¿Es la inteligencia artificial el ferrocarril del S.XXI?
Christian Zilien, CFA – Especialista de Producto de Renta Variable
Mientras la llegada del ferrocarril transformó la economía en el siglo XIX, hoy la inteligencia artificial (IA) está destinada a ser la próxima base del crecimiento económico global. ¿Qué oportunidades de inversión ofrece esta nueva revolución tecnológica?
- Infraestructura de IA: Compañías como NVIDIA, AMD o los proveedores de servidores de alto rendimiento están liderando el desarrollo de la infraestructura tecnológica que hace posible todo este avance.
- Centros de datos y energía: La creciente demanda por una capacidad de cálculo más potente está impulsando a los operadores de centros de datos, los servicios en la nube y las compañías energéticas, sobre todo a las que están invirtiendo más en energía nuclear y renovable.
- Sectores impulsados por la IA: Más allá del sector tecnológico, la robótica, los vehículos autónomos, la inteligencia artificial aplicada en otros sectores como el sanitario o el de la automatización industrial también están bien posicionados para crecer a medida que la IA se consolida a nivel global.
La inteligencia artificial (IA) está dejando de ser una tecnología de nicho para convertirse en la base del crecimiento económico a nivel mundial. Hasta ahora, nunca se había invertido tanto en infraestructuras, microchips, energía y computación en la nube. Las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos están destinando cientos de miles de millones de dólares a esta revolución, consolidando un cambio profundo y duradero y superando con creces las inversiones europeas.
En el siglo XIX, el auge del ferrocarril cambió por completo la economía global: conectó mercados, permitió distribuir productos a gran escala y fue clave para la expansión de la industria. En su momento de mayor actividad, la construcción de vías ferroviarias en EE.UU. representaba cerca del 5% del PIB¹, siendo una de las mayores inversiones en infraestructuras de la historia. Este avance modificó el comercio, aceleró y desarrolló la vida en las ciudades y dio lugar a nuevos sectores como el acero, el carbón y la logística.
Hoy en día, podemos comparar los hitos de la IA con los de aquella época; aunque, de hecho, su un impacto podría ser aún mayor. Algunos expertos calculan que la inversión mundial en IA debería multiplicarse por tres o cuatro para tener un peso similar al que tuvo el ferrocarril en su momento. Al igual que entonces, estamos ante un cambio profundo en la economía. Pero la diferencia está en que, mientras la llegada del tren tardó décadas en transformar todo, la IA está acelerando dicho cambio en solo unos años y ya se está implementando en casi todos los sectores.
En 2025, solo cuatro gigantes tecnológicos estadounidenses (Alphabet (Google), Amazon, Meta (Facebook) y Microsoft) tienen previsto invertir alrededor de 321.000 millones de dólares en infraestructura de inteligencia artificial y otros proyectos relacionados, todo en un solo año. Esa cantidad representa aproximadamente la mitad del plan de inversión a cinco años que han anunciado recientemente tanto políticos como grandes empresas en Alemania. Y eso sin contar a otros grandes actores estadounidenses, como fabricantes de chips, proveedores de servicios en la nube y startups de IA, que también están destinando miles de millones a este sector. Por ejemplo, Alphabet acaba de aumentar su presupuesto destinado a la IA en 10.000 millones de dólares, elevando su gasto total previsto para este año a 85.000 millones, debido a una demanda sin precedentes de capacidad de procesamiento informático.
No obstante, esto no es solo una historia más sobre tecnología; es una transformación económica que está cambiando los cimientos de la productividad en prácticamente todos los sectores. La IA se está convirtiendo en el motor del crecimiento económico futuro, impactando desde la salud y las finanzas hasta la fabricación, la logística y el transporte. Y ahora mismo, EE.UU. está construyendo dicha base de forma más rápida, ambiciosa y con mayor apoyo político que ningún otro país en el mundo.
Uno de los motivos principales por los que EE.UU lidera esta tendencia es la disposición de Washington por invertir en el desarrollo de la IA. En la cumbre “Winning the AI Race”, el presidente Donald Trump presentó un plan de acción para asegurar el liderazgo estadounidense en esta nueva era. Este plan contempla una cadena de suministro de IA completamente nacional, que incluye desde chips avanzados hasta fuentes de energía seguras y grandes centros de datos eficientes para entrenar y desplegar los modelos más avanzados de IA. También propone una gran inversión en la red eléctrica estadounidense, agilizar la aprobación de nuevas infraestructuras de datos, y un impulso tanto en la energía nuclear como en las renovables para evitar cuellos de botella. Por tanto, la dirección está clara: la inversión en IA en este país avanza a un ritmo que Europa aún no ha alcanzado.
Al mismo tiempo, Tesla ha firmado un acuerdo que estará vigente durante varios años con Samsung por valor de 16.500 millones de dólares para fabricar chips que se usarán en sus futuros sistemas de IA, como Grok, robots Optimus y sistemas para sus coches. Sin duda, este plan refleja una apuesta a largo plazo por la integración vertical en el hardware de inteligencia artificial.
Para los inversores que buscan oportunidades de crecimiento a largo plazo, este cambio supone un momento único en una generación. El capital no solo fluye hacia las grandes tecnológicas, sino también hacia todo el ecosistema que rodea a la IA: Desde los proveedores de chips de alto rendimiento como NVIDIA y AMD, hasta las empresas que construyen centros de datos, sin olvidar las compañías eléctricas que cubren la creciente demanda energética y las tecnologías de refrigeración por agua. Asimismo, y más allá del sector tecnológico, la IA tiene el potencial de transformar los sistemas de fabricación, la logística, la medicina e incluso la agricultura, abriendo paso a nuevas industrias y modelos de negocio.
Los inversores que decidan invertir en estos sectores o seguir dichas tendencias desde el principio podrían lograr beneficios comparables a los que obtuvieron quienes supieron aprovechar la expansión del ferrocarril o la revolución de internet en los años 90.
Este tipo de inversión suele anticipar cambios profundos en el mercado, creando oportunidades para quienes saben posicionarse en el momento adecuado. Para los inversores temáticos, no se trata solo de tecnología, sino de una megatendencia estructural que está transformando sectores en todo el mundo y ofreciendo un potencial de crecimiento a largo plazo en diversos ámbitos.