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Tiempos de cambio
Hace casi ya cinco décadas que Bob Dylan compuso uno de sus grandes
clásicos, The times they are a changin’ (los tiempos están cambiando),
y a pesar del tiempo transcurrido, su mensaje sigue siendo plenamente
actual, quizá porque lo único permanente es el cambio.
Y es cierto, parece que algo esta cambiando, y bajo esta
profunda crisis que nos afecta, es posible que subyaga un cambio mucho
mas relevante, un nuevo reparto económico global, lo que se esta
denominando el “nuevo normal”.
Los estudios demográficos muestran una tendencia nada favorable en
los llamados países desarrollados. Su población crece (si lo hace) a
un ritmo muy lento, que no compensa el envejecimiento de la población,
con lo que la tasa de dependencia (proporción entre personas en edad
inactiva y activa) seguirá aumentando los próximos años, con todo lo
que ello conlleva.
Por otro lado, la diferenciación tecnológica (a la vez que la
capacitación), cada vez es menor, reduciéndose en gran medida la
ventaja competitiva, favoreciendo la deslocalización y dificultando la
sostenibilidad del estatus de los trabajadores de países desarrollados.
En este entorno, el crecimiento mundial vendrá liderado por los
países “emergentes”, hasta el punto de que el 80% del crecimiento de
la próxima década provendrá de éstos. No solo hablamos de crecimiento,
en términos absolutos, las economías emergentes serán mayores que las
desarrolladas en torno al año 2040.
El impacto en nuestras vidas no será menor, el peso de la clase
media europea en el mundo se reducirá a la mitad para el año 2030; de
cada cien personas que en ese año se incorporen a este segmento, 97
serán de países emergentes, y el salario mínimo de este grupo no
crecerá al ritmo del IPC, sino a ritmos de doble dígito.
En este contexto, los países desarrollados se encuentran con una
deuda muy elevada y unos tipos de interés en mínimos, sostenidos en
gran medida por la histórica inyección de liquidez con la que
pretendemos reactivar la economía.
Curiosamente, esta inundación de liquidez coincide con un periodo
de consolidación fiscal que casi todos los países desarrollados
tendrán que afrontar tarde o temprano.
La inflación también está en mínimos, aunque no existe un acuerdo
sobre si esto es bueno para todos. Dado todo lo anterior, y salvo
catástrofe deflacionaria, la expectativa es clara. Este no es un
escenario catastrofista, es un escenario de cambio.
Aplicado a la práctica, ¿que podemos hacer con nuestras inversiones?
No hay una respuesta mágica, ni recetas milagrosas… Lo más
conveniente es aplicar el sentido común.
Revisemos nuestra tolerancia al riesgo, marquemos cuáles son
nuestros límites aceptables (en términos de perdida máxima, activos
aptos,…), y hagámoslo de forma honesta.
Seamos realistas en términos de expectativas de rentabilidad para
los distintos activos, así como para el conjunto de cartera, marquemos
objetivos alcanzables y compatibles con nuestra “sensibilidad”.
Busquemos de forma eficiente inversiones con potencial, empleemos
de forma racional nuestro presupuesto de riesgo, alternando zonas
geográficas, divisas y comportamiento en el ciclo económico. Diversifiquemos.
En periodos más cortos, adecuemos nuestra posición al riesgo del
mercado en cada momento, tratemos de evitar los peores escenarios y
valoremos el riesgo de cada una de nuestras decisiones.
Revisemos periódicamente nuestras decisiones y sus consecuencias,
repasemos nuestro proceso de toma de decisiones en términos absolutos
y relativos, seamos sensibles a los cambios en nuestras circunstancias
o a la idoneidad del objetivo.
Hace casi 50 años que Bob Dylan nos regaló canciones como The times
they are a changin´ o Like a rolling stone, pero puestos a elegir,
escuchemos ambas y protagonicemos solo la primera.
BBVA
Fernando Aguado
Director de Inversiones en Pensiones BBVA