¡SUBVENCIONES Y OLIVOS MILENARIOS!

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¡Olivos milenarios, subvenciones y demás...!

Ya desde pequeñito miraba con cierto recelo a un simpático elefante volador de la casa Disney. En fin, que los paquidermos, a pesar de sus grandes orejas, no han sido, dada su corpulencia y elevado tonelaje, diseñados para volar. Pero claro, tampoco la oronda abeja es muy aerodinámica y vuela, vuela porque no sabe que si por sus líneas fuera, no debería levantarse del suelo. Si ya parece extraño el planeo de Dumbo, qué me dirían de un olivo volador.  Definitivamente, los olivos nacen para, y con la intención de permanecer, hasta su muerte, en su tierra natal, fuertemente arraigados al suelo. Pero, claro está, algún olivo es arrancado, transportado y colocado en jardines y rotondas, con la única finalidad de adornar o revalorizar el entorno. Y ustedes se preguntarán, sobre todo si han visto la última película de Iciar Bollain: ¿Y es eso malo?  ¿Son tan desaprensivos los que arrancan, sin miramientos, nuestras viejas oliveras?

Siempre he creído en el libre mercado y en el libre intercambio de mercancías, sin aranceles ni barreras geográficas limitantes. Claro, con matices (de nuevo mis contradicciones perpetuas), que el ser humano es hasta capaz de acabar (si papá Estado no vela por ellas) con ciertas especies, fruto de su ambición desmedida.

He podido comprobar que los márgenes (retornos sobre el capital, beneficios sobre las ventas...) de los intermediarios que se dedican a la compra- venta de olivos milenarios son excepcionalmente altos. Todavía no tengo claro si esos márgenes son consecuencia de un gran moat pero, probablemente, así sea.

Ciertamente, y con la intención de revalorizar el producto, se ha abusado del término milenario y hasta se ha definido un criterio -a mi entender totalmente arbitrario- para incluir a un olivo en esa categoría:  3,5 metros de perímetro a una altura de 1,30 metros del suelo.  Piénsenlo dos veces, según ese criterio, Fernando Romay debería ser, infinitamente, mucho más viejo que Mariano Haro. Francamente difícil determinar la edad de un ancestral olivo, pues la madera de más de 200 años tiende a la putrefacción, conservándose únicamente la madera externa, mucho más joven. Está bien que algunas comunidades del Levante protejan a sus olivos milenarios y hasta que produzcan aceite de olivos milenarios -para sibaritas de lo absurdo-  a 80 euros el litro, como si ese aceite no fuera un aceite joven, del año en curso.

Las subvenciones..., la perversas subvenciones. Me pregunto qué inteligencia suprema ha decidido que las ayudas no deben darse en función de la producción sino del número de olivos.  Díganle a una agricultor que no arranque sus viejos olivos, y que no sustituya uno de esos olivos "milenarios", en ese mismo espacio,  por media docena de jóvenes ejemplares y cobrar, con ello, seis veces más de las arcas públicas. Esas subvenciones incentivan (como diría Munger: los perversos incentivos) a que nuestros viejos olivares sean arrancados y vendidos para leña. Y aquí es donde entran nuestros "aprovechados" intermediarios, que con sus coches de gama alta (recordemos los elevados retornos del negocio) no hacen otra cosa que comerciar y salvar -gracias al libre mercado (donde todavía existe)- algunos de esos magníficos ejemplares que, de otra forma, estarían condenados a ser pasto de las llamas.

Como siempre, no me hagan mucho caso, que desvarío las más de las veces.

 

 

 

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