La propiedad financiera de un activo digital

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El despliegue de la tecnología de registro distribuido en los distintos sectores económicos ofrece amplias posibilidades, donde el uso financiero es solo una posibilidad

La propiedad financiera de los activos digitales empuja a caer en el error de que toda su aplicabilidad se estructura sobre los aspectos de valor económico. Es en esta percepción, incompleta en sí misma y anegada por la fuerza de los mercados, donde se ubica una de las principales barreras de entrada al público general. Los activos digitales no son monedas digitales, no son activos de inversión o especulación, su fundamento bien se aleja de estos usos.

Un activo digital representa una imagen informática de un bien o de un servicio, que puede ser tangible o intangible fuera del sistema electrónico. De este modo, puedo poseer un activo que equivale a un derecho de propiedad sobre una obra de arte que físicamente poseo, o bien puedo poseer un activo que represente un derecho sobre una patente. A este proceso es lo que se denomina tokenización, y ese token es, en su fundamento, un activo digital.

Es digital porque su registro, su almacenamiento, su conformación no es física. No es una moneda que guardo en el bolsillo, ni es un apunte hecho con tinta en un libro de cuentas. Se trata de un código electrónico realizado en un archivo informático. En consecuencia, la validez, la autenticidad y la veracidad de ese activo digital (representado por el “token”), así como su posterior prueba de propiedad, dependerá de la validez de ese registro en el cual lo almacenamos. A los servicios, a las fuentes de almacenaje, se las conoce como blockchains.

Las blockchains son por tanto las ubicaciones informáticas donde se inscriben, archivan y custodian los tokens. De esta manera, una blockchain no permitirá el registro de dos tokens iguales, garantizando así la singularidad de la posesión, ni permitirá que cualquier usuario pueda modificar los datos registrados (control de inmutabilidad).

A modo de ejemplo, todo ciudadano nacional posee un número de identificación (DNI) que es único. Ese número de DNI bien se podría denominar “token_dni” en el caso de ser registrado en una blockchain y nada cambiaría. Digitales, por tanto, todos tenemos ese token, asociado a nuestro nombre, nuestra fecha de nacimiento e incluso al municipio, registrado en una base de datos del gobierno.

Este ejemplo nos demuestra que la tokenización o lo que es lo mismo, la aplicación de tokens digitales no es diferente a la que conocemos por el hecho de hacerlo electrónicamente. Avances como el DNI Electrónico, la clave personal de acceso para gestiones gubernamentales, etc. nos acercan a estos casos de uso de manera progresiva.

Como hemos visto hasta el momento, su propiedad financiera no es de aplicación directa salvo que se quiera incorporar ad libitum. Se hace necesario extender esta perspectiva a todos los sectores a fin de vislumbrar las posibilidades, los casos de uso, que pueden ayudar a implantar este nuevo modelo tecnológico.

Aquí es donde encontramos la aplicación de los famosos “NFTs” o de otros tantos modelos de tokenización que sirven para un activo documental cuya comprensión nos es áspera si no sacamos de la ecuación que no tiene relación con su valor económico o con la posibilidad de especular sobre el servicio.

Los activos digitales tienen una serie de propiedades, otorgadas por su creador, que son activadas o bloqueadas según la finalidad para la que son creados. Encontramos así propiedades destinadas a la identificación, como son los tokens de fabricación (utilizados en la industria productiva o de consumo), propiedades de autenticación (comúnmente explotadas en los sectores logísticos y de transporte), propiedades de posesión (utilizados para certificar la titularidad sobre bienes vinculados), etc.

El ecosistema digital es amplio, y en cada uno sector digital se debe explorar el alcance lógico de esta nueva tecnología, la cual solo cobra sentido si su implantación proporciona ventajas diferentes a las actuales (no digitales). Es en este punto donde reside la dificultad legislativa, donde aún queda mucho por aprender y por regular, pues no hay un único uso y cada modelo determina su propio marco de control.

Contenido elaborado por el equipo de contenidos de PwC


Este contenido puede ser catalogado como material de marketing. No constituye una recomendación ni propuesta de inversión. La inversión contiene riesgos y rentabilidades pasadas no son garantía de rentabilidades futuras.


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