¿Qué vendrá después de unos tipos en máximos?
Hugh Gimber, Estratega global de mercados
Desde el 2021, la Reserva Federal (la Fed) está inmersa en su ciclo de subidas de tipos más agresivo de los últimos 40 años, pero sus intentos de desacelerar la economía estadounidense apenas han hecho mella en el crecimiento del país. Esta resiliencia ha alimentado el optimismo en torno a la posibilidad de que se produzca un «aterrizaje perfecto» de la economía; es decir, que la inflación regrese al objetivo sin que la actividad se resienta significativamente. Aunque seguimos dudando de la probabilidad de este desenlace, cada vez tenemos más motivos para pensar que el fin de las subidas de tipos está cerca.
En este informe, expondremos lo aprendido en ciclos pasados de subida de tipos y analizaremos sus implicaciones para los mercados. ¿Nuestra principal conclusión? Que una pausa tiene más posibilidades de beneficiar a la deuda pública que a la renta variable.
La experiencia de anteriores entornos de mercado
Una vez que se aprueba la última subida de tipos en un ciclo, la economía estadounidense puede reaccionar de un sinfín de formas. A veces, ha colapsado en un abrir y cerrar de ojos, con el consiguiente volantazo del banco central y la rápida imposición de recortes de tipos. En otras ocasiones, la resiliencia económica depara un largo periodo en el que los tipos se congelan, mientras los responsables contemplan el efecto paulatino de sus medidas restrictivas sobre la economía.
De media, a lo largo de los últimos 40 años, se ha tardado unos 8 meses en aplicar el primer recorte a los tipos después de la última subida del ciclo, aunque el plazo puede variar, ya que en 1984 fue de solo un mes, mientras que en 2006 pasaron 15 meses entre una medida y otra (figura 1).
En los mercados de renta variable, lo normal es que los primeros seis meses después del fin de un ciclo de subidas sean positivos. Se necesita tiempo para que todos los efectos de las subidas de tipos acaben reduciendo el crecimiento de los beneficios, y las valoraciones de la renta variable suelen crecer cuando el banco central decide virar hacia una postura menos restrictiva. Pasado ese tiempo, sin embargo, el panorama se oscurece (figura 2).
La renta variable consiguió sus mejores resultados al final del ciclo que abarcó de 1994 a 1995, en uno de los pocos ejemplos de «aterrizaje suave» en la historia reciente, ya que la pausa de la Fed no provocó un aumento del desempleo. En vista de la buena marcha de la economía, la Fed mantuvo los tipos cerca del tope y el mercado de renta variable alcanzó máximos históricos.
Por supuesto, en los primeros años del siglo XXI el panorama fue muy diferente. El estallido de la burbuja tecnológica obligó a la Fed a recortar los tipos en 250 puntos básicos (pb) en los primeros 12 meses después de la última subida de tipos, y tuvo que recortarlos otros 225 pb en el siguiente año. Sin embargo, la flexibilización no bastó para sostener el mercado de renta variable y el S&P 500 cayó casi un 25 % durante aquellos dos años.
Que la economía vaya bien no es el único factor en juego tras una pausa; las valoraciones de la renta variable también influyen decisivamente en las rentabilidades. Cuando la Fed puso punto final a su ciclo de subida de tipos en febrero de 1995, el S&P 500 cotizaba solo a un múltiplo de 12 sobre los beneficios futuros, mientras que el año anterior el múltiplo había sido de 15. Para cuando estalló la burbuja de las puntocoms, la situación era radicalmente opuesta, ya que el S&P 500 había estado cotizando muy por encima de su media a largo plazo: a múltiplos de 24 sobre los beneficios futuros a 12 meses, y fue entonces cuando se aplicó la última subida de tipos.
El final del ciclo entre 2004 y 2006 es otro caso reseñable, ya que la renta variable se benefició durante más de un año de un periodo inicial de resiliencia económica (acompañada de una larga pausa de intervención en los tipos de interés), pero tan pronto como los mercados comenzaron a venirse abajo, los recortes de tipos fueron insuficientes para aliviar la presión a la que estaban sometidos. Así, los inversores vieron cómo se esfumaban todas las ganancias obtenidas poco después de la pausa de la Fed, y algunos perdieron incluso más.
Las rentabilidades de los bonos son más uniformes
El patrón histórico del mercado de bonos es más fiable: en los últimos 40 años, el final de cada ciclo restrictivo ha generado rentabilidades positivas para los bonos del Tesoro de EE. UU. a 10 años (figura 3).
En su caso, el aterrizaje suave de mediados de los noventa que tanto benefició a la renta variable tuvo efectos poco destacables, incluso recordando que, pese a los pocos recortes de tipos que siguieron, la renta fija ofreció rentabilidades totales del 17 % para ambos años. Por el contrario, las rentabilidades llegaron a su máximo histórico en la pausa de 1984, gracias a que las tires iniciales de los bonos del Tesoro a 10 años estaban por encima del 12 % y la Fed recortó los tipos en más de 300 pb tan solo 4 meses después de la última subida.
En conclusión, con este análisis queda claro que, en el periodo que sigue al fin de un ciclo restrictivo de la Fed, los bonos del Tesoro de EE. UU. han ofrecido rentabilidades positivas con más frecuencia que la renta variable. En la actualidad, los índices estadounidenses de renta variable dan fe de las altas valoraciones, y todavía quedan muchas dudas en cuanto a la eventual desaceleración de la economía estadounidense. Basándonos en la historia, lo más prudente sería sobreponderar ligeramente la renta fija con respecto a la renta variable; al menos, hasta que veamos con más claridad la desaceleración que tenemos por delante.
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