El impacto de los factores ESG sobre la rentabilidad de las carteras
¿Cómo afecta a la rentabilidad de una cartera la incorporación de información relativa a los factores ambientales, sociales y de gobernanza?
¿Acaso la consideración de estos factores coloca a una cartera en una posición ventajosa para lidiar con un mundo cambiante y mejorar la rentabilidad? ¿O quizá esta buena voluntad en la gestión del capital tiene ciertas consecuencias?
¿Qué hay de la volatilidad? ¿La previsión de un rango más amplio de futuros riesgos permite limitar los contratiempos? ¿O, por el contrario, la exclusión de sectores y empresas provoca que la cartera acabe siendo más concentrada y, por ende, más volátil?
En este artículo, analizamos esta intrincada cuestión. Una simulación retrospectiva empírica destinada a medir la rentabilidad relativa se encuentra plagada de dificultades prácticas, en gran parte debido a la falta de datos históricos fiables que permitan calificar a las empresas, aunque un análisis preliminar sugiere que existe una relación entre la puntuación ESG y la rentabilidad de un activo.
Asimismo, hay motivos para cuestionar si el análisis histórico de esta cuestión realmente resulta útil en relación con la rentabilidad futura. Las preferencias de los consumidores, así como las iniciativas normativas y políticas encaminadas a lidiar con las cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza, evolucionan a tal ritmo que los inversores situados a la vanguardia del cambio podrían obtener ciertas ventajas para sus carteras, como ya han demostrado ciertos acontecimientos recientes.
Este documento expone los aspectos que se abordarán con más detalle en nuestra publicación 2022 Long-Term Capital Markets Assumptions, que saldrá en otoño de este año.
Dificultad histórica de la simulación
Antes de analizar los resultados preliminares, resulta importante destacar ciertas limitaciones significativas a nuestra capacidad de simulación retrospectiva de esta hipótesis relativa a la rentabilidad. Surgen problemas relacionados con cómo puntuar las características ambientales, sociales y de gobernanza de una empresa. Existen agencias de calificación externas que facilitan puntuaciones de diversas empresas, pero hay tres cuestiones que merece la pena recordar1.
En primer lugar, la metodología puede resultar confusa y subjetiva, y la diversidad de proveedores a menudo implica que las distintas puntuaciones entren en conflicto. Suele citarse como ejemplo el supuesto de un conocido fabricante de vehículos eléctricos: una agencia de calificación le otorga una puntuación alta debido a su iniciativa ambiental, mientras que otra le concede una puntuación baja a causa de la evaluación de su gobernanza.
En segundo lugar, la cobertura de las empresas no siempre es total y es especialmente incompleta en el caso de las pequeñas empresas y en los mercados de renta fija. En los mercados emergentes, las barreras lingüísticas también pueden suponer un obstáculo a la recopilación de datos precisos.
En tercer y último lugar, conforme más nos retrotraemos en la escala temporal, más probable resulta que los datos relativos a la puntuación no se ajusten debidamente a los desafíos en materia de criterios ESG del momento actual. Es posible que los datos no estuviesen disponibles o no se divulgaran en su momento y, lo que es más importante, los datos que son realmente relevantes e inciden sobre el precio de los activos muy posiblemente hayan cambiado con el paso del tiempo. Hace 20 años, la gobernanza pudo ser la métrica no financiera más significativa a la hora de
evaluar la sostenibilidad de la rentabilidad corporativa. En la actualidad, las cuestiones ambientales son cada vez más importantes, al igual que la diversidad de la plantilla.
Estas consideraciones en relación con los datos sugieren que se ha de proceder con cautela y no confiar excesivamente en la simulación retrospectiva. Pese a todo, y habida cuenta de estas limitaciones estadísticas, del GRÁFICO 1, que clasifica a las empresas empleando las puntuaciones ESG propias de J.P. Morgan Asset Management, puede deducirse que, efectivamente, parece existir una relación entre la puntuación ESG y la rentabilidad en relación con el índice de referencia.
Ahondaremos en esa cuestión antes de publicar Long-Term Capital Markets Assumptions para evaluar la importancia estadística de la rentabilidad relativa, dilucidar si la relación cambia con el tiempo y determinar la importancia relativa de los factores ambientales, sociales y de gobernanza por región. Otra cuestión de importancia que exige un análisis más exhaustivo es si lo que importa es la puntuación ESG en términos absolutos o el cambio en dicha puntuación.
Fuente: J.P. Morgan Asset Management. En el gráfico se muestra la rentabilidad activa media de las carteras de los quintiles superiores e inferiores, según la puntuación ESG cuantitativa propia de JPM, en USD y con los costes de transacción excluidos. Los periodos del cálculo son del 31/12/2012 al 26/02/2021 en el caso del ACWI, Europa y América del Norte; y del 28/02/2013 al 30/11/2020 en el caso de los mercados emergentes y Asia Pacífico. Las cifras se muestran como una tasa anual. Las carteras y los índices de referencia del ACWI se han construido en el universo del MSCI ACWI IMI filtrando por una capitalización de mercado >1.000 millones $. Las carteras de Europa se han construido empleando los componentes europeos del susodicho universo, mientras que las respectivas de América del Norte se han construido empleando los componentes norteamericanos del referido universo. Por último, las carteras de los mercados emergentes y Asia Pacífico se han construido a partir del índice MSCI Emerging Markets. Las acciones cuentan con ponderaciones idénticas en todo el universo. Las rentabilidades anteriores no son indicadores fiables de los resultados actuales y futuros. Datos a 28 de febrero de 2021.
Tal parece que la respuesta podría ser «ambos», ya que las empresas con buena puntuación se benefician del flujo informativo macro, como los anuncios de nuevas políticas o reformas del marco normativo aplicable, mientras que las empresas que van mejorando su puntuación suponen un reflejo del desarrollo microeconómico o del avance específico de cada sector. Además, debemos evaluar el efecto sobre la volatilidad de la cartera.
Si bien es importante ser prudente a la hora de extraer pruebas concluyentes a partir de los datos históricos, es importante destacar que observamos una relación entre la puntuación ESG y otras características financieras tradicionales de la «buena gestión», como una elevada rentabilidad de los fondos propios (GRÁFICO 2), un bajo nivel de apalancamiento y una escasa variabilidad de los beneficios. Por este motivo, la incorporación de factores ESG suele concebirse como un filtro adicional de «calidad».
A todo esto se añade que la rentabilidad de las empresas evaluadas con base en métricas de calidad resulta clara a largo plazo: el MSCI Europe Quality ha mostrado un mejor comportamiento que el MSCI Europe, con una diferencia que casi alcanza un 4% anualizado en los últimos 10 años.
Podéis consultar el informe completo haciendo click