Un millonario gallego: Gerard López, manual para hacerse millonario

Un millonario gallego: Gerard López, manual para hacerse millonario

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Gerard López es amigo personal de Putin. El caluroso recibimiento de Dmitry Kobylkin, gobernador de Yamal y hombre de confianza de Putin en El Dorado del Ártico, a López en Salejard no deja lugar a dudas: es de la familia. Es de los suyos. En los bajos del moderno palacio del Gobernador del distrito de Yamal, varias inmensas maquetas reflejan cómo será Salejard, la capital (en primer término), cuando cuajen las inversiones necesarias para remodelar esta ciudad de apenas 40.000 habitantes que sufre temperaturas de hasta menos 50 grados. Las siguientes maquetas muestran futuras plantas industriales y gasísticas y el futuro superpuerto de Sabetta

 

Todos disfrutamos leyendo las historias de los grandes especuladores como Warren Buffett o George Soros. Personalmente, disfruto aún más leyendo las historias de los grandes empresarios y visionarios. Gerard López es uno de esos y, además, español. En El País podéis encontrar la historia completa.

Os saco algunos párrafos para animaros a leerla:

“Mi familia era pobre. En la aldea,  en Riotorto , no teníamos ni cuarto de baño ni agua corriente. Nos lavábamos con una palangana. 

Programaba desde adolescente y había ideado incluso una aplicación comercial a los 15 años. Con 20 años, en 1992, creó su primera empresa. No había terminado la carrera. Se llamaba Icon Solutions. Se puso un sueldo de 1.800 euros. La vendió 18 meses más tarde. Creó una segunda, ProLease, de alquiler de coches, y repitió la jugada. Y una tercera, Securewave, que siguió el mismo camino. En aquellos primeros envites ganó su primeros millones de euros.

En 2000 Gerard López montó su primer fondo de inversión dedicado a financiar  start-ups relacionadas con Internet,  software, telecomunicaciones, biotecnología, gestión financiera y comercio electrónico. Tenía 28 años. La bautizó  Mangrove Capital 

Con menos de treinta años, Gerardín se convirtió en Gerard López. El cazador. Un inversor especializado en capital-riesgo que en solo dos años se iba a hacer muy rico apostando por  Skype  (la aplicación gratuita de transmisión de voz por Internet); de los primeros eu­ropeos que arriesgaron su dinero (y el de otros) en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que le harían aún más rico comprando y vendiendo participaciones de compañías en ciernes por todo el mundo.

  El año 2000 fue un momento extraño; acababa de reventar la primera burbuja tecnológica y se había llevado por delante a centenares de fondos y empresas. El índice bursátil Nasdaq había perdido cinco veces su valor. Aquel escenario ponía en duda el futuro de Internet. En ese preciso momento llegamos nosotros. Repasamos 3.000 informes de  start-ups donde invertir. La clave era encontrar algo nuevo, no ir por detrás de los acontecimientos”.

Entre los supervivientes del naufragio tecnológico se encontraban dos tipos peculiares,  Niklas Zennström y Janus Friis; dos jóvenes informáticos nórdicos que habían desarrollado una aplicación revolucionaria llamada KaZaA, destinada al intercambio de archivos musicales de ordenador a ordenador, que fue pasto de las querellas por la entonces poderosa industria musical global y borrada del mapa. KaZaA tuvo una vida corta, pero Zennström y Friis conservaron su tecnología. En 2002 estaban dispuestos a ir más lejos: convertir su descubrimiento en una aplicación gratuita para el intercambio de voz e imágenes a través del ordenador. Convertir un portátil en un videoteléfono. No tenían un céntimo para su desarrollo y ningún fondo estaba dispuesto a apostar por su invento. Una veintena ya les había cerrado las puertas. A comienzos de 2002 se encontraban en vía muerta.

En algún momento de aquel verano se encontraron con Gerard López. Y le explicaron el proyecto. López quería invertir en alguna aplicación relacionada con la música. Tomar la delantera y darse a conocer. Skype era un acto de fe. Solo existía sobre el papel. Era un par de ordenadores y de desarrolladores bálticos a los que no había dinero para pagar. Además, invertir en Skype suponía enfrentarse a las operadoras telefónicas por competencia desleal. Skype no estaría operativo hasta el verano de 2003. Sin embargo, López se quedó fascinado por su capacidad para crear una inmensa comunidad de Internet en torno a una tecnología de uso sencillo. “Tuve una corazonada”. Skype comenzó a emitir el 29 agosto de 2003. Funcionaba. En cuatro semanas tenía 10.000 usuarios. En dos años, 54 millones.

En diciembre de 2003,  Mangrove , la empresa de Gerard López, encabezó una primera ronda de inversores para capitalizar Skype, a la que atrajo a fondos tan veteranos como Draper, Index y Bessemer por valor de 25 millones de euros; y una segunda en marzo de 2004, en la que se consiguieron 19 millones. Es difícil saber cuánto desembolsó López. Posiblemente en torno a cuatro millones. Un año y medio más tarde, el 12 de septiembre de 2005, el poderoso portal de comercio electrónico eBay adquiría Skype por 4.000 millones de euros. López ni confirma ni desmiente, pero su beneficio se situó en torno a 400 millones de ­euros. El pelotazo de su vida. Y su entrada en las grandes Ligas. A partir de ahí llevaría a cabo una sucesiva toma y venta de participaciones en firmas tecnológicas como Brokat (con un beneficio de 10 veces lo invertido), Dialcom, Nimbuzz o Wix (donde invirtió un puñado de millones y de la que hoy posee, según la Securities and Exchange Commission, el 21% de las acciones de una compañía que vale 1.200 millones). Además de un extenso repertorio de inversiones y desinversiones en un centenar de empresas emergentes del comercio electrónico, la venta de lujo, los juegos en red, la moda, la gestión de reservas hoteleras y de hospitales, el manejo de estadísticas, las energías limpias, la belleza o la moneda virtual, que le harían mucho más rico

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