, rentabilidad y riesgo. 

Es por esto por lo que es tan importante mantener un sistema financiero sólido que permita que se puedan desarrollar los proyectos de inversión de una economía y que contribuya al crecimiento económico, sostenible y generador de riqueza. Algunos consideran que estamos inmersos en un proceso de aumentar en exceso la regulación del sector, pero el objetivo es anticiparse y minimizar los costes que generan las crisis y los fallos del mercado propios e inherentes al mismo sistema.

Pero, ¿hacia dónde nos estamos dirigiendo en este proceso de globalización?

Simplificándolo mucho, observamos que se ha incrementado la riqueza financiera en general, pero en particular la de “carácter ficticio” y esto pone en peligro la recuperación. El exceso de liquidez se emplea en operaciones que no incrementan la riqueza de la economía real, esto es, industrial, energética o alimentaria. 

En el último informe del Banco Mundial, titulado “Perspectivas económicas mundiales”, las proyecciones de crecimiento global se han reducido desde el 2,9% al 2,4%. Y esto viene a decir, que nueve años después de iniciarse la crisis financiera global, la economía mundial no ha podido recuperarse en su totalidad. Existen varias razones, pero es evidente que las medidas adoptadas no han estado coordinadas. Por un lado, Estados Unidos adoptó unas políticas monetarias expansivas para estimular el crecimiento y disminuir el desempleo y en Europa, se aplicaron medidas de austeridad, para equilibrar las cuentas públicas, pero que han provocado estancamiento.

Algunos economistas apuntan a una explicación más global, relacionada con un problema estructural. Pese a las medidas adoptadas, todavía prevalece un esquema de desarrollo mundial basado en priorizar al sector financiero sobre el resto. Este modelo conduciría a nuevas crisis y de tamaños mayores.

Observamos que el modelo teórico de libre competencia en el que el sector financiero es intermediario entre los ahorradores y las necesidades de crédito para proyectos productivos, no sólo actúa así. El sector financiero se ha convertido en un fin en sí mismo. Esto quiere decir, que el modelo original en el que se establecía que la retribución del capital se generaría por la diferencia entre los tipos de interés de los ahorros y los de los préstamos (retribución por el riesgo de la inversión), ha evolucionado a un modelo en el que los rendimientos también se obtienen a través de innovaciones financieras y productos derivados que han ido creando un sistema global(ganancias por acertar en la apuesta).

Estos productos derivados se componen de un extenso catálogo de instrumentos financieros, como son las opciones, futuros, swaps, permutas crediticias, CDS,...Y la evolución de este fenómeno tiene como resultado que desde 1980 a 2014 hemos pasado de unos activos financieros de 12 billones a 294 billones de dólares. Y los contratos por derivados han pasado de un billón a 624 billones de dólares. Representando un 70% de los activos financieros a nivel global. Para que nos hagamos una idea, en 1980 los derivados eran aproximadamente el PIB agregado mundial y han pasado a representar 10 veces la generación de riqueza.

En la última década, se ha incrementado la regulación del sector financiero, pero la sofisticada evolución de las transacciones, ha hecho que se incrementen la tipología de operaciones que han crecido en la sombra de esa regulación. De manera que el volumen de operaciones “fuera de mercado” (conocidas como OTC –Over The Counter-) se ha multiplicado por cinco. Crecen como champiñones. Estas operaciones tienen ciertas ventajas, como la capacidad de cubrir riesgos, tomar posiciones especulativas, flexibilidad en los nominales o ventajas en costes por no operar en mercados oficiales. (Vamos, en otros sectores, sería el equivalente a una especie de contrabando o mercado opaco, dentro de la legalidad). Pero pueden ser operaciones poco líquidas, sin mercado secundario o sin que exijan una cámara de compensación que elimine el riesgo. La cantidad de este tipo de derivados ha pasado de doblar el PIB mundial a multiplicarlo por ocho durante la última década (algunos cálculos estiman en once veces).

A modo de ejemplo y por concretar, detallamos por orden de volumen de contratación. Los derivados de tipos de interés suponen el 80% de los derivados OTC, aunque su ratio de contratación se ha mantenido constante. Los derivados en divisas suponen un 10% y su valor se ha mantenido en los 60 billones de dólares. Los derivados de CDS se han disminuido un 56% (nadie se fía de nadie para asegurar los riesgos de impago). Los derivados OTC de equity y commodities suponen el 3% y su contratación también se ha reducido. En ocasiones, un aumento de regulación a nivel mundial, a través de medidas como la implantación de la “tasa tobin en Europa” a las transacciones financieras, incentivan la contratación y especulación a través de este tipo de mercados OTC donde no hay regulación.

Teóricamente, este fenómeno de “financiarización” implicaría que en el mundo hay exceso de recursos financieros, de crédito, de liquidez y por lo tanto de riesgo. El sistema financiero se ha desconectado de las necesidades reales de los sectores productivos. Este exceso de recursos no se utiliza para invertir en sectores industriales, infraestructuras, alimentación, energía u otros que puedan contribuir a generar riqueza material que satisfaga necesidades o demanda de los consumidores. Simplemente se utiliza en transacciones financieras especulativas de tipo artificial sin valor, puesto que se materializan en apuntes virtuales, papeles, o “cromos del Coyote”.

La trayectoria que sigue el sistema genera desequilibrios en las balanzas. El feroz incremento de riqueza ficticia que sobrepasa el volumen de producción y de comercio mundial nos conduce sistemáticamente a potenciales crisis de mayores magnitudes. 

Paralelamente, este modelo hace que la deuda mundial haya crecido en 60 billones de dólares entre 2007 y 2014, situándonos en un total de 200 billones de dólares. Algo sin precedentes en la historia de la humanidad. La realidad supera a la ficción y a lo racional. 

Esto podría explicar un estancamiento endémico en el crecimiento de la economía mundial y a pesar de todos los esfuerzos y medidas adoptadas, no se supera una crisis que empezó hace casi 10 años. Y lo que podría ser peor, que vayamos a crisis de dimensiones impredecibles.

Hemos creado un monstruo y ante este escenario, habría que enfrentarse adoptando medidas que desactiven su propia retroalimentación. ¿Pero cómo? Con un plan global para regular el sistema financiero, liderado por una organismo supranacional y las principales instituciones financieras multilaterales. Y sobre todo, es muy importante que la regulación no sólo venga inducida por los propios mercados financieros, que desarrollan una función vital para la economía real, sino por los mercados no regulados, que mueven entre 8 y 11 veces el PIB mundial.

Es necesario un cambio. La fuerza de los que se oponen, en defensa de sus privilegios, nos pone en peligro a todos.

Trinitario Royo - @troyo_FN

Director de Desarrollo de Negocio

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