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¿Es la sostenibilidad un compromiso social?
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¿Es la sostenibilidad un compromiso social?

Medioambiental, económica y social: el concepto se ha hecho indispensable en todos los ámbitos, tanto si hablamos de empresas y finanzas, como de trabajadores y consumidores.

Cuando hablamos de sostenibilidad, siempre nos referimos a tres dimensiones: medioambiental, económica y social. El concepto se ha hecho indispensable en todos los ámbitos, tanto si hablamos de empresas y finanzas como de trabajadores y consumidores. Porque para realizarse plenamente, la sostenibilidad debe ser múltiple y constante. La sostenibilidad medioambiental no puede lograrse sin el compromiso diario de las empresas, las finanzas y los ciudadanos. Y viceversa, la sostenibilidad no es sostenibilidad si no abarca también el frente económico y social, que implica mano de obra y movilidad.

De qué hablamos cuando hablamos de sostenibilidad

Empecemos por algunas definiciones. La Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas define el desarrollo sostenible como aquel que "satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades". Por lo tanto, la búsqueda del desarrollo económico debe tener en cuenta el bienestar social y medioambiental general. La capacidad de equilibrar la sostenibilidad social, económica y medioambiental es el significado mismo del concepto de desarrollo sostenible. Los elementos clave, que deben ir de la mano, son por tanto el respeto por el hombre y el medio ambiente.

La Agenda 2030, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, identifica 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, referidos a diferentes ámbitos del desarrollo, desde la igualdad de género hasta la acción por el clima, contemplados en un marco integrado, orientado a lograr un progreso sostenible.

El papel de los consumidores en el desarrollo sostenible

Empezando por un extremo de la cadena, el consumidor es el primer implicado. Un consumidor cada vez más sensible a la sostenibilidad a través de procesos de compra cada vez más cuidadosos y responsables y que, a su vez, insta constantemente a cambiar también los métodos de producción industrial. Empezando, por ejemplo, por la elección cada vez más cuidadosa de los alimentos que se ponen en la mesa, la ropa que se compra y los medios de transporte que se utilizan.

Empresas y sistemas de producción

Cambiar los sistemas de producción se convierte, por tanto, en algo fundamental para las empresas. La reducción de la huella de carbono, favoreciendo las energías renovables y los entornos de trabajo sostenibles con un enfoque constante en la circularidad, también se convierte en una herramienta central para la competitividad, la atracción de inversiones y el talento.

Sostenibilidad social

Pero la sostenibilidad también debe ser social, centrándose en la calidad del trabajo y el cuidado de los territorios y las comunidades. El bienestar humano también se convierte en el centro de la producción económica.

Y a su vez, la sostenibilidad se amplía en círculos concéntricos, no sólo implicando a la empresa individual, sino también a sus proveedores. Esto afecta también a las instituciones y a la administración pública, que están en primera línea de la transición energética gracias a su capacidad para mover grandes cantidades de dinero a través de la contratación pública.

Es lo que se conoce como la "triple cuenta de resultados", es decir, el principio según el cual las empresas deben tomar decisiones que persigan simultáneamente tres objetivos: equidad social, calidad medioambiental y prosperidad económica.

Finanzas ecológicas o finanzas verdes

Es un principio que también afecta cada vez más a las finanzas, en particular a lo que se conoce como "finanzas verdes", es decir, el sector que favorece las inversiones que contribuyen a la realización de objetivos de sostenibilidad tanto medioambientales como sociales. Entre las cuestiones que centran el interés de los inversores verdes figuran las energías renovables, la protección de la biodiversidad, la eficiencia energética, el transporte sostenible y el uso adecuado de los recursos. También se centran en valores que apoyan proyectos sociales que persiguen la calidad de vida, el bienestar humano y la lucha contra la discriminación.

La sostenibilidad es una responsabilidad global 

En definitiva, nadie puede quedarse de brazos cruzados. La sostenibilidad implica un compromiso colectivo, empezando por los países más ricos, llamados a tomar la iniciativa en la adopción de procesos de producción y estilos de vida compatibles con la capacidad de la biosfera para absorber los efectos de las actividades humanas, y marcando el camino a los países en desarrollo. También porque a menudo son los países más pobres y menos emisores los que sufren las mayores consecuencias del cambio climático, como inundaciones y hambrunas, que a su vez generan flujos de emigrantes climáticos hacia los países más ricos.

La responsabilidad es global. Y no excluye a nadie: empresas, finanzas, consumidores y gobiernos.

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