Rentabilidad y riesgo van asociados. Huya de quién diga lo contrario.

Rentabilidad y riesgo van asociados. Huya de quién diga lo contrario.

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Una de las cuestiones que más nos plantean los clientes, y sobre la que nos gusta hacer más hincapié, es la relación que existe entre la rentabilidad y el riesgo.

Todos hemos oído alguna vez a alguien decir frases del estilo; “me han prometido un 7% de rentabilidad sin riesgo”; “me han dicho que si invierto aquí, ganaré seguro”…; y desgraciadamente todos nos acordamos de lo que pasó con los Pagarés de Nueva Rumasa, con las Preferentes... 

Creemos, que es importante comenzar a adentrarse en el mundo de las inversiones, teniendo muy claro que la rentabilidad y el riesgo van asociados (entendamos riesgo como la volatilidad o fluctuación de un determinado activo), y que no es posible obtener rentabilidades elevadas, sin asumir un riesgo proporcional, de igual manera que aquellos inversores que no deseen asumir prácticamente ningún riesgo, deberán de esperar rentabilidades bajas o nulas (en el contexto de mercado actual). 

Y sí, hablamos de rentabilidades nulas a cambio de no asumir riesgo, aunque parezca increible. De echo, el bono alemán a 10 años, que es el activo que se toma como referencia en Europa, para calcular la prima de riesgo, a fecha de hoy tiene una rentabilidad negativa del 2%. 

Es decir, cuando un inversor entra por la puerta de nuestra oficina, y nos dice que busca obtener rentabilidades de un 5%, lo primero que hemos de dejarle claro, es que para poder optar a ganar una rentabilidad de un 5% hay que estar dispuesto a asumir en un momento determinado, pérdidas de un nivel similar. 

Es por ello que es muy importante, el conocer el nivel de riesgo que estamos dispuestos a tolerar y adecuar a el nuestra cartera de inversiones. 

En nuestra opinión, cualquier asesor financiero que se precie de serlo, debería de comenzar cualquier planteamiento de inversión, dejando claro el concepto de rentabilidad y riesgo. 

Pero también creemos que los inversores deben dar un paso más (y para ello es clave la formación financiera), y sospechar de aquellos productos que ofrecen rentabilidades que no son lógicas. No pasa nada por pedir información extra sobre un producto, o las explicaciones que sean necesarias hasta comprender cómo logra el producto esa rentabilidad. Esto, puede ahorrarles muchos quebraderos de cabeza. 

Así pues, sospechen de aquellos que les prometan grandes rentabilidades sin riesgo, ya que eso (y tengan esto muy claro), no existe, especialmente en un escenario como el actual donde los tipos de interés están por los suelos.

 

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