Pedrito chocolatero

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1 de septiembre de 2014

En 1937, en plena guerra civil española, Gustavo Pascual, clarinetista de Cocentaina, componía un pasodoble para que fuera interpretado durante las fiestas de moros y cristianos de su localidad. No se estrenó hasta 1941,  y desde entonces su popularidad no ha dejado de aumentar, convirtiéndose en un clásico de las fiestas populares en toda España. Aunque la letra original del pasodoble era un tanto jocosa, y hacía referencia a la condición fiestera del tío del compositor, de nombre Paquito y de profesión chocolatero, la que se ha popularizado, desde la versión disco de King África, reza así: “ … portando sus estandartes, los moros y los cristianos, preparan su posición. En mitad de la plaza, ya está firme el baluarte cristiano, donde el moro está acechando, para librar la batalla. Truenan ya los arcabuces, y brillan las cimitarras, y en el fragor de la lucha, el pueblo en un clamor estalla, por el calor de la fiesta, mora y cristiana”.

Cambien moros y cristianos por rusos y ucranianos, y  ya tenemos letra para el conflicto que empezó en el Maidan de Kiev, siguió en Crimea y ahora está en Donetsk y Lugansk. Empezó como una fiesta en una plaza, los fiesteros ucranianos tomaron el baluarte en Kiev echando al rey ruso. Los fiesteros rusos respondían tomando otro baluarte en la plaza de Sebastopol echando al rey ucraniano. Y la violencia empleada hasta ese momento, aunque algo superior a la que se da en el simulacro de combate entre moros y cristianos en las fiestas de Cocentaina, se mantenía contenida.

Parecía que, con la elección de Petro Poroshenko, conocido industrial chocolatero, como nuevo jefe ucraniano se iban a terminar la fiesta. Pero no ha sido así. Lo de Lugansk y Donetsk ya no es cosa de arcabuces y cimitarras, sino de misiles y tanques. Y las víctimas ya no son la excepción, sino la regla. Los jefes de las comparsas, Petro y Vladimir, se reunían la semana pasada. Todos esperábamos que pusieran fin a la violencia, ya real y no jocosa, de sus huestes. Pero no ha sido así.  Lo que empezó siendo una fiesta ha terminado siendo una gran tragedia. El otro día veía una entrevista a un panadero en Donetsk. Con el establecimiento cerrado por falta de agua decía “yo ya no sé quién dispara a quién, pero me da igual, yo saldré a la calle, y si me cae un tiro, por lo menos se habrá acabado esta pesadilla”.

No sé si estamos todavía a tiempo para que, dentro de unos años, en Donetsk puedan desfilar, en tono festivo, comparsas rusas y ucranianas al son del Paquito chocolatero. Probablemente no. Pero sí lo estamos para que dejen de tronar los arcabuces. La realidad económica es muy tozuda, y la fiesta ha salido ya demasiado cara. Ni Petro ni Vladimir se lo pueden permitir.

 

Josep Prats

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