¿Qué significan los primeros 100 días de Trump para los próximos 1.361 de mandato?
Por Anthony Willis, Senior Economist de Columbia Threadneedle Investments
Resumen:
• El 30 de abril se cumplieron 100 días desde el inicio del segundo mandato del presidente Trump. Ha sido un periodo intenso, marcado por los anuncios de aranceles a principios de abril, que desataron una fuerte volatilidad en los mercados financieros.
• El ritmo vertiginoso de los acontecimientos ha dificultado que los inversores tomen decisiones con verdadera convicción. En este contexto incierto, el oro ha destacado como uno de los activos con mejor comportamiento.
• La agitación en el mercado de deuda estadounidense obligó a pausar la implementación de muchos aranceles recíprocos. Actualmente nos encontramos en un periodo de 90 días en el que varios países están negociando acuerdos comerciales con EE. UU.
• Ante la pérdida de popularidad, es posible que el presidente busque orientar su discurso hacia políticas más atractivas para el electorado, como los recortes fiscales. Habrá que observar cómo reacciona el mercado de bonos ante ese escenario.
• La relocalización de las fábricas de producción manufacturera a EE. UU. llevará tiempo, por lo que es probable que veamos estantes vacíos y precios más altos en el corto plazo. Las compañías, además, exigirán mayor estabilidad antes de tomar decisiones de inversión.
• A pesar de todo, la economía estadounidense sigue posicionada para superar a las del resto del G7.
El 30 de abril se cumplieron 100 días desde que Trump asumió su segundo mandato, un momento tradicionalmente reservado para hacer balance de los primeros logros del presidente.
Durante su investidura, Trump prometió una nueva 'edad dorada' para los estadounidenses. Aunque heredó una economía en buena forma, en apenas tres meses la situación ha cambiado hacia una incertidumbre política comparable a la vivida durante la crisis financiera global o la pandemia. Las probabilidades de recesión oscilan entre el 40 % y el 90 %, según a quién se consulte.
En estos primeros 100 días han ocurrido muchas cosas. Los acontecimientos recientes han puesto en duda la narrativa del 'excepcionalismo estadounidense' que ha impulsado el rendimiento superior de las bolsas estadounidenses en los últimos años, especialmente de las grandes tecnológicas.
Por momentos, la sensación ha sido que todo ocurre en todas partes y al mismo tiempo. La estrategia de inundar el espacio mediático con noticias y anuncios de políticas dificulta el seguimiento. Y el constante cambio de contexto complica la toma de decisiones de inversión con alto nivel de convicción. En los mercados financieros, el rasgo dominante ha sido la implantación del régimen arancelario más alto desde la década de 1930.
¿Qué activos lo han hecho bien en este contexto? El oro ha subido casi un 19 %, al igual que muchos otros activos medidos en dólares, ya que la divisa se ha debilitado considerablemente. Refugios tradicionales como el dólar han perdido valor: el índice del dólar estadounidense cayó un 9,08 % entre el 20 de enero y el 30 de abril, tras haber subido un 11,85 % en los cinco años previos.
La renta variable estadounidense recibió inicialmente a Trump con entusiasmo, esperando una repetición de su primer mandato: el S&P 500 registró su mejor comportamiento pos-electoral, impulsado por la expectativa de menores regulaciones y recortes fiscales. Sin embargo, el foco de la nueva administración ha sido el déficit comercial, y la oleada de anuncios arancelarios ha generado incertidumbre en los mercados.
Tras los anuncios, la volatilidad se disparó. Aunque hubo cierta recuperación en la segunda mitad de abril, suficiente para borrar las pérdidas tras el ‘día de la liberación’, el índice sigue un 8 % por debajo del máximo histórico del 19 de febrero. La administración se ha mostrado indiferente ante los movimientos bursátiles. Scott Bessent, secretario del Tesoro, calificó las correcciones como 'sanas' y 'normales'. Las tensiones más importantes se vieron en el mercado de deuda pública, cuya turbulencia forzó la pausa en los aranceles recíprocos, que estuvieron en vigor solo 13 horas.
Trump ahora quiere pasar página en materia arancelaria y centrar la atención en aspectos más positivos de su agenda, en especial los recortes fiscales, que extenderían los aplicados durante su primer mandato. Sin embargo, para cuando esa medida se ponga en marcha, la economía estadounidense podría mostrar ya signos de ralentización, y está por ver si el mercado de bonos tolerará políticas que aumenten aún más el déficit presupuestario.
Con unos índices de aprobación del electorado a la baja, el presidente Trump querrá que algunas políticas favorables al voto sean prioritarias antes de las elecciones de mitad de mandato, en las que tradicionalmente el partido en la Casa Blanca pierde escaños. Una derrota, es decir, perder el control del Congreso a manos de los demócratas, probablemente generaría niveles mucho mayores de intervención de sus políticas y una resistencia política mayor a la que estamos viendo actualmente.
Los próximos meses deberían revelar hasta qué punto Trump está comprometido ideológicamente con los aranceles. Problemas en las cadenas de suministro, estantes vacíos o productos más caros podrían empeorar aún más el ánimo del consumidor.
La actual prórroga arancelaria de 90 días vence el 9 de julio. El mercado espera que esta moratoria se extienda o se renegocie con muchos países. Aun así, seguiremos con el nivel de aranceles más alto en 90 años. Es más probable que veamos acuerdos llamativos, pero con poco contenido sustancial, especialmente con países como Corea del Sur, Japón o India. Los acuerdos con la UE y China parecen mucho más complejos.
Estamos muy lejos de la era de libre comercio que terminó con el inicio del mandato de Trump 2.0. Un retorno a un tipo arancelario efectivo inferior al 3 % —como el disfrutado en años recientes— parece hoy lejano.
Cualquier impulso económico derivado de la relocalización industrial tardará años en materializarse. Sustituir productos fabricados en el extranjero llevará tiempo, y los mayores costes laborales internos implicarán subidas de precios. Muchas empresas no trasladarán su producción hasta ver mayor estabilidad y previsibilidad.
¿Estamos entonces ante el fin del excepcionalismo estadounidense? El futuro inmediato de la renta variable de EE. UU. no dependerá únicamente de los aranceles. La evolución del índice S&P 500 podría estar igualmente influida por la capacidad de las grandes tecnológicas para rentabilizar sus inversiones en inteligencia artificial, a pesar del débil comportamiento del sector en lo que va de año.
Apostar contra EE. UU. ha sido una estrategia fallida en los últimos años. Solo el tiempo dirá si esta etapa de Trump marca un giro definitivo hacia un país más aislacionista y un nuevo orden global. A pesar de toda la incertidumbre, EE. UU. sigue llamado a liderar el crecimiento entre las economías del G7, tanto este año como el próximo. Si estos 1.361 días son solo un bache, cabe esperar que el dinamismo y espíritu emprendedor de EE. UU. prevalezcan a largo plazo. Incluso con un presidente aislacionista, esas fortalezas seguirán presentes, aunque una América cerrada será más pobre económicamente, al igual que el resto del mundo. Eso significa que o bien se cerrarán acuerdos llamativos para los titulares o bien el proceso se alargará, aumentando el riesgo de un daño significativo a la economía global, y especialmente a la de EE. UU.
Ya se están reportando caídas sustanciales en los volúmenes de envío desde China a EE. UU., con buques anclados frente a Los Ángeles esperando poder descargar mercancías chinas, posiblemente a tarifas más bajas.
A medida que los inventarios en EE. UU. se reducen, hay advertencias sobre estantes vacíos y subidas de precios. Un escenario que probablemente golpeará aún más la confianza del consumidor y, en consecuencia, los índices de aprobación presidencial.
Analizar esta situación fluida en torno a los aranceles, su alcance y duración no es sencillo. Las políticas de Trump podrían terminar siendo transitorias para algunos socios comerciales, pero los escenarios posibles varían desde una guerra comercial total (y recesión) hasta un comercio 'libre' con tarifas mucho más altas de lo que hemos visto en 90 años.
Por tanto, habrá impactos en el crecimiento y la inflación en EE. UU., así como resultados específicos en otros países.
Incluso si hay desescalada, la ventana de 90 días para negociar implicará daños a las cadenas de suministro. Además, ya se están observando impactos en los datos de confianza empresarial y del consumidor, y el arancel global del 10% ya está implementado y se mantendrá.
La recuperación de los mercados la semana pasada se debió a un mayor optimismo sobre los aranceles y al cambio de postura de Trump respecto a Jay Powell.
Dado que los mercados han estado muy débiles, cualquier noticia positiva concreta sobre acuerdos comerciales o desescalada podría impulsar el sentimiento. Sin embargo, es crucial que lleguen noticias firmes pronto, ya que la falta de comercio entre las principales potencias económicas tendrá graves consecuencias económicas, no solo para EE. UU. y China.
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