Cuando analizamos un fondo de inversión, no basta con mirar su rentabilidad histórica. Tan importante como saber cuánto ha ganado o perdido es entender cómo lo ha hecho, qué riesgos ha asumido y si su comportamiento ha sido eficiente. Para ello, los analistas disponemos de una serie de ratios financieros que nos permiten evaluar la calidad de la gestión y el perfil del fondo. A continuación, repasamos los principales.
1. Beta (β): sensibilidad al mercado
La beta mide cómo se comporta un fondo en relación con su índice de referencia. Si su valor es 1, el fondo replica los movimientos del mercado. Una beta superior a 1 implica mayor volatilidad: subirá más en mercados alcistas, pero también caerá más en mercados bajistas. Por el contrario, una beta inferior a 1 indica un fondo más defensivo. Este ratio es clave para inversores que buscan ajustar el nivel de riesgo sistemático en su cartera.
2. Tracking Error (TE): riesgo del gestor
Este ratio cuantifica cuánto se desvía la rentabilidad del fondo respecto a su índice de referencia. Cuanto más bajo sea, más fiel es el fondo a su benchmark. Se interpreta como una medida de “libertad” del gestor para apartarse del índice:
TE entre 0% y 2%: gestión pasiva.
TE entre 2% y 5%: gestión activa controlada.
TE superior al 5%: gestión claramente activa.
El tracking error también se conoce como “riesgo específico” o “riesgo del gestor”.
3. Alfa de Jensen (α): valor añadido del gestor
El alfa mide si el gestor ha sido capaz de generar rentabilidad adicional ajustada al riesgo sistemático (beta). Si el alfa es positivo, el fondo ha superado al mercado; si es negativo, ha quedado por debajo. Es un indicador clave para evaluar si el gestor ha aportado valor real frente a una estrategia pasiva.
4. Ratio de Sharpe: eficiencia del binomio rentabilidad-riesgo
Este ratio compara la rentabilidad del fondo con la del activo sin riesgo, ponderando por la volatilidad total. Un valor mayor a 1 se considera muy positivo: significa que el fondo compensa adecuadamente el riesgo asumido. Un ratio negativo indica que el riesgo no se ha visto recompensado y, en teoría, la inversión debería evitarse.
5. Ratio de Sortino: rentabilidad ajustada al riesgo negativo
Es una evolución del ratio de Sharpe, pero en lugar de usar la volatilidad total, se centra solo en la volatilidad negativa. Esto es especialmente útil para los inversores que quieren penalizar más las caídas que las subidas. Cuanto mayor es el ratio de Sortino, mejor se ha comportado el fondo en términos de rentabilidad por riesgo bajista.
6. Ratio de Treynor: rentabilidad por riesgo sistemático
A diferencia del Sharpe, el ratio de Treynor usa la beta como medida de riesgo. Parte del supuesto de que la cartera está bien diversificada y, por tanto, solo importa el riesgo de mercado. Un Treynor elevado indica que el fondo ha aprovechado mejor el riesgo sistémico para obtener rentabilidad.
7. Ratio de Información: rentabilidad por unidad de riesgo activo
Este ratio relaciona la rentabilidad extra obtenida respecto al índice con el tracking error. Mide cuánto se gana por cada unidad de riesgo activo asumido por el gestor. Es muy útil para evaluar la calidad de una gestión activa: a igualdad de tracking error, preferiremos siempre el fondo con mayor ratio de información.
8. R² o Coeficiente de Determinación: dependencia del índice
Este valor indica qué parte de los movimientos del fondo se explican por los del índice. Va de 0 a 1, y cuanto más se acerque a 1, más “indexado” estará el fondo. Un R² de 0,98 frente al S&P 500, por ejemplo, implica que el 98% del comportamiento del fondo se debe a ese índice. Es muy útil para detectar fondos que dicen ser activos pero se comportan como pasivos.
9. Máxima caída (Drawdown): dolor en el camino
Este ratio nos muestra la mayor pérdida sufrida por el fondo desde un máximo hasta un mínimo antes de recuperarse. No solo refleja una cifra, sino una experiencia emocional: cuánto podrías haber perdido si hubieras invertido en el peor momento. Sirve para calibrar la tolerancia al riesgo y poner en contexto la rentabilidad obtenida.
Conclusión
Estos ratios no son mágicos ni infalibles, pero bien utilizados nos ayudan a entender mejor la naturaleza de un fondo, a compararlo con otros y a tomar decisiones más informadas. Lo importante no es solo lo que gana un fondo, sino cómo lo gana. En un entorno cada vez más exigente para los inversores, apoyarse en herramientas de análisis rigurosas es clave para construir carteras sólidas, coherentes y alineadas con nuestros objetivos.
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