Adiós a la calificación AAA para Estados Unidos
Anthony Willis, Senior Economist, Columbia Threadneedle Investments
Perspectivas de mercados: Adiós a la calificación AAA para Estados Unidos
• Moody’s ha rebajado la calificación crediticia de la deuda soberana estadounidense a Aa1, citando un aumento proyectado del déficit fiscal hasta el 9,4 % del PIB en 2035, desde el 6,4 % en 2024.
• Aunque esta rebaja tiene poco impacto práctico, llega justo cuando el proyecto de ley ‘One Big Beautiful Bill Act’ del presidente Trump podría incrementar la deuda nacional en 3,3 billones de dólares en la próxima década.
• Con los pagos de intereses acercándose al billón de dólares anuales, y sin señales claras de disciplina fiscal, el mercado de bonos podría terminar imponiendo sus propias condiciones a la política fiscal estadounidense.
• Aunque los rendimientos aún se mantienen contenidos, el riesgo de que se disparen y generen tensiones en los activos de riesgo está latente, y podría afectar al apetito inversor global.
La última semana ha estado marcada por el nuevo presupuesto federal de EE.UU., en medio de intentos del Partido Republicano por aprobarlo sin el respaldo demócrata. Todo ello ha coincidido con una señal de advertencia por parte de la agencia de calificación Moody’s, que rebajó la nota crediticia del país desde AAA a Aa1. Esto significa que ninguna de las tres principales agencias otorga ya la máxima calificación a EE.UU. (S&P la rebajó ya en 2011, también por el déficit). Poco ha cambiado desde entonces: el país presenta hoy un déficit presupuestario del 6,8 %, un nivel normalmente asociado a una recesión.
Moody’s estima que el déficit fiscal federal pasará del 6,4 % del PIB en 2024 al 9 % en 2035, debido al aumento de los pagos por deuda, el gasto social y una recaudación relativamente baja. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, se ha comprometido a reducir el déficit hasta el 3 % para el final del mandato de Trump, un objetivo que requerirá un fuerte crecimiento económico o un ajuste fiscal muy contundente.
Aunque la rebaja de Moody’s no tiene un efecto práctico inmediato, sí impacta en la percepción del riesgo en un momento especialmente delicado, con el foco puesto en el déficit, el endeudamiento y la aparente falta de preocupación en Washington sobre su trayectoria.
Trump ha intentado agrupar muchas de sus promesas electorales en el llamado ‘One Big Beautiful Bill Act’, actualmente en tramitación en el Congreso. Según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable (no partidista), este proyecto podría aumentar la deuda nacional en al menos 3,3 billones de dólares en los próximos diez años.
El mercado reaccionó a la rebaja de rating con una cierta volatilidad en los bonos del Tesoro, sobre todo en los de mayor duración. Aunque se espera que el Congreso apruebe el nuevo presupuesto en breve, lo cierto es que es poco probable que esta ley aborde el problema estructural de la deuda. Los recortes de gasto previstos no compensan las rebajas fiscales propuestas, ni la extensión de las aplicadas en 2017. Y los ingresos arancelarios no bastarán: el año pasado se recaudaron 100.000 millones de dólares en aranceles, frente a un total de ingresos de 4,9 billones. Este año podrían situarse entre 150.000 y 300.000 millones, pero para alcanzar el rango superior sería necesario reimponer aranceles recíprocos, algo poco probable.
Con un déficit que crece a un ritmo de un billón de dólares cada 100 días, la pregunta es: ¿qué freno pondrá fin a esta dinámica? Parece poco probable que la disciplina fiscal llegue por parte de los republicanos o de la administración actual. ¿Será el mercado de bonos quien, al final, diga “basta” y provoque un momento ‘Liz Truss’ para Trump?
Los bonos del Tesoro de EE.UU. siguen disfrutando del estatus de activo libre de riesgo por excelencia (suponiendo que el país no incurra en impago) y el dólar estadounidense mantiene su papel como divisa de reserva global. Esto garantiza una demanda estructural sólida de deuda estadounidense. Pero es probable que los inversores exijan mayores compensaciones para asumir ese riesgo.
Los bonos se valorarán en un contexto de riesgo de inflación elevada y desaceleración económica derivada de los aranceles, con una Reserva Federal en modo “esperar y ver”, centrada en contener los precios más que en sostener el empleo. En el pasado, la Fed ha demostrado sensibilidad ante tensiones en el mercado de deuda, y ha actuado cuando ha sido necesario para evitar que una crisis de bonos se convierta en crisis financiera. Sin embargo, su umbral de intervención es alto, y por debajo de él podríamos ver una mayor volatilidad.
Un repunte gradual de los rendimientos es más digerible para los mercados que un repunte repentino. Pero el actual contexto en torno al déficit se presta a cambios de humor bruscos y picos de rentabilidad que podrían generar inestabilidad en los activos de riesgo. Hay motivos, por tanto, para estar más atentos a la trayectoria de la deuda estadounidense y su potencial impacto sobre el apetito de riesgo en los mercados globales.
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