La tontería del bitcoin

La tontería del bitcoin

Me gusta
Comentar
Compartir

17 de enero de 2018

 

Me había propuesto firmemente no escribir nada sobre el bitcoin. Intento no perder el tiempo hablando de tonterías en horas de trabajo. Hace algunas semanas, en una conferencia ante inversores en Valencia, sin embargo, no pude evitar, en el turno de ruegos y preguntas, tener que responder a una cuestión que me planteó uno de los asistentes. ¿Qué piensa usted del bitcoin?

Intenté dar una respuesta breve pero clara.  Mire usted,  lo único que le puedo asegurar es que el bitcoin no vale nada, y que su precio terminará por converger con su valor fundamental, que es cero. Lo que no sé responderle es cuánto tiempo tardaremos en llegar a ese punto, si bastarán algunos meses o podemos tardar varios trimestres. Tampoco sé hasta cuánto podrá subir su precio antes de iniciar su recorrido hasta su valor fundamental, que es cero. Dependerá del número de incautos que se vayan sumando a la tontería.

Lo que hace un par de años era una tontería sin importancia, en la que estaban empantanados  apenas algunos centenares de millones de dólares, ha ido cogiendo peso y ha llegado a ser una tontería de grandes dimensiones. Hace un mes, cuando llegó a cotizar cerca de 20.000 dólares “la pieza virtual”, el valor agregado, a precios de mercado, de los bitcoins que dicen que hay en circulación (unos 17 millones, aunque nadie haya visto ninguno), superaba holgadamente los 300.000 millones de dólares.

Hemos pasado en un par de años de tener una burbuja de un orden de magnitud parecido a un pequeño valor de la bolsa española, a tener entrampado un volumen de dinero equivalente al valor bursátil de una de las cinco mayores compañías del mundo. Ante tamaño éxito, y en vista de que el número de ingenuo-codiciosos no era nada despreciable, no es extraño que en los últimos meses hayan salido innumerables competidores al bitcoin original (con nombres tan ilustrativos como ethereum, o litecoin, que nos dan una idea de la ligereza del asunto), para poder recibir el dinero que tan generosa, como temerariamente, están dispuestos a  jugarse en algo que es peor que una lotería (las loterías reparten la mitad de la recaudación en premios), en algo que es simplemente un juego de la pirámide.

Hay que ser realmente muy cándido (nunca hubiera pensado que entre jóvenes con formación universitaria en economía, y no pocos de ellos trabajando ya en los mercados financieros, pudiera haber tanta inocencia), para enviar una transferencia bancaria, o un pago con cargo a una tarjeta de crédito, a cualquiera de las múltiples y variopintas páginas web que están dispuestas a recibir dicho dinero a cambio de decirte que ya tienes una pequeña parte en un código alfanumérico que te identifica como  propietario de una criptomoneda. Dejando aparte que la criptomoneda, sea ya de por sí un concepto muy críptico, muy oscuro, y que sea absolutamente inmaterial, lo asombroso del caso es que hay gente que “la está comprando” a alguien que no hay manera de saber si la tiene o no la tiene.

En lo que llevamos de año lo que cotizaba a 20.000 dólares ya cotiza por debajo de 10.000. No sabría decirles si aparecerán nuevos buscadores de fortuna que reviertan temporalmente el proceso de normalización de precios. Pero, indefectiblemente, la tontería terminará con la pérdida de todo el dinero que ha acudido al juego. Haber perdido la mitad de lo que se ha jugado creo que es un castigo justo para la codicia. Perder la mitad es perder lo que se pierde en la lotería. Como me temo que hay algunas personas a las que aprecio que pueden haber entrado en el juego, me veo moralmente obligado a advertirles de algo que para mí es evidente. Si siguen jugando, lo perderán todo.  

Invertir es poner el dinero a trabajar, dar dinero a empresas en forma de deuda o capital a cambio de intereses o dividendos para que produzcan bienes o servicios y obtengan beneficios. Comprar algo que no produce nada esperando que su precio suba es especular. Y si ese algo, como es el caso del bitcoin, es tan inmaterial e inseguro que no se puede ni tan siquiera afirmar que realmente existe, y se paga dinero por ello esperando que venga otro después al que darle el pase porque, aunque igualándonos en ignorancia nos supera en codicia, es un juego muy peligroso.

La única pena que me quedará cuando la tontería haya terminado, es que habrá ocupado durante un tiempo relevante, páginas de información, minutos de televisión, y  horas de conversación, en medios pretendidamente relacionados con el mundo de la inversión. Y, al final, para los que nos tomamos la inversión en serio, ser encuadrados, ni que sea temporalmente, en el mundo del juego, no es agradable.

Josep

 

 

 

 

 

 

 

0 ComentariosSé el primero en comentar
User