Mutuactivos Semanal | Alphabet, ¿ganador o perdedor?
Por Ignacio Dolz de Espejo, director de Soluciones de Inversión de Mutuactivos
Durante 2023 y buena parte de 2024, la percepción general era clara: la inteligencia artificial suponía una amenaza para Google. Si los usuarios recurrían a ChatGPT, a Perplexity o a otras aplicaciones en lugar de utilizar su buscador, el tráfico caería, y con él la publicidad, que sigue siendo el gran motor financiero de Alphabet.
Pero a medida que la industria madura, parece que no ha debilitado a Google, sino que lo está fortaleciendo: Alphabet está construyendo un ecosistema tan integrado y difícil de replicar que podría situarse por encima de todos sus competidores. No por tener el modelo más llamativo, sino por poseer la infraestructura que realmente importa.
La verdadera carrera no consiste en quién tiene el modelo más potente (cambia cada seis meses), sino en quién controla la capacidad de computación que hace posible esos modelos. Mientras la mayoría de la industria depende de los chips de Nvidia, Alphabet lleva casi una década utilizando sus propios chips diseñados específicamente para IA, los TPU. Esta diferencia cambia las reglas del juego. Todos alquilan computación; Alphabet la posee. Y eso redefine el tipo de empresa que cada una puede llegar a ser.
Mientras la mayoría de la industria depende de los chips de Nvidia, Alphabet lleva casi una década utilizando sus propios chips diseñados específicamente para IA, los TPU. Esta diferencia cambia las reglas del juego. Todos alquilan computación; Alphabet la posee. Y eso redefine el tipo de empresa que cada una puede llegar a ser.
Microsoft ha realizado una jugada brillante con OpenAI, integrando su tecnología en Windows, Office y Azure, pero toda esa IA funciona sobre GPUs (tarjetas gráficas) que debe comprar a Nvidia. Meta tiene el mismo problema y Amazon, pese a ser el mayor proveedor de computación en la nube con Amazon Web Services (AWS), tampoco controla el hardware que necesita la nueva ola de IA.
Alphabet, en cambio controla toda la cadena: chips, centros de datos, modelos, sistema operativo, navegador, aplicaciones y distribución masiva.
Esta integración vertical reduce costes, aumenta la eficiencia y otorga una ventaja estratégica difícil de igualar. Entrenar un modelo ocurre pocas veces (para eso sí son mejores los GPUs de Nvidia); lo más caro es usarlo millones de veces al día (lo que se llama inferencia). Ahí los TPU de Alphabet marcan la diferencia: menor consumo, mayor velocidad y coste mínimo. Cuando multiplicamos esto por miles de millones de interacciones en Android, Chrome o YouTube, la ventaja de Alphabet se vuelve inalcanzable.
Además, Alphabet cuenta con la mayor red de distribución de software del planeta: tres mil millones de dispositivos Android, Chrome, Gmail, YouTube, Maps, Docs y el buscador más utilizado del mundo. Integrar IA en este ecosistema supone llegar a miles de millones de usuarios sin coste marginal. Y lo está haciendo. Hoy podemos pichar en el botón “modo IA” del buscador de Google y utilizamos gratuitamente Gemini.
Pero, además, la IA es muy intensiva en capital, y Alphabet juega en una liga distinta. Con más de 350.000 millones de dólares de ingresos, 100.000 millones en caja y capacidad para invertir decenas de miles de millones sin depender de ampliaciones de capital ni deuda, puede sostener esta carrera durante años. OpenAI y Anthropic son brillantes, pero financieramente frágiles. Alphabet, en cambio, puede absorber costes y seguir creciendo sin comprometer su estabilidad.
Hace solo un año todo apuntaba a que la IA perjudicaría a Google. Hoy ese no parece ser el caso. Pero este es un ecosistema móvil, a medida que la IA vaya avanzando habrá nuevos ganadores y perdedores.
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