Una racionalidad limitada al invertir
El pasado jueves compartimos este comentario sobre la toma de decisiones financieras de Nick Armet, director de comunicaciones corporativas de Fidelity International. Hoy lo completamos con este nuevo post, en el que Nick repasa con ejemplos de experimentos concretos sobre la racionalidad y las inversiones.
"La teoría financiera clásica se levantó sobre la presunción de
que los inversores actuaban siempre racionalmente, pero este modelo no
conseguía explicar muchos de los patrones inusuales que muestran los
precios en los mercados financieros. El punto de partida de las
finanzas conductuales es la observación de que los inversores
no siempre son racionales en la práctica, y esa es una idea que los
experimentos de la neurociencia también han
ayudado a refrendar.
Ahora, los economistas están de acuerdo en que los
inversores únicamente tienen una racionalidad acotada. Eso
significa que la capacidad de los inversores para ser racionales
está delimitada por la información que tienen a su
disposición,
la capacidad cognitiva de sus mentes para tomar una decisión (y la
complejidad de la decisión a
tomar) y el tiempo del que disponen
para tomarla. A la vista de estas limitaciones, tenemos tendencia a
tomar
atajos cognitivos.
Los experimentos de las neurofinanzas están ayudando a los
investigadores a entender cómo las diferentes partes
del cerebro
participan en diferentes tareas. Por ejemplo, en 2005 Camelia Kuhnen y
Brian Knutson usaron
resonancias magnéticas funcionales para
analizar el cerebro de personas que tenían que tomar decisiones
financieras en las que intervenían dos acciones y un bono.
Su investigación demostró que algunas partes del cerebro
(especialmente el nucleus accumbens) se activan ante la expectativa de
una recompensa (léase ganancias financieras), mientras que otras
partes del cerebro (sobre todo la ínsula) responden ante estímulos
negativos, como la expectativa de sufrir un daño (léase pérdidas
financieras).
La tecnología de imagen médica también ha contribuido a
confirmar la idea de que las decisiones financieras a
menudo se
toman a partir de las emociones. Los estudios confirman que las
elecciones que realizan las personas
están influidas por las
experiencias anteriores y siguen unos cursos delimitados.
Enfado, alegría y riesgo
Las investigaciones con imágenes médicas confirman que existe un deseo de asumir más riesgos después de unas rachas iniciales de beneficios y pérdidas, como se observa en la mayor actividad que muestran los procesos que afectan al estado anímico del cerebro, junto con una reducción de la actividad relacionada con los procesos que influyen en la deliberación y la reflexión.
En otro experimento realizado por Trujillo y Knutson, se mostró a un
grupo de sujetos una foto de una cara humana que podía expresar
felicidad, temor o enfado. Los sujetos que vieron la cara feliz
mostraron un 30% más de tolerancia al riesgo, mientras que las caras
de enfado o temor, y he ahí lo interesante, animaban a los sujetos a
elegir la “opción segura”.
Estos sorprendentes resultados sugieren que nuestro estado
emocional puede tener una influencia mucho mayor sobre las decisiones
financieras de lo que muchos de nosotros reconoceríamos.
En muchas situaciones de la vida real, no conseguimos acceder a
información sobre las consecuencias de las
elecciones que no
hacemos, lo que probablemente sea positivo, pero no ocurre así en los
mercados financieros. La
información no solo se conoce, sino que
está ampliamente accesible, y las inversiones que podríamos haber
hecho
generalmente nos las cruzamos cada vez que consultamos las
páginas de la prensa económica y parecen decirnos
“¡Mira qué
ganancias podrías haber conseguido!”.
Los efectos del arrepentimiento
Además, sabemos que el córtex prefrontal es un área del cerebro que
interviene en la evaluación de nuestras
decisiones y el impacto
de estas elecciones puede desencadenar potentes emociones. El
neurobiólogo Antonio
Damasio ha realizado varios estudios sobre
la forma en que nuestra toma de decisiones se relaciona con los
diferentes procesos emocionales del cerebro.
Damasio descubrió que la actividad cerebral era diferente entre
el arrepentimiento y la decepción, por ejemplo. El arrepentimiento es
la emoción que sentimos cuando podemos comparar lo que hemos
conseguido con lo que podríamos haber conseguido. La decepción es
diferente: es la emoción que sentimos cuando no estamos contentos con
los resultados obtenidos sin saber en realidad qué podría haber pasado
si hubiéramos actuado de otro modo. Los sentimientos de
arrepentimiento suelen ser más duraderos.
El descubrimiento interesante era que únicamente el
arrepentimiento generaba una actividad significativa en el
córtex orbitofrontal, y que la cantidad de actividad neuronal
ligada al arrepentimiento depende de la diferencia
entre las
ganancias obtenidas y las no conseguidas. Así pues, si inviertes en
una bolsa en detrimento de otra, y la
otra sube más,
experimentarás una sensación de arrepentimiento que irá en proporción
a las ganancias
adicionales que la otra alternativa haya
generado.
Entonces, ¿qué nos dice todo esto? Que
experimentar arrepentimiento está en la naturaleza humana, podríamos
decir. Y así es, no estaríamos cometiendo ninguna equivocación,
pero lo que hacemos después podría determinar
si caemos en una
trampa conductual muy común en la inversión: ¿Cedemos al sentimiento
de arrepentimiento y
vendemos pasados apenas unos meses la
inversión que dedicamos tiempo a elegir para contratar esa inversión
alternativa que, en nuestra opinión, se ha comportado mejor?
El control de las emociones, clave
Teniendo en cuenta que el objetivo es conseguir una buena
rentabilidad en un horizonte temporal razonable, la idea de saltar del
tren cada vez que una opción alternativa comienza a generar mejores
resultados es una garantía casi total para conseguir peores
resultados relativos después de descontar los costes de las
transacciones. En última instancia, esta estrategia para evitar
el arrepentimiento está condenada al fracaso y es el equivalente en el
mundo de la inversión del perro que persigue su propia cola.
Lo que se necesita en esos momentos es rigor y paciencia, no
dudar de uno mismo o dejarse llevar por el Sistema
2 y su
pensamiento adicto a la “línea de menor resistencia”. Hace falta
tiempo para que una buena decisión se
convierta en una
excelente. Aunque las neurofinanzas están elevando ciertamente nuestra
comprensión sobre el
papel del cerebro en la toma de decisiones,
hacen falta más cosas para invertir con éxito.
Como dijo Warren Buffet, “el éxito en la inversión no guarda
correlación con el coeficiente intelectual; cuando se tiene
una inteligencia normal, lo que se necesita es temperamento para
controlar las ansias que meten a los demás en
problemas”.