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Como el sector inmobiliario se enfrenta a cada vez más peticiones de reducción de su gigantesca huella medioambiental, la construcción modular se ha vuelto a poner de moda. Es menos contaminante, más rápida y más eficiente.

La construcción modular no es una actividad nueva. Ya en el siglo XIX, los inmigrantes británicos enviaban casas prefabricadas a Australia y los estadounidenses las utilizaban para construir rápidamente alojamientos para los buscadores de tesoros durante la Fiebre del Oro de California. Más tarde, desempeñó un papel crucial en la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, especialmente durante la gran fiebre de la edificación de los años setenta y ochenta. Pero los resultados no siempre eran duraderos –o estéticamente atractivos. En muchos de estos edificios se podía ver la línea por donde se encajaban los módulos entre sí.

Hoy en día, la tecnología ha mejorado enormemente las posibilidades. Nos encontramos ante la construcción modular 2.0, o incluso 3.0. Además, ofrece varias ventajas fundamentales con respecto a la construcción convencional, entre ellas la desaparición de esas temidas líneas, ya que los constructores han aprendido a añadir baldosas exteriores in situ.

La primera ventaja es medioambiental. La construcción y la demolición representan más de un tercio de todos los residuos generados en la Unión Europea, que incluyen cemento, ladrillos, madera, vidrio, metales y plástico1. El enfoque modular puede reducirlos a prácticamente cero mediante la construcción en fábricas, según planos exactos, y la utilización de exactamente lo que se necesita. Si sobra algo, podrá utilizarse posteriormente para el siguiente módulo.

La construcción por módulos también funciona especialmente bien con la madera, ya que es un material prácticamente inocuo para el medio ambiente. Representa un subsegmento de la construcción modular que, aunque todavía es pequeño, está creciendo.

En segundo lugar, los edificios modulares necesitan mucho menos tiempo de construcción en el solar. Un proyecto de construcción normal suele tardar en llevarse a cabo en el solar entre seis y quince meses, mientras que uno modular puede montarse en tan solo tres semanas. Todo –desde las cocinas y los suelos hasta los televisores– puede introducirse en cada uno de los módulos en la propia fábrica. El trabajo en el solar se limita a crear los cimientos y, a continuación, a ensamblar los módulos, casi como piezas de Lego. La tecnología más reciente ha mejorado mucho la precisión con la que se encajan los bloques entre sí. Además, el uso de materiales más ligeros (como la madera) reduce tanto la necesidad de que los cimientos sean tan profundos como el consumo de cemento.

Otra ventaja es que genera menos contaminación, tanto acústica como ocasionada por el tráfico. Los solares con obras de construcción modular generan hasta un 70% menos de tráfico que las obras tradicionales2. Esto se debe a que no necesitan recibir varias entregas de cada material de construcción y de cada accesorio procedentes, todas ellas, de diferentes lugares.

Como es lógico, el proceso de fabricación también lleva tiempo –por lo general, de dos a cuatro meses desde el pedido– y la fase de planificación y diseño es, en líneas generales, la misma para todos los tipos de construcción. Sin embargo, en general, las construcciones modulares pueden producirse con mayor rapidez y eficiencia. El calendario total del proyecto suele reducirse entre un 20% y un 50%, según McKinsey3.

Según nuestra experiencia, la construcción totalmente modular es más idónea para edificios que se dividen de forma natural en pequeñas unidades, como viviendas, hoteles y alojamientos para estudiantes. El motivo es que la última fase del transporte siempre se realiza por carretera, por lo que la carga debe caber en un camión. Eso significa que un módulo puede tener una anchura máxima de 4-5 metros y una longitud de 10-12 metros –algo que no resulta muy útil para grandes oficinas sin tabiques o almacenes logísticos.

No obstante, los enfoques parcialmente modulares –ensamblados a partir de piezas individuales, como paredes, en lugar de a partir de unidades enteras– pueden utilizarse de forma más generalizada. En el Reino Unido, por ejemplo, se está estudiando el desarrollo de un kit de piezas desmontadas para su ensamblaje en estaciones de ferrocarril.

En lo que a costes se refiere, los beneficios de la modularidad presentan más matices. Un estudio de McKinsey calcula que se puede ahorrar hasta un 20% en comparación con la construcción tradicional, en gran parte debido a la mano de obra, pero hasta un 50% de esa cantidad puede ser absorbida por el mayor gasto en logística y materiales. Este potencial de ahorro de costes debe contextualizarse. Si se emplea personal en la fábrica modular y esta no funciona a pleno rendimiento, los módulos podrían costar incluso más. De ahí la importancia de gestionar la capacidad a largo plazo para muchas pequeñas empresas de construcción modular recién constituidas.

Con el tiempo, esperamos que el ahorro de costes aumentará a medida que el mercado se consolida, los volúmenes de producción se incrementan y las economías de escala se vuelvan cada vez más factibles. También existe la posibilidad de construir los módulos en zonas en las que resulta más barato. Por ejemplo, los módulos destinados a Suecia, donde la construcción es muy cara, podrían prepararse en una fábrica de Italia o incluso más lejos y, a continuación, transportarse. Por último –pero no por ello menos importante, sobre todo en el actual contexto de inflación elevada– los precios de los proyectos modulares suelen presentar menos volatilidad porque las fábricas piden siempre los mismos materiales y a menudo tienen sus propios suministros (como bosques para proporcionar madera). 

En Pictet, actualmente estamos trabajando en algunos proyectos de apartamentos modulares, en particular en España.

Las ventajas medioambientales y de eficiencia ya se han demostrado, y es probable que se produzcan ahorros de costes mayores. Esperamos que la construcción modular represente una proporción cada vez más importante de la construcción residencial en los próximos años.

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