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Cinco preguntas que deberías plantearte antes de empezar a invertir
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Cinco preguntas que deberías plantearte antes de empezar a invertir

Si eres de los que nunca han invertido en su vida y te estás planteando dar el primer paso, no lo dudes: rentabilizar tus ahorros es la mejor forma de combatir el desgaste que supone la inflación sobre tu poder adquisitivo.

Y si no sabes ni por dónde empezar, no pasa nada. Te resumimos cuáles son las cinco cuestiones sobre las que deberías reflexionar para realizar una planificación financiera digna de un profesional.


De cuánto dinero dispones

Antes de invertir es imprescindible saber de qué importe dispones. El requisito indispensable es que sea una cuantía de la que puedas prescindir en el medio plazo. Debe ser un dinero que no necesites y al que a priori no tengas que recurrir si te vienen mal dadas. Para ello, es importante crear previamente un colchón de liquidez que te permita hacer frente a los imprevistos sin necesidad de tener que deshacer tus inversiones. Este colchón variará en función de tus necesidades y tus gastos, pero a modo orientativo puede rondar tu salario neto durante seis meses.

Una vez creado ese colchón, podrás invertir el resto del dinero sin problemas, atendiendo a tus objetivos financieros y tu perfil como inversor, como veremos más adelante. Ahora bien, ¿deberías invertirlo todo de una vez o ir dosificando las entradas para no arriesgarte a entrar en el peor momento del mercado? La cuestión es más compleja de lo que parece. Te lo explicamos con más detalle en este post, pero a modo de resumen piensa que si la cantidad es pequeña (al menos en relación con tus estándares y tu poder adquisitivo) no hay problema con que lo inviertas todo de una vez. En cambio, con cuantías más elevadas puede ser recomendable que planifiques una estrategia de entrada más gradual.

Por otro lado, y más allá de que a priori dispongas de una cantidad para invertir, el verdadero éxito en el mundo de la inversión radica en la constancia. Por tanto, al margen de cuál sea el importe inicial, lo ideal es que reserves una cuantía que puedas dedicar todos los meses para realizar aportaciones periódicas y seguir contribuyendo, granito a granito, a que tus metas financieras estén cada vez más cerca.

En este sentido, hay algunos ahorradores que temen programar aportaciones periódicas porque no saben si podrán asumir ese compromiso mensual. Aquí ten en cuenta que si efectivamente cuentas con un buen colchón de liquidez anti-imprevistos, como te decíamos en un principio, deberías poder afrontar una mala racha económica sin problemas.

Además, lo saludable financieramente hablando es que asumas el ahorro y la inversión como un gasto más dentro de tu economía familiar, igual que la cuota del gimnasio o la de la hipoteca. Piensa que según los cánones de una planificación financiera estándar una economía familiar saneada debería dedicar un tercio de sus ingresos a la vivienda, otro tercio a gastos (y ocio) y otro tercio al ahorro.

Y, en cualquier caso, recuerda que programar aportaciones periódicas tampoco es algo irreversible. Si en un momento dado tienes que hacer frente a un gasto muy importante, puedes desprogramarlas el tiempo que necesites.


Para qué inviertes

Otra de las grandes preguntas que deberías hacerte, quizá la más importante de todas, es para qué quieres invertir. Recuerda que ahorrar es postergar el consumo actual a un momento futuro. Por tanto, no se trata de ahorrar porque sí, sino de hacerlo con la intención de disfrutar de ese dinero más adelante y, en la medida de lo posible, conseguir que tus ahorros hayan crecido al máximo llegado ese momento.

A este respecto, el objetivo principal es batir a la inflación. Es decir: que tu dinero te sirva para comprar las mismas cosas el día de mañana que hoy, sin haber perdido poder adquisitivo por el camino. Por tanto, sea lo que sea en lo que inviertas, la idea es obtener una rentabilidad que permita batir a la inflación en el medio plazo (en el corto no siempre es posible), incluyendo el pago de los inevitables impuestos.

Más allá de ahí, puedes tener diferentes metas financieras, cada una de las cuales requerirá de un importe distinto y, por tanto, de que seas más o menos ambicioso en términos de la rentabilidad que quieres conseguir o de la estrategia de que deberías alcanzar. Entre ellas, el ahorro de cara a la jubilación (habida cuenta de la maltrecha situación en la que se encuentra el sistema público de pensiones), la educación de tus hijos, un viaje, la entrada de un piso, etcétera.

Puedes determinar una sola meta o varias. Y para cada una de ellas deberás reservar un importe y aplicar una estrategia diferente. Por ejemplo, no es lo mismo ahorrar para la jubilación que para el pago de un coche que te quieres comprar dentro de un año. Aquí entra en juego un factor determinante, el plazo de la inversión, que te explicamos en el siguiente punto.


En qué plazo quieres recuperar el dinero

Cada meta financiera lleva aparejada un horizonte temporal, es decir, un plazo en el cual aspiras a recuperar tu inversión con los rendimientos consiguientes. Y ese plazo es clave en el mundo de la inversión ya que te permitirá asumir más o menos riesgo.

En este aspecto, ten en cuenta que la bolsa es el activo que suele ofrecer más rentabilidad en el largo plazo, pero también es el que más riesgo presenta en el corto plazo. En cambio, la renta fija suele tener un comportamiento más estable, si bien su rendimiento es más modesto.

En consecuencia, si tus miras están puestas en el largo plazo te puedes permitir asumir más riesgo o, en otras palabras, incrementar el peso de la bolsa dentro de tu cartera, ya que aunque sufras volatilidad en el corto plazo, la tendencia en el largo será alcista. Y al revés: si tu horizonte es a corto plazo, lo aconsejable es que optes por una estrategia más conservadora y por activos de máxima liquidez.

En el ejemplo anterior, si estás ahorrando para la jubilación y te quedan todavía muchos años para que eso suceda lo ideal es que inviertas una buena parte de tu cartera en bolsa. Eso sí, a medida que la fecha de jubilación se vaya acercando deberás ir reduciendo el peso de la bolsa (y otros activos de riesgo) en tu cartera e incrementando las inversiones más conservadoras.


Cuál es tu perfil de riesgo

Más allá de tu meta financiera, tu objetivo de rentabilidad y tu horizonte temporal existe una cuestión determinante que es tu propia psicología como inversor. De nada sirve que racionalmente concluyas que la mejor opción para ti es dedicar un alto porcentaje de tu cartera a la bolsa si eres de los que no pueden evitar mirar las cotizaciones día tras día y sufre cada vez que la bolsa experimenta algún tipo de corrección.

Por tanto, otra de las cuestiones clave que debes plantearte es qué tipo de inversor eres: si tienes un elevado apetito por el riesgo y eres capaz de asumir pérdidas (al menos en el corto plazo) o si eres de los que sufren en buena medida con los vaivenes del mercado. Una manera de averiguarlo es realizando un test de idoneidad como el que realizan las entidades financieras antes de la contratación de diversos productos y servicios.

No se trata sólo de ser eficiente. También debes poder dormir tranquilo. De lo contrario corres el riesgo de asumir un riesgo que a priori puede parecer el más idóneo para tus intereses pero que en realidad no encaja con tu perfil de tolerancia. De ser así, a la mínima que el mercado afronte altibajos es muy probable que te invada el pánico y vendas antes de tiempo, afrontando muy posiblemente unas pérdidas innecesarias y dando al traste con tu estrategia. Mejor correr un riesgo más moderado pero con el que te sientas más cómodo.


Qué conocimientos tienes

Finalmente, otra pregunta que debes plantearte es cuáles son tus conocimientos como inversor. Por un lado, si no sabes gran cosa del mundillo de las finanzas personales lo habitual es que tu perfil de tolerancia al riesgo sea más bien prudente. Y es que para asumir ciertos riesgos a menudo es habitual entender verdaderamente cómo funcionan los mercados, algo que no está al alcance de un inversor novel.

Por otro lado, es posible que prefieras delegar la gestión de tu cartera en manos de un profesional y ahorrarte así quebraderos de cabeza. Por ejemplo, el servicio de roboadvisor está especialmente indicado para inversores que carecen de conocimientos en materia financiera ya que te proporciona una cartera de fondos diseñada a la medida de tus necesidades, teniendo en cuenta tu perfil de riesgo, y se encarga de gestionarla por ti.

Si dispones de conocimientos algo más avanzados es posible que quieras establecer tu propio asset allocation (distribución de activos) y decidir que proporción de renta variable y de renta fija es la más adecuada para ti en cada momento. Así podrás construirte una cartera de productos que se adecúen a ese mix de riesgo. En este punto, sólo una recomendación: no lo apuestes todo a una sola carta. Lo aconsejable es no invertirlo todo en un solo fondo y buscar la máxima diversificación del riesgo. Ya conoces la vieja máxima: no poner todos los huevos en la misma cesta.

Finalmente, si eres un inversor con ciertos conocimientos puede que prefieras seleccionar las acciones por ti mismo, en lugar de invertir en un fondo (o varios) de renta variable. Aquí ten en cuenta que la selección directa de acciones tiene sus pros y sus contras con respecto a la inversión colectiva y que tu meta debe ser siempre hacerlo mejor que el conjunto del mercado, representado en la figura del índice.

Y si eres un inversor sofisticado es probable que además de la renta variable y la renta fija quieras añadir un plus de rentabilidad a tu cartera añadiendo activos como el crowdfunding inmobiliario o el capital riesgo. Con todo, recuerda que el peso de este tipo de inversiones debería ser minoritario con respecto al conjunto de tu patrimonio.

Otra opción a considerar para aquellos inversores con ciertos conocimientos, y un gran apetito por el riesgo, es el apalancamiento vía pignoración de activos, que permite multiplicar los efectos de tu inversión.

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