Tú, empresa o autónomo: ¿Quieres pagar menos impuestos? Sigue leyendo

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En esta vida solamente hay dos cosas seguras; la muerte y Hacienda.

De la muerte prefiero no hablar. Tocamos madera y cambiamos de tema.

De los impuestos sí me atrevo a contaros algo.

Como decía Will Rogers: “la diferencia entre la muerte y los impuestos es que la muerte no va a peor cada vez que se reúnen los políticos.”

Sabio este Will.

Es un tema recurrente entre mis clientes: “Antonio, de cada euro que pago, Hacienda se queda casi la mitad, así ni siquiera me compensa trabajar…” ¿No hay nada que podamos hacer?

Ahora puedo decirles sonriendo, que sí. Hay una manera de pagar menos impuestos.

Porque… pagar impuestos no es lo más agradable del mundo para casi ninguna persona. Aunque reconozco que “raritos”, los hay por todas partes.

Bueno, supongo que si yo viviera en Noruega estaría súper feliz de pagar impuestos, pero en España me fríen a ellos pero no percibo (al menos no en gran parte) ese retorno de desvalijar mis ingresos todos los meses. Los impuestos implica entregar una parte de lo ganado con esfuerzo, riesgo y trabajo a un Estado que pretende ejercer de “Robin Hood” – (papel protagonista muy mal entendido).

Existen numerosos argumentos tanto a favor, como en contra del pago de impuestos.

Como cualquier cosa en esta vida, todo aquello que afecta a la mayoría de la sociedad, se convierte en un tema polémico en sí mismo.

Cierto es que, dependiendo de la etapa política en la que nos toque vivir, la balanza se inclina de un lado o del otro.

Subida de impuestos como argumento de la “justicia social”. Bajada de impuestos como motor económico.

El caso es que, como decía aquél, “no te salva ni la Macarena.” Hay que pasar por ello, con mayor o menor disgusto. Y por eso mismo, porque es inevitable, habría que hacerlo de la mejor manera posible.

De una forma en la que la rentabilidad del pago sea un proceso circular en el que te vuelva el beneficio de alguna manera.

Es decir, tú pagas, el Estado se beneficia y, por el mismo motivo, tú te sacas un rédito al mismo tiempo, por el que también salgas beneficiado.

Y, ¿cómo se podría hacer eso? ¿Cómo podrías salir beneficiado a la vez que cumples con tus obligaciones tributarias?

Pues, siento decirte que solamente hay una manera de hacerlo.

Sí, esa misma, la que estás pensando en estos momentos… ¿la decimos juntos en alto? ¿Sí? Venga, a la de tres. Una, dos y… Que te “premien” por cumplir.

 ¿No es la misma idea en la que estabas pensando tú? Tranquilo, no pasa nada. Queda entre nosotros.

Volvamos al tema.

¿A qué me refiero exactamente con lo de “premiar”?

Pues al hecho de que el propio Estado permita legalmente a autónomos y empresas pagar menos con algún tipo de deducción fiscal.

Exenciones fiscales para las empresas privadas y personas físicas por la contribución en las artes y la cultura.        

¿Te imaginas participar en la producción de una película ganadora de un Goya?

¿Aparecer en los créditos de un cartel anunciador de una obra de teatro en plena Gran Vía de Madrid?

¿Ser artífice del gran concierto que ha dado la mayor estrella de la música del momento?

Pues esta realidad está más cerca de lo que crees.

Los incentivos fiscales a quienes promueven la cultura, son una manera de reconocer a los benefactores por el servicio que prestan a la sociedad.

 Eso es algo innegable.

Desde el 2021 el gobierno incentiva que inversores: personas jurídicas y autónomos puedan participar en la financiación de determinadas producciones audiovisuales. 

De tal manera que pueden comprar una bonificación fiscal a productoras por el valor de la inversión +20% extra que podrá “canjear” en forma de ahorro fiscal a la hora de presentar el IRPF o IS.

Actualmente, estos incentivos fiscales culturales no sólo se aplican al sector audiovisual, sino también a los espectáculos en vivo en general (música, danza, circo, teatro…).

El beneficio de este tipo de operación es doble, y no triple porque el único que pierde es Hacienda:

El promotor cultural es el gran ganador. Obtiene financiación por parte de un inversor y nunca tendrá que devolver la inversión, tan sólo vender un derecho de deducción que él no usará.

El inversor (autónomo o empresa) es el segundo ganador. Obtiene una deducción fiscal por valor del 120% de la inversión en la producción, es decir. Le saca una rentabilidad de un 20% a la inversión, ya que el otro 100% se lo queda la productora.

El gran perdedor es Hacienda. Porque deja de recaudar del IRPF o IS del inversor ese 120% de deducción que el inversor ha obtenido de la productora.

Son innegables los beneficios que aporta este tipo de inversión. Una inversión diferente que ayuda a soportar la carga fiscal y que contribuye en el enriquecimiento de una sociedad más culta y con mayores servicios de entretenimiento.

En resumen:

Es un “premio” para quien tenga liquidez en el banco en estos últimos meses del año. Porque invirtiendo ahora en una producción, el inversor se ahorrará cuando haga el IRPF o IS TODO lo que haya invertido en la producción +20% de rentabilidad. Sin complicaciones ni papeleo. Garantizado por ley.

Si quieres profundizar más en el tema, no lo dudes. Ponte en contacto conmigo y estaré encantado de explicarte su funcionamiento en una reunión personal.

Pon en movimiento tu dinero pero hazlo de una forma inteligente, segura y rentable.

                                 Y recuerda esto:

“En medio de la dificultad, reside la oportunidad”

Albert Einstein

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