Ya hablamos del pesimismo y de cómo las predicciones pesimistas eran más comunes en los mercados financieros. Eso es porque las predicciones macroeconómicas suelen venir de gente que da charlas y al ser pesimistas atraen a más gente a sus charlas.
No obstante, no a todo el mundo le interesa ser pesimista en el mundo financiero. Por ejemplo, al que vende productos financieros le interesa ser optimista, porque esa es la mejor forma de vender sus productos.
Es ese afán por vender el que muchas veces los lleva a ser optimistas ciegos y ese tipo de optimistas no son muy distintos de los pesimistas ciegos.
El pesimista ciego no hace nada, porque piensa que todo va a salir mal igualmente.
El optimista ciego no hace nada, porque piensa que todo se va a resolver como por arte de magia.
Esto es un problema al que el escritor Jim Collins llama la paradoja Stockdale, en honor al oficial de marina Jim Stockdale, que sobrevivió durante 8 años en un campo de concentración en la guerra de Vietnam y siempre dijo que él nunca dudó de que saldría de allí.
“¿Quién no sobrevivió?” le preguntó Collins.
“Los optimistas” contestó Stockdale a un confuso Collins. “Los que pensaban que saldrían en Navidades, y luego en Semana Santa, y luego llegaba Navidades otra vez y morían con el corazón roto.” “No hay que confundir la fe en que al final todo saldrá bien, con la disciplina de reconocer la dureza de la realidad que vives en el momento”.
El ser optimista, pero realista, quiere decir que no pensamos que todo va a salir bien siempre porque sí, sino que sabemos que va a haber muchas desgracias por el camino y, aun así, creemos que en el largo plazo todo acabará saliendo bien.
¿Por qué debemos creer que en el largo plazo todo acabará saliendo bien en nuestras inversiones?
Básicamente porque hay más gente levantándose por la mañana con la idea de mejorar un poco sus circunstancias y las de los demás, que gente que se levanta con la idea de destruir.
Esto es difícil de apreciar, porque necesitamos varios años para construir un edificio y solo un día para destruirlo. Dicho en lenguaje Invertips, el crecimiento depende del interés compuesto y, por lo tanto, requiere mucho tiempo.
Así, cuando hay una crisis, por cada parado que no encuentra trabajo, hay un parado que se reinventa y consigue ganar más del doble que antes. No obstante, el efecto de la destrucción de empleo es inmediato, mientras que los efectos beneficiosos de la transformación que provoca esa destrucción tardan años en apreciarse.
Decíamos el mes pasado que el pesimismo vive de la extrapolación. Como vemos aquí, el optimismo también vive de la extrapolación, pero de la extrapolación de que seguiremos haciendo cosas buenas. Esta extrapolación es menos tangible, es una extrapolación en la que hay que tener fe.
A principios del siglo XX le preguntaron a Thomas Edison por el final de la edad de los inventos, a lo que él contestó que no solo no había terminado, sino que ni siquiera había empezado. Cuando le preguntaron qué tipo de inventos esperaba ver, Edison explicó que esperaba ver de todo tipo en todos los campos, que cada nuevo invento conduciría a infinidad de inventores a experimentar qué nuevas cosas podrían surgir y que el resultado iba a ser tan increíble como impredecible.
El optimismo de Edison no se basaba en un dato concreto, sino en que había entendido el largo y misterioso proceso por el que generamos progreso.
¿Es siempre bueno el optimismo en los mercados financieros?
Es evidente que el optimismo tiene grandes ventajas a largo plazo, porque nos permite lanzarnos a invertir y beneficiarnos del crecimiento de largo plazo de la economía. No obstante, el optimismo no siempre es bueno.
El optimismo es malo si nos hace tener expectativas muy altas y, por lo tanto, nos hace estar siempre decepcionados.
El optimismo es malo si nos lleva a tomar más riesgos de los que debemos, porque pensamos que nada puede salir mal. El optimismo es especialmente malo si nos lleva a abusar de la deuda en busca del apalancamiento financiero.
El optimismo es malo si nos lleva a creernos las mentiras que nos cuentan los estafadores.
El optimismo es malo si hace que no ahorremos pensando que ya nos salvará el Estado.
Próximamente veremos cómo ahorramos e invertimos si combinamos pesimismo y optimismo y cómo podemos intentar gestionar nuestros sentimientos si tendemos a ser pesimistas u optimistas por naturaleza.
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