A corto plazo, el Brexit va a ser duro para Reino Unido y UE. A largo, UK se repondrá mejor. Flash note de Álex Fusté
Hay argumentos cuidadosamente envueltos por una pátina de lógica y
racionalidad, y no por ello dejan de ser auténticas memeces. Los
analistas somos expertos en esto. ¿Puedo yo establecer que ningún
individuo va a morir en 2017 porque la declaración de los derechos
humanos adoptada por las Naciones Unidas, lo más parecido a una
Constitución global, establece claramente que todo ser humano sin
excepción tiene derecho a la vida? Técnicamente hablando, si uno muere
por vejez podría denunciar a todas las Naciones Unidas pues en su
declaración no se establece que el derecho a la vida esté delimitado
por ninguna fecha de caducidad. Tiene cierta lógica, pero sigue siendo
una memez, ¿verdad? En la práctica, y especialmente en el mundo de los
mercados financieros, los analistas incurren a menudo en este
ejercicio de simplismo fructífero. El último ejemplo lo estamos viendo
con el Brexit. Entre los escenarios que se barajan, los analistas, y
el mercado, trabajan con el Soft-Brexit como opción más probable. Una
suerte de solución poco disruptiva y que resultaría en el
mantenimiento generalizado del actual Statu Quo. Dichos analistas
defienden esta tesis bajo el pobre (pobrísimo) argumento de que el
Hard-Brexit sería demasiado costoso para todos, cosa que no pongo en
duda.
Pues bien, la propuesta del Soft-Brexit, basada en la
tesis de que la alternativa es más costosa, me resulta naif. Pensar
que el Reino Unido puede recuperar el control de la política de
inmigración y recobrar el llamado “law making”, y a cambio contribuir
al presupuesto comunitario para poder seguir accediendo al mercado
único es del todo ingenuo. Sería como “comprar” el derecho a operar en
el mercado único. Sería como adquirir a golpe de talonario ciertas
dimensiones del tratado, las más interesantes, y desechar los matices
menos provechosos. Convendrán conmigo al decir que eso resultaría en
una especie de UE 'a la carta', a la que sin duda el resto de miembros
también querrán echar una ojeada para ver qué tipo de relación con la
UE les es más conveniente. Ridículo ¿verdad?
Descartado el
Soft-Brexit, solo nos quedan dos opciones: el Hard-Brexit o el
No-Brexit. Creo que a estas alturas ya podemos descartar esta última
opción, con lo que el mercado y sus legiones de analistas deberían
empezar a poner en precio la solución más disruptiva. Pero, ¿Cómo
poner en precio esto? ¿Qué
puede suponer realmente el
Hard-Brexit? Sin entrar mucho en detalle, me atrevería a decir que a
corto plazo va a ser duro para ambas partes: UK y UE. Y a largo plazo,
me inclino a pensar que UK sabrá reponerse mejor, mientras que la
Europa continental seguirá divagando en un mar de dudas, y perdiendo
atractivo poco a poco. Sí. Ya sé que hablar de crisis a futuro es
sentar las condiciones para que no se materialice, pero todo lo que
veo hoy dentro de la UE representa un auténtico desafío al
pensamiento. Ya no hablo de política. Hablo de personalidad, de
singularidad, de carácter. Entre un europeo y un norteamericano, diría
que hay grandes diferencias, pero una en particular merece especial
atención y tiene que ver con el concepto del propósito. Leí hace mucho
tiempo una crítica a la idiosincrasia europea. Según aquella
reflexión, un teórico europeo tiende a amar tanto la teoría que suele
olvidar la finalidad última de ésta: su puesta en práctica. Un
norteamericano, en cambio, se siente más intrigado por la
aplicabilidad práctica de la teoría. Eso explica que, a pesar de ser
unos pigmeos en la cronología histórica, los Estados Unidos hayan
llegado antes a la luna o desarrollado, y utilizado, la bomba nuclear,
que si bien supuso una atrocidad, les permitió acelerar el fin de la
guerra. Todos fines prácticos en sí mismo. Lo que quiero decir es que,
quizá, el europeo haya sabido antes cómo alcanzar la luna, pero
siempre sobre el papel. La pregunta está, pues, servida: ¿Por qué en
Europa no se quiere saber nada de la práctica? Quizá porque eso cuesta
dinero y se prefiera destinar esos recursos a fines socialmente más
aceptables; algo sin duda encomiable, pero que tiene consecuencias
económicas. O quizá la respuesta sea más dolorosa. La práctica es, al
fin y al cabo, lo único que puede revelar que una teoría es errónea,
de ahí que los europeos tiendan a la falta de aplicabilidad practica,
o lo que es lo mismo, a no querer conocer el error, algo típicamente
europeo. Si esto es así, ya tienen un boceto de lo que puede ser una
visión a largo plazo.
Disculpen esta adormecedora e interminable
digresión. Lo admito, una frivolidad narrativa excesiva y una
conclusión, quizá, simplista, pero que surge de largos años de mirar a
la Europa del presente y del pasado, más que de seguir mirando a
través de los ojos de un europeo. Sin duda, un ejercicio más neutral.
Quédense con lo planteado a corto plazo en cuanto al Brexit, y si les
apetece, con las especulaciones a más largo plazo.
Cordiales saludos
Álex Fusté
Economista jefe de Andbank