Los activos más y menos rentables del cuarto trimestre 2019 y la última década
Las pasadas Navidades, los mercados dieron un susto a los inversores. Este año, en cambio, los bancos centrales han venido cargados de regalos para endulzarnos las fiestas. En 2019, los mercados de renta variable han obtenido excelentes rentabilidades. El MSCI World Index registró unas subidas del 28% con la renta variable estadounidense a la cabeza (+31%), seguidas muy de cerca por las europeas (+27%). Sin embargo, estos fantásticos resultados en la renta variable no han sido un obstáculo para que los bonos gubernamentales hayan obtenido también un buen resultado.
De hecho, desde el comienzo del año hasta septiembre, los bonos gubernamentales reaccionaron como era de esperar a la mayor debilidad de los datos económicos, y sus tires replicaron ampliamente las caídas experimentadas por las encuestas manufactureras. La sorpresa no fue la sólida rentabilidad de los bonos gubernamentales, sino el fuerte repunte de la renta variable ante este panorama de deterioro en los datos.
Tras las acentuadas caídas experimentadas por las bolsas durante el cuarto trimestre de 2018, los cuatro primeros meses de 2019 trajeron consigo un fuerte repunte gracias a que los bancos centrales anunciaron que, en lugar de subir los tipos de interés, aportarían aún más estímulo con el fin de tratar de mantener intacta la expansión económica. La renta variable confió claramente en que la de los bancos centrales era una apuesta ganadora.
Posteriormente, desde finales de abril hasta finales de septiembre, las bolsas mundiales cotizaron por lo general de forma lateral encontrándose con algún que otro obstáculo en el camino, mientras los inversores digerían las idas y venidas en las negociaciones comerciales entre EE. UU. y China y el deterioro continuado de los indicadores macroeconómicos.
Un hecho especialmente reseñable fue que, a finales de septiembre el índice del Tesoro a +20 años registraba un avance del 20%, y las subidas del MSCI World eran del 18%. La marea de liquidez de los bancos centrales había puesto a flote todos los barcos. El hecho de que, dentro de los ámbitos de inversión tradicionales, los activos de riesgo y los refugios gozasen simultáneamente de unas rentabilidades tan elevadas era algo fuera de lo común, y antes de comienzos de octubre los inversores con posiciones tanto alcistas como bajistas estaban ya más que satisfechos.
Sin embargo, el cuarto trimestre decantó la balanza a favor de los inversores alcistas, y mientras que la renta variable global avanzó un 9% durante los últimos tres meses del año, los bonos gubernamentales de mercados desarrollados cedieron parte de las ganancias obtenidas.
Los factores que contribuyeron a impulsar al alza la renta variable y las tires de los bonos en el último tramo del ejercicio fueron varios. En primer lugar, las encuestas manufactureras de EE. UU. y la zona euro repuntaron ligeramente con respecto al mes de septiembre, aunque siguieron lanzando señales de debilidad. En segundo lugar, las encuestas del sector servicios de ambas regiones fueron también objeto de una recuperación. Pero lo realmente importante fue que, pese a la aparición de titulares sobre grandes recortes de plantilla en determinadas empresas de Europa, el empleo aguantó bien en términos generales y en EE. UU. el mercado laboral sumó 200.000 puestos en noviembre. Por tanto, el repunte en los servicios y la resistencia del empleo en su conjunto a la debilidad en la industria contribuyeron a restaurar la confianza del mercado en que la recesión no era un acontecimiento inminente.
Otro hecho destacable durante el cuarto trimestre fueron los cambios de timón en el seno de los principales bancos centrales, entre ellos la sustitución de Mario Draghi por Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo (BCE) y el relevo de Mark Carney por Andrew Bailey en el Banco de Inglaterra. En términos de acción monetaria, tanto el BCE como la Reserva Federal comenzaron a ampliar sus balances de nuevo, y esta última redujo los tipos de interés por tercera vez en el año.
Ha sido, por tanto, un año excelente para las inversores, con independencia de dónde cada uno haya asignado sus activos. Probablemente el que ahora comienza sea algo más selectivo, y se antoja difícil que vuelvan a obtenerse unas rentabilidades tan altas. Si la economía global vuelve a acelerar, la renta variable debería avanzar, aunque el hecho de que las valoraciones partan de niveles más altos podría limitar el alcance de cualquier subida. En este escenario, las tires de los bonos gubernamentales también deberían evolucionar al alza en lugar de retroceder, como hicieron en 2019.
En cambio, si el crecimiento continúa desacelerando y las presiones sobre los beneficios llevan a las empresas a recortar sus plantillas, 2020 podría ser otro buen año para los bonos gubernamentales y un ejercicio algo más complejo para la renta variable y el crédito. Sea como fuere, las negociaciones del tratado comercial entre el Reino Unido y la UE y las elecciones en EE. UU. harán que 2020 sea a buen seguro un año ajetreado y probablemente repleto de incertidumbre.
Aunque 2019 nos ha enseñado que la incertidumbre no tiene por qué ser enemiga de los inversores, abrirse paso en este dilatado periodo de incertidumbre política –que coincide además con una fase tardía del ciclo económico– no será tarea fácil. Conforme inauguramos el año, continuamos pensando que una cartera ampliamente neutra compuesta por renta variable, bonos gubernamentales y alternativas defensivas sigue siendo el enfoque más adecuado hasta que se aclare el panorama tanto político como económico. Para obtener más detalles, consulte nuestro informe de Perspectivas para 2020.
Podéis consultar el informe completo aquí