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Comparando lo tradicional con activos alternativos

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Durante décadas, los inversores han construido sus carteras a partir de dos grandes clases de activos: la renta fija y la renta variable. Sin embargo, en los últimos años, los activos alternativos han ganado protagonismo como una vía para mejorar la rentabilidad, diversificar el riesgo y acceder a oportunidades distintas a las del mercado cotizado. Entender en qué se diferencian estos enfoques es clave para adaptar tu estrategia a un entorno económico más complejo y volátil. 

Renta fija: estabilidad con retorno limitado 

La renta fija engloba instrumentos como bonos del Estado o deuda corporativa. Al invertir en renta fija, el inversor presta dinero a cambio de un interés, que se paga de forma periódica, y de la devolución del capital al vencimiento. 

Este tipo de activo se percibe como más seguro, especialmente cuando se trata de emisores solventes. Sin embargo, esta seguridad tiene un coste: la rentabilidad suele ser limitada, especialmente en contextos de tipos bajos o inflación elevada. Además, aunque el nombre sugiere estabilidad, no está exenta de riesgos: una subida de tipos puede provocar caídas en el valor de mercado de los bonos. 

Renta variable: más rentabilidad, más volatilidad 

La renta variable se refiere principalmente a acciones de empresas cotizadas. A diferencia de la renta fija, aquí no hay un retorno garantizado: el valor de la acción depende del desempeño de la empresa y de la percepción del mercado. La rentabilidad potencial es mayor, pero también lo es la volatilidad. 

Invertir en bolsa permite diversificar por sectores y geografías, y ofrece liquidez inmediata, lo que lo hace accesible y flexible. Sin embargo, el comportamiento del mercado está sujeto a factores externos —económicos, políticos y psicológicos— que pueden provocar caídas abruptas, incluso en empresas sólidas. 

Activos alternativos: el universo fuera del mercado cotizado 

Los activos alternativos engloban una amplia variedad de inversiones fuera de los mercados tradicionales. Entre ellos destacan el venture capital, el private equity, el real estate o las criptomonedas. Cada uno tiene sus propias dinámicas, riesgos y oportunidades. 

El venture capital (VC) y el private equity (PE) consisten en invertir en empresas no cotizadas, ya sea en fases muy tempranas (VC) o más maduras (PE). Estas inversiones ofrecen rentabilidades potencialmente elevadas, pero conllevan un riesgo considerable y una baja liquidez: no es fácil salir antes del evento de liquidez (como una venta o salida a bolsa). Además, requieren tiempo y paciencia: los retornos pueden tardar años en materializarse. 

El real estate o inversión inmobiliaria combina la generación de rentas (por alquiler) con la posibilidad de revalorización. Aunque es un activo tangible, también requiere una gestión activa y puede verse afectado por factores macroeconómicos o cambios regulatorios. Su liquidez también suele ser limitada, especialmente si se invierte directamente en inmuebles. 

Por último, las criptomonedas representan una categoría emergente y disruptiva, caracterizada por su alta volatilidad y su independencia de los mercados financieros tradicionales. Aunque han despertado gran interés por su potencial de rentabilidad, siguen siendo activos altamente especulativos y difíciles de valorar de forma objetiva. 

Cómo equilibrar activos tradicionales y alternativos en una cartera diversificada

La diferencia más evidente entre los activos tradicionales y los alternativos radica en su liquidez, transparencia y accesibilidad. Mientras que acciones y bonos pueden comprarse y venderse fácilmente en mercados regulados, los activos alternativos suelen requerir vehículos especializados y una mayor tolerancia al riesgo y al largo plazo. 

No se trata de elegir entre uno u otro, sino de entender cómo se complementan. Los activos alternativos pueden aportar diversificación, descorrelación con los mercados cotizados y oportunidades de alfa en sectores menos explorados. Pero deben integrarse dentro de una estrategia global y coherente, respetando el perfil de riesgo, el horizonte temporal y los objetivos del inversor. 

Conclusión: el papel de los activos alternativos en el futuro de la inversión

Cada categoría de activo tiene un papel dentro de la cartera. La renta fija aporta estabilidad, la renta variable crecimiento y los activos alternativos, si se gestionan correctamente, pueden ofrecer diferenciación y retorno adicional. En un entorno donde los modelos tradicionales se cuestionan y los mercados son cada vez más complejos, abrirse a lo alternativo puede ser una ventaja competitiva para el inversor informado. 

En el siguiente artículo profundizaremos en cómo integrar estos activos dentro de una cartera diversificada, ajustada a cada perfil. 

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