No es nada habitual que, en un diario de información general, una
noticia relativa a un producto financiero se convierta en la más leída
del día. Y menos todavía cuando no se trata de una estafa ni de una
actuación ilegal... Casi casi todo lo contrario. elmundo.es ha tenido
este miércoles 27 de diciembre como
la más leída una historia relativamente habitual, por desgracia
, dentro del mundo financiero, que ha ascendido a las alturas en las
listas de lecturas por una cifra llamativa: un cliente atrapado en preferentes
hasta el año 3000... Que en realidad es lo de menos.
Es la historia, cuenta el artículo, de Vicente, un castellonense que
fue a su entidad financiera
a retirar el dinero de un producto donde no existe "la
retirada", como sí sucede en los depósitos o en las cuentas
. Un producto que se parece más a las acciones que a estos otros en ese
sentido: para obtener el dinero, necesitas vendérselo a alguien
(y acordar un precio); un producto que, con su cultura financiera (o
lo que se deja ver de ella en el artículo), nunca debería haber
contratado: las preferentes de la CAM
(que ya hemos tratado y también
por malas noticias anteriormente
). No debería haberlo hecho. Por varias razones. Sobre todo, por prudencia
. Vicente metió 36.000 euros en estas preferentes, siguiendo esta
actuación: "Un día me llamaron del banco en 2006 y me dijeron que
me iban a poner el dinero en un nuevo sitio y les di mi
autorización por teléfono
. Al cabo de unos días fui y firmé". ¿Cómo es posible que nos
llamen del banco, nos digan que nos van a poner esos 36.000 euros que
tanto nos han costado ahorrar en "un sitio nuevo" y demos la
autorización por teléfono, sin pedir más información? Esto sólo se
explica por cuatro posibles motivaciones: a) porque nos ciega
el interés que nos ofrecen
, que en estos productos era muy alto (precisamente por el elevado
riesgo que tenían), y no queremos hacer más preguntas, mientras sigamos
ingresando en la cuenta b) por un exceso de confianza
en la persona de la sucursal (el famoso "es que el director es
amigo mío y me ha dicho que..."); c) por no querer reconocer la
escasa cultura financiera
, por no querer hacer más preguntas para no evidenciar que no sabemos
de qué nos están hablando; d) por cualquier combinación de las
anteriores. Quizá, si hubiera preguntado, quizá, a Vicente le habrían
dicho que las preferentes son productos "a perpetuidad"
. Es decir, hasta que al banco le de la gana amortizarlas. En el caso
de este ahorrador, en este producto le ponían hasta el año 3000, que no
deja de ser otra forma de decir "a perpetuidad", pero que
precisamente es el detalle llamativo que, en un titular, llevó esta
noticia a ser la más leída del día en elmundo.es O quizá le hubieran
dicho "la otra" posibilidad de recuperar su dinero... O lo que
quedara de él. Si quería venderlas, necesitaba que la CAM le
encontrase un comprador
. Normalmente, otro cliente... Pero habría que fijar un precio. Y
claro, el precio puede depender por ejemplo de la salud de la
entidad financiera, de si obtendrá beneficios
o no... Vamos, que venderlas al precio que le puedan pagar puede
suponer una buena pérdida. Y eso es precisamente lo que al final no
quiere Vicente. Perder dinero... Digo "quizá" en los párrafos
anteriores porque también cabe la posibilidad de que la
entidad financiera no le informara de viva voz de estos
"detallitos" ni preguntando
. ¿Para qué? El cliente, en teoría, está más que informado. No
obstante, antes de invertir, es obligatorio que firme un papelito en el
que asegura conocer los riesgos a los que se enfrenta, un documento que
obliga la normativa europea Mifid
en el que el inversor se declara apto para ese producto, digamos.
El problema es que estos papeles los firmamos como quien ve llover.
El error en este sentido está en que esta normativa europea, cargada
de buenas intenciones, se ha convertido en la mejor
"trampa" legal de las entidades financieras
. Como el cliente ya firma un papel en el que asegura conocer los
riesgos (y lo va a firmar en el 90% de los casos -siendo muy generosos-
sin leerlo), le podemos colocar lo que haga falta. Una vez más,
el problema no es de ausencia de regulación
... Sino del defecto de la regulación vigente o, vaya usted a saber, si
de la propia regulación en sí. Casos como el de Vicente, los hay a
millares. Personas que han invertido en preferentes
, atraídos por sus altas rentabilidades en los anuncios, sin conocer
los riesgos del producto asociados a esa rentabilidad
, fiándose en exceso del personal de la sucursal... Que a su vez no
tiene más remedio que hacer lo posible para colocar el producto de
campaña que le exigen desde arriba. Por cierto, que clama al cielo que
esto suceda con las preferentes que hace sólo un par de años
eran el producto de moda
, que todas las entidades colocaban por sus interesantísimas ventajas, vendían
decían, y en el que que ahora, sin el más mínimo reparo, animan al
cliente a cancelar para pasarse a bonos, pagarés o acciones
del propio banco
. La razón es que las preferentes ya no cuentan como capital básico
para el banco, como sucedía antes. Así que ahora, nos dicen, mejor pasar
a acciones o a convertibles... Que son mucho más líquidas que
las preferentes
... Sí, exactamente igual
que cuando ustedes colocaron estos productos a borbotones entre
quienes nunca debieron haberlos contratado. De nuevo, los intereses del
clientes están al final del todo... Como para no leerse lo que firmamos
y fiarnos de que se ponga el dinero en "un sitio nuevo",
Vicente.
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