Las potencias del eje

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23 de junio de 2014

La alemana Siemens y la japonesa Mitsubishi Heavy Industries presentan una oferta conjunta sobre parte del negocio de la francesa Alstom. La japonesa Mitsui Chemicals y la alemana BASF llegan a un acuerdo para el desarrollo conjunto de insecticidas. Dos noticias de actualidad que ponen de manifiesto la colaboración de las empresas de las antiguas potencias del eje, de las dos grandes economías industriales, ayer exportadoras, hoy globales.

Volkswagen, una vez rota hace un par de años su relación con Suzuki, colabora con Mitsubishi Motors, tras la ruptura, hace diez años, de la relación que unía a la japonesa con Daimler, que llegó a tener un 34% de su capital.. Pese a ello, la principal aliada europea de Mitubishi Motors es hoy la francesa Peugeot, aunque su relación no alcanza la integración alcanzada por Renault y Nissan.

La gran ingeniería, la relacionada con el transporte o la energía, es un mercado en el que cada vez quedan menos actores. Hace décadas había una docena de actores relevantes: tres o cuatro norteamericanos, algún británico, algún francés, algún escandinavo, dos o tres alemanes, dos o tres japoneses, un coreano, un italiano. La globalización hará aparecer nuevos actores, sin duda chinos, y forzará la concentración de la docena tradicional en dos o tres actores generalistas con margen para otros dos o tres en ciertas especialidades. En ingeniería energética General Electric será la gran ingeniería americana. Siemens la europea. Mitsubishi la asiática, por lo menos hasta que una china tome el relevo. En automoción también se reducirá el número de actores, sin que podamos pronosticar mucho más que, con seguridad, los alemanes liderarán el proceso.

Entenderse con los japoneses, entender a los japoneses, no es fácil. De mi primer viaje a Japón siempre me gusta contar una anécdota que considero ilustrativa de los riesgos que entraña para un occidental el mercado japonés. Entré, solo, en un restaurante. Pedí la carta. No había versión en inglés, el nombre de todos los platos venía en japonés. Los precios no estaban expresados en números arábigos, sino en números también japoneses, ininteligibles para cualquiera que no domine dicho idioma. He batallado con cartas de restaurante en húngaro y, aunque he llegado a pedir un plato sin saber qué comería, por lo menos sabía cuánto me costaría. En Japón, no. Pedí un plato de la primera página, uno de la tercera, y uno de la quinta y última página de la carta, pensando que, de acuerdo con la lógica occidental, sería un primero, un segundo y un postre. No fue así, pero esto es lo de menos. Hasta que no pasaron la tarjeta de crédito por la maquinita no pude ver un número arábigo que me proporcionara una idea de cuántos yenes había consumido.

Algo parecido les debe haber sucedido a los fabricantes alemanes de automóviles a tenor de las múltiples idas y venidas que han tenido con los japoneses. Y lo mismo podemos decir de las alianzas entre químicas o ingenierías. Hace setenta y cinco años Japón y Alemania fueron capaces de ponerse de acuerdo para competir contra China y Rusia. Quizás hoy, las potencias del eje, puedan también hacerlo para colaborar en su desarrollo.

Josep Prats

 

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