ONE UP ON WALL STREET (I)

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Este es otro libro que, para vergüenza de los editores españoles, no se puede encontrar en las librerías en edición traducida al castellano. Sé que hace unos años una pequeña editorial llamada Verlag Norbel Bartl se hizo con los derechos de la versión castellana del libro y lo distribuyó con escaso éxito (por correo, me dijeron). En la actualidad esta edición se encuentra descatalogada y el contrato de explotación de los derechos ha expirado. La traducción del título era “Un paso por delante de la bolsa”. También me han dicho que una editorial especializada en vender libros de bolsa, principalmente online, se ha hecho con los derechos en castellano de este libro y lo piensa comercializar en breve. De ser eso cierto, el que tenga interés en leer el libro en nuestra lengua patria ya puede ir preparando cuarenta eurazos. No esperemos, pues, una distribución masiva al estilo del libro del Rich Daddy. Entre la escasez de libros de bolsa decentes en el mercado Español  y Telecinco así nos va. Al final va a tener razón el tal Pisitófilos con eso de que a fin de mantener la estafa piramidal de la inversión en ladrillo a los poderes les interesa presentar la bolsa como una alternativa esotérica e insegura. En cualquier caso, creo que este es el mejor “primer” sobre bolsa que he leído hasta la fecha. Por eso, tras mi admirado Buffett se lleva el segundo lugar de esta lista de imprescindibles sobre la que estoy escribiendo.

El autor del libro, Peter Lynch, es uno de los inversores de mayor reputación en Estados Unidos (sólo superado en popularidad por Warren Buffett) fue gestor del fondo Magellan de Fidelity Investmen desde 1977 hasta 1990, periodo en que consiguió una rentabilidad anualizada del 29,22%, después de comisiones.

El libro se divide en tres partes: la primera llamada “Preparándose para invertir”, la segunda se llama “Eligiendo a los Ganadores” y la tercera se llama “La Visión a Largo Plazo”.

En la primera parte, “Preparándose para invertir”, se describe en primer lugar la historia de Peter Lynch hasta llegar a Fidelity. El autor nos cuenta que venía de una familia sin tradición inversora, donde la bolsa se veía como algo tremendamente arriesgado a consecuencia del trauma que supuso para la generación de sus padres el Crash del 29. Posteriormente nos cuenta que gracias a su trabajo de caddy en uno de los más exclusivos clubes de Boston, consiguió una beca de verano en Fidelity, también que gracias a un golpe de suerte con su primera inversión, en una compañía aérea llamada Flying Tiger (que se benefició de la entrada de Estados Unidos en la guerra del Vietnam) consiguió financiar su MBA en Wharton y que previamente a sus estudios de postgrado había evitado todas las asignaturas relacionadas con las matemáticas, y la contabilidad escogiendo las relacionadas con la lógica, la filosofía y la historia (de mayor utilidad para interpretar la irracionalidad de los mercados, ya que las matemáticas que se necesitan son las de 4º de primaria). Según nos cuenta Lynch, el contraste entre las historias de las que era testigo en Fidelity y lo que le explicaban sobre mercados en Wharton  le hicieron descreer de los académicos, que ya por entonces propugnaban la Efficient Market Hypothesis.

Lynch pasa después a explicarnos qué tipo de limitaciones tienen los profesionales de la inversión y por qué es virtualmente imposible que logren rendimientos superiores al mercado, salvo honrosas excepciones a las que cita como Templeton, Neff, Soros y Rogers. Del resto nos cuenta que debido al riesgo profesional,  al miedo a los “desempeños divergentes” y a las restricciones legales (como no tener una posición que suponga más del 5% de los activos del fondo y no poseer más del 10% del capital de una sociedad) es imposible que se salgan de una lista de acciones, preseleccionada por un comité, con amplio seguimiento por parte de las instituciones, con poco recorrido en cuanto a su ciclo de expansión y, a consecuencia de todo lo anterior, correctamente apreciadas en el mejor de los casos.    

Posteriormente, nos explica el autor la diferencia en rentabilidad y riesgo de las distintas alternativas de inversión para resaltar la bondad de invertir en renta variable y desmitificar la creencia popular de que los bonos son un lugar seguro ya que en un escenario de inflación rampante pueden perder valor de mercado tan rápidamente como pueda hacerlo una acción (especialmente relevante este consejo en los tiempos actuales, con los yield a los niveles que están).

Termina la primera parte del libro hablando sobre las cualidades personales que se requieren para invertir en bolsa (la principal de ellas capacidad de encaje, como los boxeadores), cómo debe tener uno organizadas sus finanzas personales para no verse obligado a vender en el peor momento y, por último, nos previene de la futilidad de intentar prever qué va a hacer el mercado o la economía.

Quiero detenerme en este último punto de la primera parte, porque me parece que el fenómeno que se describe  está especialmente magnificado gracias a los medios digitales. Dice Lynch (traducción propia):

“En verdad, hay una magnífica correlación entre los tipos de interés y los mercados de acciones, pero ¿quién puede pronosticar los tipos de interés con una regularidad a la que sacar partido? Hay 60.000 economistas en los Estados Unidos, muchos de ellos empleados a tiempo completo tratando de predecir recesiones y tipos de interés, y si pudieran hacerlo con éxito dos veces seguidas, serían ya todos millonarios.

Se habrían retirado a Bimini donde podrían beber ron y dedicarse a la pesca del pez de aguja. Pero hasta donde yo sé, la mayoría de ellos siguen empleados por cuenta ajena, lo que debería decirnos algo.”

El único indicador de Market Timing al que Lynch concede cierta fiabilidad es al sentimiento. Cuando es casi unánime en cualquiera de las dos direcciones es cuando el mercado está preparado para girarse.

También nos dice que “no importa como hayamos llegado a la última conclusión financiera, siempre parece que estemos preparándonos para la última cosa que ha pasado, en contraposición a lo siguiente que va a suceder. Esta “alerta ante lo penúltimo” es, mayormente, nuestra manera de compensar el hecho de que no vimos venir el último acontecimiento.”

Como véis, a pesar de haber sido escrito hace más de veinte años las enseñanzas de libro siguen vigentes y, como dice el Eclesiastés, lo que ha sido, será y lo que se ha hecho se seguirá haciendo y, en definitiva, no hay nada nuevo bajo el Sol.

Os dejo el enlace a este ensayo de Charles Munger, cuyo mensaje coincide en bastantes puntos con lo que quiere transmitir el libro.

CONTINUARÁ

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