COVID-19: la economía del miedo
En opinión de Shamik Dhar, economista jefe de BNY Mellon Investment Management, la respuesta del mercado a las intervenciones fiscales y monetarias es irracional. El tiempo acabará dando la razón a quienes mantengan la calma.
En este momento estamos afectados por dos pandemias. La primera, por supuesto, es la propagación del COVID-19, que está teniendo un impacto enorme en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. La segunda es una pandemia de ansiedad, visible sobre todo en estantes vacíos en los supermercados y en las caídas de los mercados financieros. La primera es terrible, pero se acabará superando. La segunda también “se ha hecho viral”, y en cierto modo es más peligrosa si cabe: corre peligro de convertir una conmoción económica enorme pero transitoria en algo más duradero y dañino.
También existe confusión sobre qué tipo de políticas son adecuadas y cuáles son sus respectivos papeles. Resulta obvio que la primera pandemia es eminentemente una crisis de sanidad pública, para la cual la respuesta primaria debe ser médica. El principal objetivo de las medidas restrictivas necesarias para controlar la propagación de la enfermedad es salvar vidas, y debemos aceptar que sin duda tendrán un impacto económico. Lo más que pueden hacer los gobiernos es implementar medidas para amortiguar el golpe para las empresas y personas más vulnerables, y actuar como “aseguradora de primer recurso”. No pueden contrarrestar el impacto económico, porque infligir daño económico a corto plazo forma parte del tratamiento.
Está demostrado que este planteamiento funciona. La evolución de la enfermedad en Singapur, Corea del Sur y China puede aportarnos algo de consuelo. Aquí las medidas tal vez no hayan sido tan contundentes o draconianas, pero acabarán surtiendo efecto y la enfermedad retrocederá.
Lo que sí pueden hacer los gobiernos es evitar que la segunda pandemia se salga de madre y provoque daños económicos duraderos. A este respecto, las autoridades parecen haber comenzado con buen pie: seguro que queda por hacer, pero han comunicado su intención de abordar el pánico de frente con un conjunto de medidas monetarias, financieras y fiscales. Sin embargo, la respuesta del mercado ha sido francamente desconcertante. Tras una semana en que las mayores quejas eran que los gobiernos no estaban haciendo lo suficiente, el anuncio de estímulo fiscal generalizado suscitó una enorme oleada de ventas tanto en los mercados de renta variable como en los de renta fija. Esta actuación quizá sea inflacionaria a largo plazo y tal vez eleve el endeudamiento gubernamental, pero la subida de 30 puntos básicos de la TIR del treasury estadounidense a 10 años no deja de parecerme extraña.
Me preguntan a menudo si existen grandes paralelismos históricos con la situación actual. Lo más probable es que no, pero la pandemia de gripe “española” de 1918 rima un poco. No quiero entrar en excesivos detalles, pero probablemente contribuyó a la recesión mundial de comienzos de la década de los veinte en mayor medida de lo que la mayoría de los economistas han reconocido hasta la fecha. Sin duda alguna fue una cepa más grave que la del actual coronavirus: mató a 50 millones de trabajadores de 24 a 54 años de edad, y podría haber infectado a más de 2500 millones de personas. Su aparición al final de la Primera Guerra Mundial hizo que el virus se propagara rápidamente cuando las tropas volvieron a sus respectivos países. Esto fue un error de política sanitaria (si bien comprensible), pero se vio exacerbado por errores de política monetaria y fiscal, al temerse sobre todo las presiones inflacionarias y el enorme aumento del endeudamiento público en tiempos de guerra. Las autoridades del Reino Unido provocaron una deflación muy superior a la experimentada en los años treinta, y la contracción del PIB desde 1919 hasta 1921 (del 25%) todavía representa la mayor recesión sufrida en la historia por la economía británica (al menos hasta la fecha). Una situación indudablemente compleja se abordó mal tanto a nivel de sanidad pública como de política macroeconómica. No tengo la impresión de que esta vez estemos cometiendo errores similares.
A raíz de todo esto, mi conclusión es que existen enormes oportunidades de compra. ¿Debemos esperar a que los mercados recuperen su sano juicio colectivo y a que la segunda pandemia comience a remitir? Para los más valientes, posiblemente no.
Información importante
http://www.bnymellonim.com/outlook/global-disclosure/