La Tulipomanía

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La tulipomanía o la crisis de los tulipanes fue la primera crisis de la historia bursátil allá por el siglo XVII. Duró aproximadamente cuatro años, entre 1634 y 1637, en Holanda (Países Bajos) y se trataba ni más ni menos que la mera especulación con los bulbos del tulipán.

¿Una locura o simple especulación con una flor?

El valor de los tulipanes radicaba en su extrema belleza, logrando diferentes tonalidades de color que hacían las maravillas de los mercaderes de la época. Llegando incluso a lograr combinaciones imposibles de color que no hacían más que limitar dicho bulbo y aumentar su precio. A fin de cuentas, todo el mundo quería el tulipán más bello e irrepetible. Antaño, las flores exóticas, más exclusivas y limitadas, eran un símbolo de prosperidad y riqueza.

Por aquel entonces, el precio del bulbo del tulipán cotizaba por un puñado de florines, llegado a pagarse por ellos hasta 6.000 en su máximo apogeo. Es importante detallar que el sueldo medio anual de un trabajador rondaba los 150 florines. Imaginémonos la burbuja creada en torno a los bulbos del tulipán.

Los tulipanes y los futuros

Debido a la necesidad de esperar un puñado de años para, tras la cosecha, empezar a percibir el tulipán comenzó a especularse con el precio futuro que tendrían. Esto no era más que el comienzo del mercado de futuros, en tabernas y reuniones financieras privadas, que nada tienen que envidiar al parqué actual. Aquel fenómeno se denominó windhandel o negocio en el viento – aire.

¿Qué tienen en común la crisis inmobiliaria y la de los tulipanes?

Aunque nos parezca un símil incomprensible, ambas burbujas tienen mucho que ver. Y realmente todas las burbujas del sistema financiero tienen factores en común. Al igual que sucedió con los tulipanes, en la era de la crisis inmobiliaria se repetía continuamente “compra que nunca va a caer, siempre sube”. Todo el mundo quería comprar un piso, al igual que un tulipán en 1636.

Muchos de los trabajadores dejaron sus trabajos para dedicarse de lleno a la compra venta de inmuebles así como a la construcción. Lo mismo hicieron en Holanda en su día, todos querían cultivar aquella “cebolla” maravillosa, llamada “bulbo de tulipán” o “Semper augustus”.

Se produce un fenómeno social en el cual, dicho sector burbuja comienza a ser el principal sector del país, la mano de obra ante tal potencial de beneficio se destina a dicho sector y en consecuencia se dispara la demanda y el precio.

Y estalló…   

En 1637 las cosechas de tulipanes comenzaron a sufrir las malas condiciones climatológicas sembrando (y nunca mejor dicho) dudas sobre las ventas de la primavera próxima. Y así fue, se sucedieron las ventas de tulipanes sin garantía, ni papel al otro lado del libro de órdenes. No había compradores, solo vendedores. El precio se desplomó y estalló la conocida crisis de la tulipomanía. No tan diferente de la crisis puntocom, hipotecas subprime y las que quedan por llegar.

Al igual que en la crisis inmobiliaria española, el problema radica en el endeudamiento. Las familias en su día se endeudaron para comprar tulipanes y pisos muy por encima de su salario. Esperando que el precio de éstos se revalorizasen eternamente y generasen ingresos recurrentes.

El problema vino cuando nadie quiso comprar el exceso de tulipanes en el mercado a precios desorbitados. Todos vendían, nadie compraba. Las deudas dejaron de pagarse, los trabajos “originales” ya no se pudieron recuperar y el sector desapareció, arrastrando a países, empresas, familias y trabajadores.

 

 

 

 

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